El 26 de noviembre del año 2010 murió la maestra monaguense Argelia Velásquez. Su magisterio fue sinónimo de pedagogía para la liberación. Para ella toda la Patria era una escuela y por tal razón sembró valores e ideales de lucha revolucionaria en una Venezuela carcomida por el hambre. Argelia, nació el 2 de octubre de […]
El 26 de noviembre del año 2010 murió la maestra monaguense Argelia Velásquez. Su magisterio fue sinónimo de pedagogía para la liberación. Para ella toda la Patria era una escuela y por tal razón sembró valores e ideales de lucha revolucionaria en una Venezuela carcomida por el hambre. Argelia, nació el 2 de octubre de 1939 en Aragua de Maturín y constituyó una familia con el comandante guerrillero Américo Silva, con quien tuvo tres hijos. Fue además de educadora, periodista egresada de la Universidad Central de Venezuela, luchadora social, defensora de los Derechos Humanos y fundadora del partido Bandera Roja cuando éste enarbolaba las banderas de la lucha revolucionaria. Hasta el último aliento de su vida se mantuvo irreductible en la lucha por la emancipación de los pueblos. Fue, en términos bigottianos, una educadora, investigadora y agitadora. Impartió clases en Misión Sucre y aún inmovilizada en su cama hablaba sobre la trascendencia de radicalizar y erguir la lucha revolucionaria para lo cual consideraba fundamental maximizar el rescate de la memoria histórica de nuestro pueblo a fin de que esta sirviera como instrumento de formación política e ideológica.
Sobre las cartas que le escribía su esposo, el flaco Américo Silva, dijo «Palabras llenas de fe en el futuro y sobre todo, palabras pedagógicas que hacían creer en el ser humano, y en la fuerza de los pueblos y sus luchas. Palabras que hablaban de la necesidad del estudio para el avance de las personas y obtención del conocimiento como arma para enfrentar a los enemigos de clase. Palabras que sirvieron para entender el compromiso que como futura maestra tendría con un pueblo que necesitaba de personas diferentes que proporcionaran a sus hijos nuevas cosas hermosas y que hicieran ver al maestro de otra manera. No como el personaje castrador o el ogro que siempre castigaba y nunca premiaba o reconocía valores en los seres pequeños cuyo cuidado y formación les era confiada».
Argelia Velásquez, egresada de la Escuela Normal Soledad Clavier de Maturín, en su balance de 17 años dedicados al magisterio dijo: «de todos aquellos años de docencia, siento el orgullo personal de haber cumplido con el compromiso que me tracé en el sentido de dar jerarquía a la enseñanza de los valores éticos y morales, columna vertebral de la función docente y bases fundamentales de todo buen hombre y de toda buena mujer» y sobre la militancia política dijo «Es un deber de todo militante dar los aportes para enriquecer los procesos de cambios y ser motor en cada sitio donde viva o trabaje. El deber de todo revolucionario es generar condiciones para los cambios que requiere el pueblo en su ascenso hacia el socialismo y la vida. Ser revolucionario es una actitud de compromiso por la vida. Por tanto, la labor revolucionaria es de por vida».
Alí Ramón Rojas Olaya es Rector de la Universidad Católica Santa Rosa
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.