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Simposium Internacional “José María Arguedas en Cusco”

Arguedas y la lucha actual en defensa de nuestra cultura

Fuentes: Rebelión

(Redacción basada en la breve disertación dada el 2 de julio de 2011) El tayta comprendía muy bien que ante la violencia de la represión que nos aplasta, era inevitable y deseable la rebelión. Pocos días antes de su muerte mencionó que al escribir «Los Ríos Profundos» imaginó una rebelión indígena para obligar al cura […]

(Redacción basada en la breve disertación dada el 2 de julio de 2011)

El tayta comprendía muy bien que ante la violencia de la represión que nos aplasta, era inevitable y deseable la rebelión.

Pocos días antes de su muerte mencionó que al escribir «Los Ríos Profundos» imaginó una rebelión indígena para obligar al cura a realizar una misa contra la peste en su comunidad, y pensó que si así se rebelaban para exigir una misa, con cuánto ímpetu más se rebelarían contra la opresión de los gamonales.

Por eso le emocionó nuestra rebelión contra los hacendados a quienes quitaron las tierras los que las trabajaban. Arguedas quería mucho nuestra cultura, le apenaba su debilitamiento causado por la migración de los quechuas a las ciudades, entre otras cosas le preocupaba que nuestra lengua, oprimida, se fuera perdiendo. Esa paulatina aculturación ha continuado después de su muerte. Ahora hay una fuerte agresión a nuestra cultura. Debemos entender que cultura no es sólo la música, la danza, la lengua.

Es todo un estilo de vida. Llevamos la herencia de 10 mil años de cultura agrícola, somos uno de los 8 centros mundiales de especies comestibles domesticadas, nuestros antepasados nos han legado 182 especies domesticadas, tenemos 3 mil variedades de papa. Además está el conocimiento del manejo de la agricultura en los diversos pisos ecológicos andinos, con gran variedad de microclimas.

Toda esa cultura al servicio no sólo de nosotros, sino de la humanidad, está gravemente amenazada por la voracidad de las grandes compañías multinacionales que gobiernan el planeta a través de su política neoliberal, para cuya práctica ponen de rodillas a los gobiernos del mundo.

Atacan nuestro ámbito agrícola en nombre del «progreso» (progreso de los caudales de dichas compañías).

Considero inseparable recordar a Arguedas y apoyar las actuales luchas en defensa de nuestra cultura.

Ataques a la naturaleza

Son muchos los ataques del gran capital a la naturaleza: La energía atómica, la emisión de gases de efecto invernadero, la perforación de la capa de ozono, la pesca de arrastre, la construcción de autopistas, etc. En el Perú los principales son:

Minas a cielo abierto.- Son más perjudiciales que las de socavón, pues destruyen una montaña para sacar un poco de metal. Roban el agua de la agricultura y del uso directo y le agregan sustancias químicas para extraer el metal, muchas de esas sustancias son venenosas y matan plantas, peces , el resto de la fauna acuática y seres humanos. A veces tienen estanques donde acumulan los relaves con el agua usada, muchas veces éstos se desbordan envenenando ríos, otras veces éstos se envenenan por las filtraciones subterráneas. Por eso es completamente correcta la voz «¡Vida Sí Mina No!».

Centrales hidroeléctricas.- Que en mínima escala son usadas por las familias en forma doméstica, aunque ese es el pretexto para construirlas. Su destino fundamental es la gran empresa, incluyendo la minería.

Roban el agua de uso doméstico y el usado por la pequeña agricultura que nos da el alimento diario. Además el cambio del curso de los ríos es un ataque a la naturaleza que altera el clima (caso de Canchis en el departamento del Cusco). Por otra parte, en el caso del proyecto de Inambari, debía desalojarse centenares de familias campesinas, indígenas y no indígenas, de sus hogares y tierras de cultivo, pertenecientes a tres departamentos a los que los mantienen, para construir una gran represa, con el objeto de dar electricidad a Brasil.

Agroindustria y la industria de crianza de animales.- Está constituida por la llamada «industria alimentaria» y por el cultivo de «agrocumbustibles» que sirven para alimentar a los carros.

Es gran depredadora del medio ambiente, porque usa grandes extensiones para cultivar año tras año el mismo cultivo (monocultivo) y por el uso intensivo de agroquímicos (fertilizantes, insecticidas, herbicidas). Con esto mata el suelo cultivable, mata la flora y mata la fauna (mueren las aves porque no hay insectos) pero no le importa matarlo, porque después irá a otro país u otro continente para seguir matando el suelo. En general trabaja para la exportación, por ejemplo cultiva espárragos y alcachofas, que usan mucha agua, se beneficia del TLC con Estados Unidos para pagar poco o ningún impuesto de importación a ese país.

Roba el agua de agricultores que trabajan para alimentarnos (caso de Espinar en el Cusco que lucha contra el proyecto agroindustrial de Majes -Sihuas).

Otro daño de esta industria es que, a diferencia del pequeño productor agrícola que mejora su producción atendiendo a las necesidades del consumidor, la agroindustria usa la técnica y la ciencia para aumentar la ganancia del gran capital, sin importarle si mata al consumidor. Por ejemplo hay una hormona que ponen a las vacas para que den más leche, esa hormona produce cáncer a quien toma la leche, pero eso no importa, la ventaja es que da más dinero al dueño de las vacas. Esto sucede con toda la «industria alimentaria», está provocando muchos males a los consumidores. Quienes nos alimentamos de los productos de los pequeños campesinos tenemos la ventaja de estar libres de ese peligro, pero no totalmente, pues usamos aceite, gaseosas, y algunos consumen mantequilla, pollos «de fábrica» y comida chatarra.

