Unir sin imponer ni diluir las diferencias, hacer de lo particular expresión común en el contexto general y reconocer el valor de toda la diversidad cultural es un gran reto; una utopía posible que inspiró a las grandes plumas de Nuestra América como Simón Bolívar, José Martí, Gabriela Mistral, Leopoldo Zea y Roberto Fernández Retamar, entre tantos otros. Esa misma es la encomienda que asumió para sí un grupo de intelectuales de diversas especialidades que soñó con una publicación periódica que diera lugar al diálogo plural y fraterno en el campo de las ideas, siempre buscando tejer una red colaborativa que unifique América Latina y el Caribe.
Así, en 1992, nació Archipiélago. Revista cultural de Nuestra América, editada con apoyo de la UNAM y la Unesco, bajo la dirección del doctor Carlos Véjar Pérez-Rubio, y que ahora cumple 31 años con la publicación de su número 121. Sus páginas son referentes de ese sueño e ideal de conjuntar las voluntades de todas las latitudes que conforman ese mundo de islas, naciones, regiones y continente, para dar luz a la multiculturalidad como la raíz compartida, donde la herencia milenaria, colonial y en construcción son sinónimo de un mismo ser, cuya definición rompe los moldes; el ser latinoamericano y caribeño, que hoy más propiamente refiere a seres heterogéneos que cohabitan historia y presente compartidos.
Archipiélago comenzó a navegar el mundo de las letras y las ideas en agosto de 1992, tras darse a conocer el número 0, una numeralia poco frecuente en publicaciones seriadas, pero que sirvió para dar tiempo a la maduración del proyecto y de los recursos humanos y económicos necesarios para esta empresa intelectual. En la editorial del primer número, aparecido en 1995, se lee: “Indiscutible es la unidadcultural de nuestros pueblos, producto de la síntesis de la culturaeuropea con las culturas autóctonas del continente americanoy, en algunos casos, con las africanas que se importaron a estastierras —la tercera raíz—. Peroindiscutible es también su diversidad, producto de una variadageografía e historia y de la singularidad de las mezclas”.
Las palabras son conciencia y la claridad es un manifiesto ético, Archipiélago nació para unir aquello que fue disuelto por los intereses imperiales y de quienes rehúyen al derecho a la existencia y a la diversidad, en sus páginas, durante estos 31 años, han navegado grandes plumas latinoamericanas y caribeñas, y se han analizado las temáticas más urgentes para el devenir presente y futuro, sin olvidar la importancia de la memoria como un elemento identitatio, pero también aglutinador y generador de compromiso, pues es en la memoria donde viven las culturas en su forma más fiel.
Las páginas de Archipiélago, número tras número, nos permiten admirar el mosaico del quehacer intelectual que discurre por las realidades y geografías de la región. Los grandes temas están presentes en plural: economías, políticas, religiones, sociedades, tradiciones, literaturas, filosofías, identidades, utopías, resistencias, memorias y sueños, entre tantos otros, y son el hilo conductor de ese diálogo unificador que tanto aporta para el bienestar de nuestros pueblos.
En la misma editorial, unos párrafos más adelante, puede leerse: “…nos identifica tambiénla rebeldía, la inconformidad conun destino manifiesto diseñado almargen de la voluntad mayoritaria”, y es que Archipiélago es también, desde su origen, un campo fértil de resistencia y rebeldía ante las hegemonías y los imperios. Las palabras tejen puentes y construyen otros mundos. Así, Archipiélago ha edificado un camino cultural e intelectual que trasciende y se suscribe ahora a la memoria de nuestras culturas.
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