Es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económicoy social, porque no se puede estar absolutizando esa idolatríade la propiedad privada que es francamente un paganismo.El cristianismo no puede admitir una propiedad privada absoluta. (30 de septiembre, 1979/VII 310).San Romero de Las Américas E ste 24 de marzo de 2008 se recuerda con pesadumbre […]
Es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económico
y social, porque no se puede estar absolutizando esa idolatría
de la propiedad privada que es francamente un paganismo.
El cristianismo no puede admitir una propiedad privada absoluta.
(30 de septiembre, 1979/VII 310).
San Romero de Las Américas
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ste 24 de marzo de 2008 se recuerda con pesadumbre el 28 aniversario del asesinato de Monseñor Romero -Arzobispo de San Salvador, El Salvador- y a la misma vez se celebra con júbilo un año más de la resurrección de San Romero, el santo de Las Américas que caminó y sigue caminando con su pueblo. Ahora bien, permítanme dejar un punto claro desde el comienzo de esta reflexión.
Yo soy fiel creyente que el pueblo tiene todo el derecho de canonizar a sus santos/as. Consecuentemente, esperar por el Vaticano para la canonización de Romero me parece a mí -y esto lo digo con mucho respeto- es una pérdida de tiempo. Los principios de la teología pastoral de San Romero contradicen muchas de las prácticas del Vaticano y este asunto de canonizaciones luce ser mucho más oficios nebulosos que procesos de justicias. Yo creo como nuestro premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez nos dice en su conspiradora obra, Milagro en Roma, que el pueblo hace los milagros de la canonización. Por lo tanto, Monseñor Romero, Arzobispo Romero, Oscar Romero, o como usted le quiera llamar, fue canonizado por el pueblo Latinoamericano que reside en la ciudad de Nueva York y de aquí el que le reconozcamos como San Romero de Las Américas. Aclarado este punto entonces sentemos nuestra discusión en un contexto socio-histórico.
San Romero nació en el poblado de Ciudad de Barrios, del Departamento de San Miguel (El Salvador) el 15 de agosto de 1917. Fue ordenado al sacerdocio en el año 1942. En el 1977 fue escogido como Arzobispo de San Salvador, cargo que ocupó hasta el 24 de marzo de 1980, cuando una bala asesina traspasó su corazón en el mismo momento en que celebraba la Eucaristía en la Capilla del Hospitalito de la Divina Providencia.
Un dato curioso en la vida de San Romero que por lo general tiende a pasar desapercibido lo es su reconocimiento público que su amistad con el padre Rutilio Grande marcó una nueva conversión en su vida y ministerio. Yo soy fiel creyente que la teología subversiva de San Romero da comienzo el 12 de marzo de 1977 día en que el Padre Rutilio fue asesinado junto a otros campesinos por miembros de la Guardia Nacional. Tener que recoger el cadáver de su amigo me parece a mi radicalizó la vida de San Romero y desde ese día su discurso y acciones fueron mucho mas en favor de la gente pobre, oprimida y excluida. De la misma manera también su discurso y acciones fueron mucho más directos contra la oligarquía y militares salvadoreños y también contra el gobierno de Estados Unidos.
No fue hasta el 1992 que las Naciones Unidas organizó una Comisión de la Verdad con el propósito de investigar el asesinato de San Romero. En el informe que esta Comisión elaboró se destaca la responsabilidad de Roberto D’Aubuisson -uno de los personajes salvadoreños mas déspotas moldeado por el Pentágono y Washington en la creación de los escuadrones de la muerte y los grupos para-militares- como persona responsable que dio la orden para el asesinato de San Romero.