(En el Cusco sé qué comer: tarwi (chochos), qañiwa, kiwicha, quinua, que me nutren magníficamente y en forma sana. Cuando estoy en Europa ya no sé qué comer Los supermercados me proveen de productos agroindustriales muy atractivos a la vista, pero mortales.)

Por último la agroindustria superexplota a los trabajadores agrícolas pues ha conseguido una legislación muy discriminadora contra ellos.

Resistencia

Todos los habitantes del país somos víctimas de este ataque, sin embargo, quienes reaccionan y luchan contra él son los directamente agredidos, los campesinos; entre ellos, quienes más luchan, son las poblaciones indígenas como los awajun y wampis en Bagua y los aymaras y quechuas en Puno. En la población urbana tenemos los casos de Moquegua y Tacna.

La lucha de los indígenas es fuerte, pues la agresión no es sólo económica sino que destroza su mundo, tritura su cultura agrícola. Al quitarles el agua y el territorio, les quita su mundo, extermina su cultura. Los expulsa a las ciudades para convertirlos en vendedores ambulantes, prostitutas y ladrones. Ahí tendrán que avergonzarse y olvidar su idioma, su música, sus bailes, su fraternidad. Muchos en las ciudades se resistirán a abandonar su cultura, pero deberán nadar contra la corriente.

El ataque del gran capital contra los indígenas no es sólo contra la naturaleza, es también contra su organización comunal, colectivista, solidaria y democrática («ayllu» en quechua y aymara). No fue casualidad que Fujimori en el Perú y Salinas en México dieran casi simultáneamente leyes para disolver las comunidades, ni es casual que entre los decretos ley de Alan García unos ataquen a la naturaleza y otros a la comunidad. Los patrones de Fujimori, Salinas y García, saben que la comunidad es la herramienta de defensa de la naturaleza.

Esa defensa indígena de la Madre Tierra ha resonado en el mundo. Los catalanes ecosocialistas hablan de «Pachamama» (Madre Tierra en quechua), la revista de los Verdes en Francia se llama «Pachamama».

El ataque a Pachamama fortalece al ayllu. Fortalece el criterio del llamado «buen vivir», el criterio ético de que la felicidad no consiste en la acumulación de riqueza económica sino en vivir satisfactoriamente. Fortalece el amor a los antepasados y descendientes, pues se piensa que lo que nos dejaron nuestros mayores tenemos que legar a nuestros descendientes y por lo tanto es nuestra obligación defender esa herencia con nuestra vida. Crece el respeto a la diversidad pues el awajun entiende que el shipibo y el machiguenga son sus compañeros de lucha y por lo tanto sus hermanos.

¡Cuán feliz se sentiría el tayta José María al ver que la defensa de Pachamama está vigorizando los otros aspectos de nuestra cultura! ¡Cuán feliz se sentiría al ver que es cada vez menos la vergüenza y cada vez es mayor el orgullo de sentirse indígena! Cuán feliz se sentiría de comprender que no sólo el indígena recupera y fortalece su cultura, sino que la humanidad ha llegado a una etapa en que si no asume como suya la cultura indígena, no sobrevivirá 100 años más.

Los amos del mundo, las grandes compañías multinacionales, no piensan detener el calentamiento global ni los otros ataques a la naturaleza, su único principio sagrado es ganar la mayor cantidad de dinero posible, en el menor tiempo posible. Probablemente les molestará el que sus nietos ya no van a tener agua, pero ¿Qué van a hacer?, no por esa «pérdida colateral» van a dejar de cumplir su gran principio moral. No podemos esperar nada de los gobiernos que no son más que sus sirvientes, aunque sean de «izquierda» como Bachelet en Chile, Zapatero en España o Papandreou en Grecia.

La única esperanza es que la humanidad asuma la ética indígena y así podrá salvarse. Afortunadamente algo de eso estamos viendo: En Alemania, una cadena humana de 120 kilómetros obligó a

La Merkel a prometer que cerrará las plantas atómicas. ¡Así se defiende a Pachamama! En Santiago y todas las grandes ciudades de Chile hubo gigantescas manifestaciones que lograron que se anule el proyecto de hacer 4 hidroeléctricas en la Patagonia. Entró una cabalgata a Montevideo para protestar por el deterioro de la naturaleza. En días pasados los italianos se enfrentaron valientemente a la policía en contra de la instalación de un tren de alta velocidad en Val di Susa que atacaría a la Madre Naturaleza.

¿Y el ayllu? Lo hemos visto en forma gigantesca derribar las dictaduras de Túnez y Egipto. Lo hemos visto en Puerta del Sol, Madrid y varias plazas españolas gritando «¡Democracia real ya!». Lo hemos visto en la Plaza de Sintagma en Atenas. Lo hemos visto hace pocos días en el barrio de Lavapies en Madrid expulsando a la policía que pretendió capturar un indocumentado. Todo el ayllu del barrio se levantó en defensa de un «aylluruna» (miembro del ayllu); al grito de «¡Ningún ser humano es ilegal!» sus «ayllumasikuna» (compañeros de ayllu) hicieron correr a un gran contingente policial.

¡Cuánto le alegraría al tayta José María esa extensión planetaria de la cultura indígena, de la ética indígena!

Lastimosamente en el Perú la mayoría de la gente urbana todavía ve como ajena a ella la lucha de los pueblos indígenas en defensa del agua y de la madre tierra.

Convoco a ustedes a iniciar ese trabajo didáctico. Impulsemos acá en el Cusco urbano un movimiento de apoyo a las valientes luchas de Canchis y Espinar.

» ¡Qosqomantan paqarinan chay sonqo chhafchiriyqa!»

» ¡Perunintimantaq mast’arikunan»!

» ¡Es del Cusco que debe brotar ese sacudimiento de corazones!»

» ¡Debe extenderse por el Perú entero!»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.