Abre Jorge Riechmann su Introducción al volumen con un breve texto de Ciencia y supervivencia (1966). Es este: “Hemos actuado desmesuradamente en el medio ambiente sin percibir las dañinas consecuencias de nuestros actos hasta su consumación, es decir, cuando los efectos -bastante incomprensibles, y a veces irreversibles- estaban ya sobre nosotros. Al igual que el aprendiz de brujo, estamos actuando sobre una base de conocimientos incompletos. En efecto, estamos realizando un experimento inconmensurable con nosotros mismos.” La cita, espléndida reflexión política y epistemológica, es de Barry Commoner (“Nunca he separado ciencia de política, ya desde mis tiempos de estudiante en la Universidad de Columbia, y siempre he tomado iniciativas para intentar hacer conscientes a los científicos de sus responsabilidades en una sociedad democrática”), uno de los grandes científicos concernidos del siglo XX (y de parte del XXI, falleció en 2012), uno de los pioneros esenciales de nuestra conciencia ecológica. El propio coeditor nos recuerda las palabras que sobre él escribió Francisco Fernández Buey en 1992: “Para muchos de nosotros [BC] ha sido en estos años un ejemplo vivo de científico representativo de la nueva manera de pensar que exigían los redactores del Manifiesto Russell-Einstein: un profesional con conciencia de especie, atento al valor de la participación ciudadana en la planificación científico-técnica y con responsabilidad social”.
Componen esta nueva Antología de los “Clásicos del Pensamiento crítico”, una colección, esencial probablemente para muchos lectores, que fundaron a finales del siglo XX Francisco Fernández Buey y Jorge Riechmann y de la que también ha sido director el recientemente malogrado César de Vicente Hernando, la Introducción de Riechmann, una cronología -“Barry Commoner y su tiempo”- escrita al alimón por los editores y siete apartados de Commoner: Ciencia y supervivencia (fragmentos) (1966), El círculo que se cierra (fragmentos) (1971), Ecología y acción social (1973), Plantear las preguntas oportunas a la termodinámica (1976), Energía y capitalismo (1976), La ilusión de la soberanía del continente (1988) y Hagamos las paces con el planeta (fragmentos) (1990). Un Anejo (“Con Barry Commoner en San Lorenzo de El Escorial”, por Jorge Riechmann) y una bibliografía seleccionada cierran el volumen. Algunas traducciones son también del editor.
Ninguno de los textos de Commorer recogidos en esta Antología está de más y ninguno de ellos nos parece “cosa del pasado”, aunque algunas de sus afirmaciones puedan parecernos excesivamente optimistas en algún caso: “El período de fe inocente en la ciencia y la tecnología está tocando a su fin” (1966). El saber científico, la sensibilidad moral, la lucidez política y gnoseológica, el compromiso, son las notas predominantes: “Problemas tan complejos, sutiles y decisivos como la contaminación generalizada por la lluvia radiactiva [consecuencia de los ensayos con armas atómicas], la infestación del medio ambiente por plaguicidas y herbicidas o los recién descubiertos efectos de una explosión nuclear en los cinturones de Van Allen no pueden se resueltos en secreto por uno u otro comité”. De ahí, prosigue BC, que tales problemas abarquen “una escala tan amplia de cuestiones científicas básicas que requieren que toda la comunidad científica tenga pleno conocimiento de ellos. Esta comunidad solo podrá mostrarse eficaz cuando haya una libre transmisión de hechos e ideas. El secreto obstaculiza esa parte esencial del proceso científico.”
El actual resurgimiento de la apuesta por la energía nuclear, presentándola falsamente como una energía verde, segura e inofensiva, refuerza el interés y vigencia de muchas de las reflexiones de Commoner.
Es casi innecesario que les llame la atención sobre la espléndida Introducción de Jorge Riechmann -“Si hoy releemos Ciencia y supervivencia… escrito a mediados de los años sesenta, advertiremos que muchas ideas que hoy forman parte del consenso ambiental que trabajosamente tratamos de construir en las sociedades industriales -aunque no se haga casi nada para ponerlas de verdad en práctica- fueron anticipadas por Commoner con decenios de antelación”-, pero déjenme que remarque el apartado “Barry Commoner y su tiempo” escrito al alimón por los editores, una de las cronologías -abarca de 1917 a 2012- más completas, profundas, interesantes y hermosas que he leído nunca. Un botón como muestra: “En Estados Unidos Paul R. Ehrlich y Anne Ehrlich publican The Population Bomb, donde exponen que el principal problema ambiental es un problema demográfico. Sin embargo, BC critica severamente esta posición, argumentando que la base de la crisis ecológica no es el crecimiento de la población, sino la flta de control de la contaminación. En junio escribe “The Population Problem” para la organización Planned Parenthood (en sus libros The Closing Cercle y Making Peace with the Planet volverá sobre esta cuestión)”.
Como en tantas otras ocasiones, muchos de nosotros supimos de la existencia de Commoner gracias a los compañeros de las revistas Materiales y mientras tanto. Es justo destacar que la primera obra del autor, Ciencia y supervivencia, de 1966, fue traducida y publicada por Plaza y Janés pocos años después, en 1970.
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