A ojos vistas, el capitalismo se halla en crisis desde hace… 500 años. Así es que en el futuro la humanidad será socialista o no será. ¿Y en tanto qué? Por su lado, la izquierda y anexos debaten acerca de si este futuro se realizará cuando las teorías revolucionarias cambien la realidad, o viceversa. Las […]
A ojos vistas, el capitalismo se halla en crisis desde hace… 500 años. Así es que en el futuro la humanidad será socialista o no será. ¿Y en tanto qué? Por su lado, la izquierda y anexos debaten acerca de si este futuro se realizará cuando las teorías revolucionarias cambien la realidad, o viceversa.
Las izquierdas imaginan el futuro desde… digamos que desde Maquiavelo (Florencia, 1469-1527). Primer politólogo de la modernidad, el gran florentino tuvo el acierto de probar que más allá de las grandes ideas, el buen político va de menos a más y toma sus decisiones con pragmatismo y amoralidad.
Con frialdad, el cálido Maquiavelo entrevió que la política es una técnica (o destreza) para negociar. Y si en el Estado moderno la negociación resultaba a la política lo que el oxígeno al pulmón, cabía preguntarse si la sociedad (cualquier tipo de sociedad) podía prescindir de ella.
Hablar de política es hablar del poder. Y en particular, del poder político que el Estado ejerce en la sociedad. No pocos intelectuales sostienen que así como la religión, la política es el opio de los pueblos
. Sin embargo, con el vertiginoso perfeccionamiento en la transmisión de imágenes y mensajes a escala planetaria, un nuevo actor se introdujo en la política de masas: el futbol profesional.
El futbol: ¿opio del pueblo? En los razonamientos esgrimidos, subyacen argumentos tan respetables cuanto elitistas. Respetables porque la realidad indica que la manipulación política del futbol despide fetidez. Y elitista porque la displicencia intelectual frente al futbol no sería aconsejable si se pretende cambiar la realidad.
Lo deseable es que el mundo sea mejor de lo que es. No obstante, avanzar con lo posible es tan legítimo como avanzar con lo deseable. ¿Posibilismo?
A ver: ¿es bueno o malo que en Argentina, por ejemplo, ya no exista pay-per-view para disfrutar en tiempo real los torneos nacionales de primera división, y los de la Copa Mundial de Futbol?
En agosto pasado, el Estado rioplatense celebró un acuerdo con la mafiosa Asociación del Fútbol Argentino (AFA), obligándola a reformular las pautas publicitarias y acordando un plan para la comercialización de los derechos de transmisión.
Al margen de los miles de millones en danza, la trascendencia del acuerdo fue de suyo. Porque así como las cláusulas que el Fondo Monetario Internacional impone a los países deudores, la FIFA tampoco tolera la intervención del Estado en los manejos de las federaciones.
El acuerdo no fue fácil. El Estado argentino tuvo que negociar con el padrino de la mafia futbolera Julio Grondona, presidente de la AFA desde 1979, y vicepresidente tesorero de la no menos mafiosa FIFA. Pero lo más importante es que el Estado quitó al grupo monopólico Clarín (equivalente de Televisa y Tv Azteca) un negocio multimillonario, modificando el modelo económico de la hiperlucrativa industria deportiva.
Entre 1991 y 2009, la economía del futbol argentino no sólo estaba condicionada por contratos de transmisión leoninos, sino que se diferenciaba de los mercados similares de Brasil, Chile y México, donde la principal fuente de ingresos son los derechos de televisación, seguida de la transferencia de jugadores. El esquema argentino era inverso: 34 por ciento de los ingresos totales provenían de las transferencias, mientras que la televisión aportaba sólo 19 por ciento (entradas, 5 por ciento).
A inicios del año pasado, todos los clubes de futbol argentinos estaban a punto de quebrar por los manejos dolosos de la AFA y Clarín. Ahora, con el acuerdo, recibirán el triple de ingresos, devengados de los derechos de comercializacion de los espacios publicitarios.
Un par de meses después del acuerdo, el Congreso aprobó la nueva ley de medios que, respecto del futbol, dice: «…los derechos exclusivos de transmisión no deberán perjudicar el derecho de los ciudadanos a seguir los partidos en directo y manera gratuita en todo el territorio nacional».
Curiosamente, los superintelectuales de izquierdas y derechas coincidieron en descalificar el acuerdo. Alzando las narices, lo tildaron de interburgués, estatista, intermafioso, demagógico. Pero ninguno de ellos tomó en consideración que 94 por ciento de los argentinos (estimado de aficionados al futbol), había descorchado una botella para festejar el fin del pay-per-view.
La presidenta Cristina Fernández recordó a sus críticos que «…el futbol no sólo es una pasión en Argentina. También es una marca registrada que nos identifica, y un negocio extraordinario que no necesita ser subsidiado por el Estado».
El acuerdo representó un claro acto de justicia social en un país donde 40 por ciento se debate en la pobreza, y donde a más del futbol normal
, se practica futbol femenino (13 clubes), futbol de salón, futbol de playa, futbol para ciegos y, desde 1991, futbol gay organizado por la Subsecretaría de Deportes de Buenos Aires, la Comunidad Homosexual Argentina y la AFA.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/06/30/index.php?section=opinion&article=023a1pol