A pesar de que la película no está exenta de rarezas, la descripción del Irán posterior al levantamiento de 1979 es brillante. Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Cuando los meses posteriores a la Revolución Iraní de 1979 me aproximaba a la puerta de salida del aeropuerto de Teherán lo hacía con miedo, aunque nada debía temer. Yo era un auténtico corresponsal de prensa que salía y entraba regularmente en la ciudad. Pero las preguntas que te hacían los matones de la seguridad iraní del aeropuerto eran tan intimidatorias, tan insidiosas, estaban tan repletas de sospechas, que sentías que, de no gustarles, tu inocencia no sería suficiente para salvarte. «¿Por que ha escrito que el Shah actuaba como el policía americano en el Golfo cuando torturó a tantos iraníes?
Ya habían hurgado en mi bolsa y leído copias de los teletipos enviados. Yo estaba utilizando irónicamente la palabra «policía». «¿Por qué se quedó dos semanas más de lo que permitía el visado original?». El ministro de asuntos exteriores me había concedido una prolongación legal. «¿Por que visitó Bandar Abbas sabiendo que existían instalaciones secretas en la región?»¿Por que se ha dejado la cámara?»
En Argo, la película de Ben Affleck candidata al Óscar, los gorilas del aeropuerto son igual de siniestros, el interrogatorio más perspicaz y las sospechas semejantes. Después de todo, tienen enfrente a un equipo de cine compuesto por seis robustos canadienses que se supone van a rodar un film de ciencia-ficción en Irán, aunque en realidad son diplomáticos estadounidenses que escaparon de la toma de la embajada norteamericana tras la Revolución. Sus cincuenta y dos compañeros fueron mantenidos como rehenes durante 444 días. En ese momento, los seis que no han sido descubiertos están intentando escapar. Ya tienen las tarjetas de embarque en la mano, pero a los muchachos de la Pasdaran (guardia revolucionaria islámica) no les gusta su aspecto. ¿Por qué iban a querer hacer los canadienses una película de ciencia-ficción en Irán? ¿Por qué solo se han quedado dos días en la república islámica? ¿Por qué se han perdido los originales de sus tarjetas de llegada de hace dos días? Como ya sabemos, ningun o de los seis tenían tarjeta de llegada pues todos estaban escondidos en la residencia del embajador canadiense.
Rarezas
A los pedantes como yo nos preocupan las rarezas. No recuerdo que los Pasdaran tuvieran ordenadores en el Aeropuerto Mehrabad en aquella época. Ni recuerdo tarjetas de embarque electrónicas. En Irán en 1979 manejábamos billetes de avión escritos a mano, con copias en papel carbón del documento original para cada tránsito.
Pero el verdadero problema de la película para puntillosos como yo, es que los seis diplomáticos camuflados y el agente de la CIA que les acompañaba no tuvieron ningún lío en el aeropuerto en la realidad. Los iraníes que trabajosamente reconstruyeron los documentos de la embajada que habían sido triturados -algo que realmente ocurrió- jamás llegaron a descubrir las identidades de los seis diplomáticos, como sucede en la película. Ni tampoco hubo guardias de la revolución que entraran en las pistas de estacionamiento del aeropuerto y persiguieron en vano a los fugitivos del vuelo de Swissair por la pista de despegue, con un camión repleto de hombres armados.
Aún es más grave que la película sugiera que embajada británica de Teherán rehusara la entrada de los seis cuando escaparon de su propia embajada. Además, los canadienses desempeñaron un papel mucho mayor en la liberación de los norteamericanos que la CIA. Pero, como suele ocurrir, los yanquis se llevan la mayor parte del reconocimiento, al igual que ocurrió con la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea… en fin, lo dejaremos así.
Toni Méndez -que es medio mexicano, aunque interpretado por Ben Affleck no lo parezca- es el héroe que consigue la máxima medalla de la CIA para operaciones clandestinas y que debe mantener en secreto. Le entregan la medalla y luego tiene que devolverla. Los iraníes deben adorar los mensajes escondidos en Argo. Pero yo tengo que confesar cierta simpatía por Affleck, el director y la estrella. Hizo un papel de héroe en la versión de semi-ficción de Pearl Harbor que rompió récords de taquilla después de los ataques del 11-S, una historia idealizada del ataque japonés a la armada estadounidense en 1941. Y debemos recordar que la versión producida por Hollywood en 1970, «¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!» reproducía fielmente cada detalle histórico del ataque. También funcionó bien en taquilla. Cuando el público va al cine quiere cine, no lecciones de historia.
Veracidad
Aunque Argo se desvía de lo sucedido durante la escapada de los diplomáticos, logra captar -de forma asombrosa y con una veracidad tremenda- el ambiente de sospecha y venganza salvaje del Teherán posrevolucionario. Los sospechosos de haber formado parte del antiguo régimen eran ajusticiados en los patios de las prisiones, suplicando entre patéticas sonrisas y un enorme temor a los hombres que estaban a punto de asesinarles. Había ejecuciones en las calles y cadáveres colgando de algunas grúas (aunque las primeras ejecuciones se realizaron en las cárceles reservando para los traficantes de drogas «declarados culpables» los colgamientos públicos.
Pero la neurosis esencial de un pueblo inteligente dirigido por un gobierno bárbaro se muestra de manera extraordinariamente realista. El aire siniestro con que el oficial de inteligencia iraní aborda al ama de llaves de la embajada canadiense, insistiendo en asegurarle que «conoce» su lealtad a los hermanos y hermanas iraníes, capta con exactitud el ambiente contaminado de lealtad y terror que pretendía provocar la revolución iraní. Ella es la auténtica protagonista de la película.
Al final la vemos llena de miedo y cubierta de polvo, cruzando la frontera hacia Iraq como refugiada (al Iraq de Saddam, ¡por el amor de Dios!) para escapar de su patria y sus perseguidores. Para ella no había tarjetas de embarque de primera clase en un vuelo de Swissair. Pero es un pedazo de película que acerca la realidad de Oriente Próximo al alma de los aficionados al cine, como ocurría asimismo con «Expediente Anwar» (Rendition) y algunos fragmentos de «Munich».