Ahora bien, nos podemos preguntar, ¿qué motivó el asesinato de San Romero de Las Américas? De nuevo, a partir del asesinato del Padre Rutilio San Romero enterró su obispado blandengue, de oportunismo y de sumisión a la oligarquía salvadoreña que explotaba al pueblo. Fue el 11 de noviembre de 1979 cuando San Romero hizo un juramento el cual cumplió hasta el día de su asesinato: «quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige». Esta radicalización de caminar y sentir con su pueblo se hizo una realidad de bendición para el pueblo y a la misma vez un dolor de cabeza para los/as enemigos del pueblo. Sin embargo, a mi me parece que los ocho días antes de su asesinato pasan a ser el punto culminante de su ministerio profético. Durante estos días San Romero volvió a tomar posición al lado del pueblo salvadoreño que estaba siendo oprimido y excluido, condenando briosamente a la Junta Militar, al ejército y a la oligarquía salvadoreña de estar ligada a los intereses del gobierno de Estados Unidos . Al extremo de darle órdenes al ejército para que depusieran sus armas.
Ahora bien, ¿cuáles son entonces los aportes de la teología revolucionaria de San Romero de Las Américas? Por un lado San Romero se atrevió a decir lo que la mayoría de los/as líderes religiosos o políticos no se atreven a decir: «Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto con el pueblo hacerlo construcción de la Iglesia». O sea, el pueblo es por un lado el termómetro que nos dice la temperatura y por otro lado el termostato que va a regular esa temperatura. Estar con el pueblo debe de dejar como resultado nuestra humanización. De aquí el que San Romero fundamentó su ministerio en el principio que «antes de ser un/a cristiano/a tenemos que ser muy humanos/as…» De hecho, nuestra espiritualidad -la cual se distingue por tener dimensiones sociales y políticas- se proyecta a través de nuestra humanidad. O sea, mientras más humanos somos, mayor nuestra espiritualidad. La humanidad de San Romero lo convirtió en un santo. No fue la manera de morir sino la manera como vivió lo que le canonizó.
En esta teología revolucionaria San Romero dejó claro que «quien se preocupa de la persona que tiene hambre, que está desnuda, de la gente pobre, de las personas desaparecidas, de quienes están en prisiones, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios». Con esto por supuesto también estaba diciendo a la misma vez quienes eran las personas que con sus prácticas malignas estaban lejos de Dios. Por eso también nos dijo «que no hay pecado mas diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre». De aquí su invitación a desarrollar un ministerio en donde tomemos responsabilidad contra las injusticias de nuestra sociedad entendiendo que Dios no creó las mismas sino mas bien la repartición desigual de la creación de nuestra Diosa en donde un poco gente acumuló un montón de riquezas y mucha gente no tiene nada. De frente a estas injusticias que hemos creado San Romero no alerta de no cometer el error de pedirle a Dios que nos resuelva los problemas terrenales que nos corresponden a nosotros/as eliminar. De lo contrario dice él, «eso es vagancia».
En esta teología revolucionaria se hace necesario el rescate de nuestras instituciones educativas, religiosas, políticas, culturales, etc., para que se conviertan en instrumentos de liberación. También se hace necesario el que podamos combatir la teología burguesa- entiéndase la manera de pensar, sentir y de hacer las cosas como el grupo que domina quiere- la cual tiene como intención de funcionar como instrumento de control que garantice la estabilidad y protección de los intereses de la clase y los grupos dominante. Esta teología burguesa opera en relación al enseñar, promover y perpetuar la ideología de quienes están en el poder. De aquí entonces el que el no pensar, no cuestionar, no disputar y no polemizar- sean algunas de las metas del pensamiento burgués. O sea, que es posible el que podamos educar para embrutecer lo cual es sinónimo de tiranizar, subyugar o aprisionar.
También en el rescate de nuestras instituciones con esta teología revolucionaria de San Romero debemos de entender que una Iglesia narcotizada del mismo modo persigue el atosigarnos para que no pensemos, y aun peor, no percibamos, la manera en que estamos siendo oprimidos/as, explotadas/os y excluidos/as. De aquí entonces la necesidad de que esa teología que San Romero nos enseñó siga siendo conspiradora. Por supuesto, no debemos olvidar que la misma requiere como antesala la capacidad de la conciencia auto-crítica. Que no se nos olvide, toda revolución- si es una verdadera revolución- comienza conmigo, porque yo solo puedo dar lo que tengo. Luego tú y yo nos enlazamos y ya somos dos que hemos salido en la búsqueda del efecto multiplicador.
