Será que a la más profunda alegría me habrá seguido la rabia ese día la rabia simple del hombre silvestre, la rabia bomba, la rabia de muerte la rabia imperio asesino de niños -Silvio Rodríguez- Mientras transcurren en Venezuela, el intento de emboscada de la Guardia Nacional Bolivariana, el pedido enconado del vicepresidente de Estados […]
Será que a la más profunda alegría
me habrá seguido la rabia ese día
la rabia simple del hombre silvestre,
la rabia bomba, la rabia de muerte
la rabia imperio asesino de niños
-Silvio Rodríguez-
Mientras transcurren en Venezuela, el intento de emboscada de la Guardia Nacional Bolivariana, el pedido enconado del vicepresidente de Estados Unidos -Michael Richard Pence- para que se acabe con el «dictador Maduro» y vuelva la «democracia» a brillar en ese pedazo de «América», la autoproclamación como presidente de Juan Guaidó en el rincón de una plaza -casi sin un rastro de sonrojo en la piel- y la escalada de violencia en las calles; tengo en mis manos el largo dialogo que mantuvo Hugo Chávez con Ignacio Ramonet, publicado en 2013 como Hugo Chávez. Mi primera vida.
A la hora de responder Chávez no vacilaba, tal vez como continuidad de la conducta política con la que acostumbraba moverse. En un tramo de esa conversación, Ramonet le pregunta por las «utopías», rápidamente el ex presidente desgrana un pensamiento llano y certero: «sencillamente yo me proponía relanzar la «utopía bolivariana» que era como el Ave Fénix latinoamericana, estaba ahí desde hacía casi dos siglos, de vez en cuando renacía pero siempre la volvían a sepultar…«i.
Chávez fallece en 2013 y seguramente los festejos en el norte no escatimaron en celebrar esta tristeza tan al sur. Lamentablemente para el imperio, muerto el perro no se acabó la rabia.
¿Qué pasa en Venezuela?
Lo que sucede por estas horas en Venezuela, no es otra cosa que el desencadenante de una dualidad spinoziana que rodea a toda América Latina: vivimos bordeando el miedo, al tiempo que nos congrega una profunda esperanza (una utopía diría Chávez). Digámoslo más claro, hasta la llegada de Hugo Chávez al poder, Venezuela era de los patios traseros más dilectos de Estados Unidos, entre otras cosas por su dichosa virtud geográfica: ser la mayor reserva de petróleo del mundo, además de poseer valiosos minerales, territorio, y otras apetencias. Desde 1998 en adelante, el chavismo se transformó en la síntesis política de las rebeliones venezolanas, las del Caracazo primero en 1989 y la de los militares nacionalistas en 1992, desde ahí las cosas cambiaron. El miedo y la esperanza fueron juntos.
La Revolución Bolivariana, a paso firme puso patas arriba el viejo consenso neoliberal en su país. Entre otras cosas, modificó la Constitución, reinventó una nueva idea de democracia popular y participativa, avanzó en la nacionalización de recursos estratégicos, la propiedad social/comunitaria de la tierra y otros activos, descentralizó para desburocratizar, propuso un Estado comunal, desde los Consejos a las Comunas, desde el viejo Estado a la prefiguración de otra estatalidad al servicio de su pueblo; pero sobre todo introdujo una nueva política petrolera soberana en Venezuela, enfrentando tecnocracia, oligarquía e intereses foráneos. Allí empezaron sus penurias.
Golpe de Estado
Todo latinoamericano o latinoamericana que se precie de ello y no sea antiimperialista, cae -cuanto menos- en una contradicción insalvable. En Venezuela, como dice un amigo, se vuelve a cumplir a raja tabla el relato de las venas abiertas de America Latina (no por nada Chávez le obsequiaría en su momento el ejemplar de Galeano al mismísimo Obama), la recolonización, el sabotaje económico y los golpes patronales están a la orden día.
