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Una Solución a la Tragedia de los Comunes

Arraigando Nuestra Cultura

Fuentes: Rebelión

En el Altiplano de la región Ixil de Guatemala existen algunas de las praderas más ecológicamente prístinas que se pueden encontrar en la tierra. Estas praderas, lejos de ser una naturaleza virgen, son más bien los pastos comunales que los mayas ixiles han cuidado y administrado colectivamente por más de 2.000 años. La ironía es […]

En el Altiplano de la región Ixil de Guatemala existen algunas de las praderas más ecológicamente prístinas que se pueden encontrar en la tierra. Estas praderas, lejos de ser una naturaleza virgen, son más bien los pastos comunales que los mayas ixiles han cuidado y administrado colectivamente por más de 2.000 años. La ironía es que, según una de las teorías sociales más influyentes hoy en día, estas prístinas tierras comunales deberían haber sido ecológicamente devastadas años atrás.

La teoría de la Tragedia de los Comunes fue articulada por primera vez en 1968 por el profesor de la Universidad de California, Garret Hardin. La definición más comúnmente aceptada de la tragedia de los comunes es: «Una situación en la cual varios individuos, motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido limitado (el común) aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto, les convenga que tal destrucción suceda.»

El ejemplo que utiliza Hardin es precisamente el de las tierras de pastoreo común. Hardin predijo que si el pasto era tierra comunal, entonces los pastores individuales inevitablemente intentarían aprovechar esa tierra mediante el aumento de su manada individual sin tener en cuenta los efectos nocivos del exceso de pastoreo en las tierras compartidas o en sus pastores compañeros. Debido a que cada pastor individual intentaría lo mismo, se deduce que, finalmente, el bien común sería devastado a causa del sobre-pastoreo y se convertirá en tierra baldía.

Hardin basa su teoría en un supuesto de la naturaleza humana, es decir, que somos criaturas naturalmente egoístas sólo capaces de buscar nuestro propio interés personal. En su ejemplo sobre los pastos comunales, concluye que es «el pastor racional» que debe seguir su propio interés personal para aumentar su rebaño, equiparando así la racionalidad con el interés propio.

Los pastos comunales del pueblo Ixil, por citar sólo un ejemplo, es prueba suficiente para refutar la «inevitabilidad» de «La Tragedia de los Comunes». ¿Por qué entonces esta teoría ha ganado tanta atención hasta el punto de que, según el Banco Mundial, es «el paradigma dominante dentro de la cual los científicos sociales evalúan los problemas de los recursos naturales»?

Según Ian Angus, editor de Clima y Capitalismo, «El éxito del argumento de Hardin refleja su utilidad como una explicación pseudo-científica de la pobreza y la desigualdad; una explicación que no cuestiona el orden social y política dominante.» El argumento de Hardin proporcionó una justificación académica para la naciente «ética» capitalista que indica que el egoísmo individual es necesario para incrementar el bien común, además de ofrecer una solución para evitar la supuesta tragedia de los comunes.

La privatización ha sido la solución más elogiada para enfrentar los problemas muy reales y tangibles que nuestro mundo enfrenta. Según el profesor Jonathan Tomkin de la Universidad de Illinois,

 «No puede haber una tragedia de los comunes si no hay bienes comunes. Por tanto, si un recurso puede ser privatizado…ahora vemos una alineación entre los intereses del individuo y los intereses a largo plazo, porque nadie quiere destruir este recurso. Más bien, quieren guardarlo para el próximo año o para la próxima generación.»

¿Es la privatización una manera viable para hacer frente a problemas globales como el cambio climático, que parecen tener su origen en una tragedia de los comunes?

Dos problemas principales vienen a la mente. En primer lugar, la mentalidad antropocéntrica junto con la mentalidad consumista que domina nuestra cultura occidental, ven el mundo natural como nada más que un banco de recursos para ser extraídos y explotados para el avance y desarrollo de la especie humana (o al menos para el segmento de población que se beneficia de esa forma de pensar). Según el famoso naturalista Aldo Leopold, «Abusamos de la tierra porque la consideramos como una mercancía que nos pertenece.» Cuando la tierra es reducida a nada más que una mercancía a los ojos de la sociedad, la privatización sólo puede conducir a la destrucción.

En segundo lugar, nuestras acciones inevitablemente se derivan de la mentalidad detrás de ellos. Al fondo de la mentalidad capitalista, el objetivo no es proteger y preservar el mundo natural, sino explotar temerariamente un lugar hasta que no da para más, antes de pasar al siguiente banco prometedor de recursos. Ian Angus añade que «los propietarios capitalistas…no van a sobrevivir en el negocio si no maximizan sus beneficios a corto plazo. Si el etanol promete ganancias más grandes y más rápido que los bosques tropicales de siglos de antigüedad, los árboles se caen.» La «ética» capitalista de la máxima ganancia a corto plazo, junto con la privatización de los bienes comunes, es una receta para el desastre en el plano ecológico.