La teología revolucionaria de San Romero también nos demuestra que necesitamos igualmente en nuestras instituciones una manera de concienciar que sea subversiva comenzando con la destrucción de la conciencia falsa que se sigue imponiendo como dispositivo de dominio. Con una teología crítica enseñar el cómo desaprender lo aprendido y de esta manera eliminamos todas las pendejerías y mierderías que nos han metido en la cabeza. O sea, tenemos la responsabilidad de despertar, organizar y movilizar hacia la transformación socio-política. De aquí la necesidad de identificar la manera en que producimos y reproducimos el conocimiento, o la manera de pensar, sentir y actuar de quienes ejercen el control.
San Romero de Las Américas en su legado también nos aclaró que «el proyecto de Dios no se contradice con los proyectos de la tierra. Sí se contradice con los pecados de los proyectos de la tierra. Pero por eso la Iglesia tiene que predicar el reino de Dios, para arrancar el pecado de todos los proyectos de la tierra y para animar la construcción de los proyectos en la medida del reino de Dios». O sea, que no es cierto que la polémica principal sea entre personas teístas y personas ateas. Yo sigo creyendo que la lucha principal está entre quienes practican la justicia o la injusticia. Este es el denominador común en donde nos encontramos quienes creen en Dios con palabras y acciones y quienes niegan a Dios con palabras y le practican con acciones.
Ahora bien, no podemos olvidar que la práctica de una teología revolucionaria como la que San Romero nos dejó tiene repercusiones muy serias. A la misma vez que libera también crea enemigos/as. De aquí el que quiero finalizar compartiendo con usted uno de esos consuelos reflexivos que San Romero solía compartir con el pueblo. El mismo debe de ayudarnos a llevar a cabo auto-críticas que dejen como resultado un mayor compromiso de acción en crear un mundo diferente, pero mejor. En sus propias palabras San Romero nos pregunta: «Hermanos/as, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque: ¿Con quienes estás bien?, ¿quiénes te critican?, ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división…» Interesante en todo esto es que San Romero fue criticado, rechazado, calumniado y asesinado por una cofradía diabólica compuesta por la oligarquía salvadoreña, la Junta Militar y el gobierno de Estados Unidos.
Curiosamente los mismos enemigos identificados anteriormente son los mismos enemigos que tienen la revolución Bolivariana en Venezuela y la revolución Cubana. Son los mismos enemigos que dieron el golpe de estado en la República de Haití. También son los enemigos de nuestros pueblos latinoamericanos quienes siguen viviendo en la opresión y exclusión social, política, económica, espiritual, entre otras. Y por supuesto, no hay excepciones para la realidad que se vive aquí en las entrañas del monstruo.
De aquí el que también crea que una práctica seria de los aportes de San Romero para una teología revolucionaria debe de tener la capacidad de condenar al capitalismo como un agente diabólico que confirma lo dicho en la Biblia; «el amor al dinero es la raíz de todos los males». También debe de tener la capacidad de condenar a los centros de adoración diabólicos como lo son el Pentágono, la CIA, el ALCA, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, NAFTA, y otros diablillos más que pululan en nuestros medios.
Por lo tanto, sigamos rescatando el legado histórico de los aportes de una teología revolucionaria que San Romero de Las Américas nos dio y continuemos nuestra lucha por la paz con justicia. Que no se nos olvide que San Romero vive y la lucha sigue.
Tomado del libro: Barrios, Luis (2008). Coquiando: Meditaciones subversivas para un mundo mejor. Santo Domingo: Editorial Búho.