Más de uno, mirando los medios hegemónicos de la derecha continental se «horroriza» por las consecuencias del bloqueo: crisis, desabastecimiento y emigración venezolana. Pocos con honestidad intelectual se cuestionan por las verdaderas causas: ese demencial bloqueo financiero y económico que el gigante gringo le impone a este pueblo. Todo cuanto se pueda decir de Venezuela, debe tener aunque más no fuera la «sombra» del imperio en los análisis. Criticar, repensar, discutir y opinar sobre la Venezuela chavista sin visibilizar el espectro del imperialismo a contraluz, es discurso estéril y abono para las derechas neoliberales en Nuestra America. Trump, Macri, Bolsonaro, Moreno, Duque, Piñera y Abdo Benitez, lo saben muy bien.
La genealogía de los golpes en America Latina tienen a EEUU detrás de cada uno de ellos, si hasta parece un insulto a la inteligencia de quienes intentar negar esta avanzada imperialista, el hecho de que sea Elliots Abrams, arquitecto de los golpes en Nicaragua y el Salvador en los años ´80 el que esté coordinando las acciones sigilosas por estos días. ii Pasó en Chile, como sucedió en el resto de America Latina, pero quizá la vía chilena al socialismo de Allende tuvo los prolegómenos mejor comparables con lo que vive la Revolución Bolivariana. El colapso económico inducido es la mejor forma de deslegitimar al gobierno.
Nadie puede negar que Maduro no es el Chávez del que comenzamos hablando aquí, como tampoco nadie que siga la realidad de este país, puede desdeñar el goteo de los gruesos errores internos que terminan por llenar la parte del vaso en Venezuela. Como dice Guillermo Ciezaiii el giro de la estrategia imperial a partir de 2015 apuntando a la desestabilización de la moneda y la capacidad de aprovisionamiento, también está vinculado con la reconversión de la táctica política que llevo a cabo el gobierno de Maduro desde su asunción: ha menguado la institucionalidad propuesta por Chávez, cuyo centro eran las Comunas y ha reflorecido el papel fuerte del viejo Estado, con rémoras burocráticas propias de todo aparato tradicional. De cualquier forma, parados frente a un golpe de Estado bestial contra un gobierno popular, reiteradamente legitimado en las urnas y en sus políticas sociales, el análisis de las falencias bien cabría para cuando la resistencia dé lugar a la corrección de los vicios actuales, o al menos tratemos de que caminen juntos, resistencia y análisis crítico.
¿Miedo o esperanza?
Eso que llamamos chavismo desde aquí, esta atravesado por un empeño cargado de esperanza, un deseo de romper con el mismo rentismo petrolero atado a la lucha anticolonial en pleno siglo XXI. Es el sustrato de esa fuerte utopia bolivariana que desborda su mismo territorio y salpica al resto de Nuestra America. Algo de eso hemos visto desde los tiempos en que se gestó el «No al ALCA» y lo observamos hoy, pese a que los medios no lo quieran mostrar el pueblo venezolano sigue movilizado y organizado en barriadas populares, consejos campesinos y milicias bolivarianasiv.
Mientras Estados Unidos apunta a generar un gobierno paralelo que le permita desconocer a Maduro, electo democráticamente el 20 de mayo de 2018, para concretar en Venezuela lo que se hizo en Libia, Irak, Afganistán, Siria y antes en las dictaduras latinoamericanas; los pueblos latinoamericanos se alinean con la resistencia venezolana por estos días y siguen atento los pasos que vendrán.
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* Oscar Soto es politólogo. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo. [email protected] / http://criticayresistencia.blogspot.com/
i Ramonet, I (2013) Hugo Chávez. Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet. Debate, Buenos Aires p.626
ii Elliott Abrams, veterano del intervencionismo en Nicaragua y El Salvador en los 80s, coordinará acciones de EEUU en torno a Venezuela https://www.aporrea.org/tiburon/n337525.html
iii Venezuela, desde el lado lleno de la copa http://contrahegemoniaweb.com.ar/venezuela-desde-el-lado-lleno-de-la-copa/
iv La trama social chavista https://www.pagina12.com.ar/171128-la-trama-social-chavista