Si la privatización no es una solución, podríamos preguntarnos ¿Cómo han podido los mayas ixiles evitar la tragedia de los bienes comunes?

Contradiciendo la idea de Hardin sobre la naturaleza humana, el escritor Daniel Quinn dice que,

 «No hay nada fundamentalmente malo con las personas. Dada una historia que los pone de acuerdo con el mundo, van a vivir en armonía con el mundo. Pero teniendo una historia que los pone en desacuerdo con el mundo, vivirán en desacuerdo con el mundo. «

El pueblo maya ixil, como la mayoría de los pueblos indígenas, tienen una historia que los pone de acuerdo con el mundo; una historia muy diferente de la que rige la sociedad globalizada y consumista en que vivimos.

Denis Blamont, de la Asociación de Pueblos de Montaña del Mundo, señala que: «En nuestra experiencia de trabajo con las poblaciones indígenas de todo el mundo, nos encontramos con que casi todos los pueblos indígenas comparten creencias comunes. Una de estas creencias es que la tierra es considerada como un regalo para las futuras generaciones, un regalo que debe ser preservado.»

En el caso de la Maya Ixil, tres características de su historia son especialmente importantes para la conservación de su tierra de pastoreo común y su estilo de vida comunitaria: una organización comunitaria autónoma que rige la vida comunitaria, arraigo e identificación con un territorio y un lugar específico, y un estilo de vida definido por las limitaciones justas y necesarias.

Cada comunidad en la región Ixil se rige por su propio consejo de ancianos; las mujeres y hombres que han sido elegidos por la comunidad por su sabiduría ancestral y su dedicación inquebrantable a mantener los valores tradicionales de la comunidad. Estos ancianos ejercen su liderazgo en casos que van desde la violencia doméstica hasta la regulación del uso de las tierras de pastoreo. Justicia que se administra a nivel local por los ancianos respetados de la comunidad es mucho más probable que se observe y respete, y por lo tanto es capaz de evitar los problemas relacionados con el interés egoísta que la tragedia de los comunes considera inevitable.

Por otra parte, el pueblo Ixil está íntimamente ligado a las tierras que han habitado desde hace más de 2.000 años y que en conjunto poseen. Esta conexión, junto con una fuerte determinación para defender su territorio de la codicia de numerosas empresas transnacionales mineras e hidroeléctricas, ha llevado al pueblo Ixil a vivir un estilo de vida definido por limitaciones justas y necesarias que aseguren el bienestar ecológico de sus tierras.

Cuando se le preguntó sobre el posible problema del sobre pastoreo de las tierras comunales que Hardin considera como inevitable, la autoridad ancestral Ixil Diego Ceto de la comunidad de Sumal, Nebaj declaró que, «Nuestra gente no tiene suficientes recursos (económicos) para comprar la cantidad de ovejas necesario para dañar a los pastos». El estilo de vida sencillo y digno de los campesinos ixiles crea limitaciones que les permitan vivir de manera sostenible en los ecosistemas de las tierras ancestrales. Las limitaciones, sin embargo, son la antítesis de lo que exhorta a la sociedad moderna de consumo.

Aunque Kofi Annan cree que «Argumentando en contra de la globalización es como argumentar en contra de las leyes de la gravedad», tal vez la mejor manera de lidiar con la supuesta tragedia de los comunes es tratar de cambiar la escala de nuestras vidas y nuestras sociedades.

Una solución radical, entonces, sería la creación de un nuevo paradigma civilizacional donde conocemos a nuestros vecinos, como lo hacen las personas ixiles. El escritor y agricultor Wendell Berry dice que vivimos en un mundo «dominado por una economía global que no pone ningún valor en la comunidad o la coherencia de la comunidad. En esta economía, cuya actividad consiste en poner en contención las cosas que van juntos, no puedes hacer nada más divisivo que hacer valer los reclamos de la comunidad.»

El principal reto de nuestra sociedad, entonces, es «re-localizar» y arraigar nuestra cultura y nuestras vidas a un lugar determinado, definido en la medida en que podemos identificar con ella y sentir los lazos de pertenencia. Tenemos que volver a crear un sentido de comunidad que, en palabras de Wendell Berry, «es la condición mental y espiritual de saber que el lugar es compartido, y que las personas que comparten el lugar definen y limitan las posibilidades de cada uno».

Al estar conectado a un determinado lugar y sentir los lazos de responsabilidad y la moderación recíproca de las limitaciones necesarias que viene con la pertenencia a la comunidad, podemos encontrar la prerrogativa de encontrar soluciones locales basadas en la comunidad para la gestión sostenible de los recursos comunes.

Nuestro principal reto, entonces, es dejar de lado una historia relativamente nueva que nos ha definido como personas ajenas que actúan por puro interés propio, y aprender de la historia que aún se mantiene viva entre la gente como el maya Ixil, una historia que insiste en que podemos actuar «de acuerdo con el mundo.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.