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Archivo Bolaño

Fuentes: Diagonal

Visiten el caleidoscopio de Roberto Bolaño, su laberinto de marginalidad sin etiquetas. Una exposición en Barcelona se lo pone más fácil aún.

Que la literatura y la poesía de Roberto Bolaño (1953-2003) tienen una trascendencia que va mucho más allá del valor estrictamente literario, y que aunándose constituyen un manifiesto total en el que tienen cabida propuestas estético-políticas y morales de un posicionamiento vigoroso y radical, es algo indiscutible o lo va sabiendo, poco a poco, todo el mundo.

Lo que quizá no sabe todo el mundo y debería saber es que con motivo del décimo aniversario de la muerte del escritor, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona ha inaugurado en Barcelona una primera muestra de su archivo personal -que se puede visitar hasta el 30 de junio de 2013-: una cuidadosa extensión de su archivo familiar -objetos, cuadernos, recortes de periódico, escritos inéditos- además de una avispada puesta en escena por parte del comisariado: Juan Insua y Valerie Miles.

Pero volvamos a la propuesta estético-política del escritor. Justo al inicio del recorrido nos encontramos ya con algunas de sus obsesiones: un material audiovisual que mezcla escenas de la masacre de Tlatelolco, la caída de Allende y El triunfo de la voluntad de Riefenstahl. La violencia, el totalitarismo y la exploración del mal, unidos al maltrato de la historia latinoamericana más reciente preocuparon siempre al escritor chileno, y fueron motivos de peso en Estrella distante, La literatura nazi en América o en 2666, y en muchos otros libros más, pues la obra de Bolaño se ramifica constantemente y sus motivos aparecen y desaparecen ahora aquí, ahora allá. Importante: el trauma y el rencor hicieron que Bolaño fuese un desvergonzado deseoso de escapar de «la vergüenza psicopatológica de su país» -y de eso encontramos numerosos ejemplos en una recopilación de escritos que editó el crítico Ignacio Echevarría y que se llama Entre paréntesis o en alguna de las entrevistas en formato digital accesibles en este archivo-, el Chile nocturno de Nocturno de Chile, ese pasillo de una geografía esquizofrénica castigado por la dictadura pinochetista y al que Bolaño se refirió como su infancia. Y no sólo en Chile, sino en EE UU también se ha captado el mensaje y la denuncia del escritor chileno: «El espectáculo del terror latinoamericano es parte de nuestra locura, y para bien o para mal es uno de los elementos que hacen la obra de Bolaño tan irresistible aquí», dice Barbara Epler, primera editora del autor en ‘yanquilandia’.

Otro elemento que definió a Bolaño fue la marginalidad. Viajó a lo Rimbaud, con ironía y perspicacia. Llegó a Barcelona en 1977 y siguió descubriendo a personajes disparatados. En el archivo vemos un par de fotografías de Jimmy y Pablito, un hombre alto y otro pequeño, a los que Bolaño se refiere como los pistoleros de las Ramblas. Amigo de la gente de la calle, se hizo un gran conversador. Alguien dijo que «a Roberto le encantaba conversar horas y horas con los camareros».

En el tiempo que estuvo viviendo en Blanes intimó, no sólo con camareros y pescadores, sino con jóvenes drogadictos casi sentenciados -motivo del relato La playa, por ejemplo-. Era la inagotable escuela de la vida, de la que él participaba porque él también era por entonces un personaje desconocido y arrinconado. El paso del anonimato al reconocimiento fue, obviamente, determinante. Bolaño empezó a ver recompensado su esfuerzo como trabajador de la escritura. Superviviente/escritor/superviviente, Bolaño habló así del tiempo: «El tiempo, que es un humorista de ley, me ha hecho ganar algunos premios importantes. Ninguno ha sido, sin embargo, tan importante como estos premios desperdigados por la geografía de España, premios búfalo que un piel roja tenía que salir a cazar pues en ello le iba la vida». Esto es lo revolucionario en Bolaño: «Déjenlo todo, nuevamente, láncense a los caminos». Es el manifiesto del infrarrealismo.

Volvamos a entrar al archivo. Distinguimos una placa correspondiente a Literatura para enamorados II (1979): «Éste es el juego. Muchos destinos. Es lo que te ofrezco. Es el único juego que un muchacho pobre se puede ofrendar a sí mismo, un tributo de nada«. Estibador de barcos, lavaplatos, vigilante en el camping Estrella de Mar, preso político ocho días en Chile hasta que dos policías, ex compañeros de colegio, lo sacan del meollo… Una precariedad y una marginalidad que son parte del mito, sí, pero motivo irreversible de su literatura también: «Compromé­tete, Roberto, con tu pobreza de espanto y con la pobreza de espanto que solidariamente te rodea. Estás en la parte más blanca de la ola… Comprométete, Roberto, a mirar» (Diario de vida. Poemas cortos II, 1980).

Hoy se ven carteles rojos por las avenidas de Barcelona que anuncian el nombre del autor de Los detectives salvajes. Del fracaso de la Revolución -con mayúsculas- forjó el concepto del resistente, aquél que a través de la literatura mostraba siempre su tensión con su sociedad. Por eso, cuando en Los detectives salvajes Arturo Belano y Ulises Lima miran al pasado buscando a Cesárea Tinajero, desarrollan un gesto estético revolucionario, puesto que es la modernidad la que está avanzando insulsamente hacia el futuro. En la escritura de Bolaño sólo podemos encontrar el riesgo de una derrota casi segura -la literatura es un oficio peligroso, hoy suicida-, pero también un inmenso motivo para ser feliz hasta el cuello y ver que todo es posible otra vez. Hay un archivo en Barcelona para visitar.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/culturas/archivo-bolano.html