Más de 200.000 personas, según las cifras de los organizadores, despidieron a la dirigente comunista Dolores Ibárruri «Pasionaria» en el día de su funeral. La crónica del diario El País del 17 de noviembre de 1989, firmada por los periodistas Javier Rivas y Juan González Ibáñez, informa de decenas de miles de personas cantando «La […]
Más de 200.000 personas, según las cifras de los organizadores, despidieron a la dirigente comunista Dolores Ibárruri «Pasionaria» en el día de su funeral. La crónica del diario El País del 17 de noviembre de 1989, firmada por los periodistas Javier Rivas y Juan González Ibáñez, informa de decenas de miles de personas cantando «La Internacional» en la madrileña Plaza de Colón; el féretro fue trasladado a hombros en los tramos inicial y último del recorrido, entre la sede del PCE y el Paseo de la Castellana.
El poeta Rafael Alberti hizo lectura de un poema que dedicó a «Pasionaria», y el entonces secretario general del partido comunista, Julio Anguita, pronunció un discurso de despedida. Entre los invitados de la tribuna se hallaban el ministro del Interior y cofundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Tomás Borge, la dirección del PCE y la familia de la fallecida. La multitud tardó dos horas en recorrer el itinerario de un kilómetro, destacaron los periodistas. El grito de «¡No pasarán!», que la presidenta del PCE popularizó durante la guerra de 1936 o la canción «Sí, veremos a Dolores caminar, las calles de Madrid», de Ana Belén, elevaron más aún el punto de emotividad durante el acto.
La fotografía «Adiós a la Pasionaria» (1989), de la reportera gráfica leonesa María Flórez, capta uno de los instantes del recorrido fúnebre. La imagen se incluye en el Catálogo titulado «Ni cautivos ni desarmados: Arte, memoria y dolor versus política», publicado por la Universitat de València; en el catálogo, de 200 páginas, se recogen las obras expuestas durante tres meses en el Centre La Nau de la Universitat, cedidas por la Asociación 9915 y la Colección Martínez Guerricabeitia. Comisariada por el crítico de arte Alfonso de la Torre, integraron la exposición más de 60 obras principalmente fotográficas, pero asimismo de dibujo, pintura, escultura y audiovisuales. La imagen de María Flórez forma parte de la colección Alcobendas. En la muestra de la Universitat de València se expusieron otras dos fotografías de la reportera y Premio Nacional de Periodismo en 1981: «Las dos Españas» (1979), en la que pueden apreciarse las figuras de Santiago Carrillo y el líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar; y «Dolores y Alberti» (1979).
Otra de las fotografías que figuran en el catálogo es la del «Che» Guevara en Madrid, tomada en junio de 1959 por el fotorreportero César Lucas Escribano, quien se iniciaba en Europa Press. Fue en la Ciudad Universitaria; se da la circunstancia que el galeno y líder revolucionario tenía interés en visitar la Facultad de Medicina. Un artículo de Carlos Fuentes publicado en la revista ZoomNews (marzo de 2013) explica el contexto de la fotografía, en plena dictadura franquista. El «Che» se dirigía a El Cairo, en su primera gira diplomática internacional para trabar relación con los Países No Alineados. Hizo una parada técnica en Madrid. Un mes antes el gobierno revolucionario había aprobado la Ley de Reforma Agraria, en la que el «Che» participó de modo activo. Hicieron el recorrido en diferentes taxis Ernesto Guevara, sus escoltas, César Lucas y Antonio Olano, periodista del diario Pueblo. Eran las siete de la mañana, y el fotorreportero «tiró» 42 fotos (cuatro rollos de película) en blanco y negro con su cámara «Rolleiflex».
«Era una imagen con algo de surrealismo; en aquellos momentos mucha gente no conocía la cara de los revolucionarios cubanos, sólo sabían que eran barbudos», contó años después a Fuentes el autor de las fotografías. Éstas no llegaron a publicarse en la época, sino años después, en 1996, en el proyecto «Las fuentes de la memoria». Actualmente el retrato forma parte de la colección Himalaya-Julián Castilla. De vuelta a La Habana, el «Che» Guevara pasó de nuevo por Madrid. La tercera vez ya fue de incógnito, bajo el disfraz del ciudadano uruguayo «Ramón Benítez», cuando en 1965 se dirigía al Congo. «No era muy hablador, sí buen observador, con preguntas interesantes», constató César Lucas. El franquismo le había concedido al «Che» un permiso de 20 horas, siempre que no participara en actos políticos.
El recorrido podría continuar con el cineasta, escritor y fotógrafo Carlos Saura, autor de un trabajo documental sobre la España de los años 50; la serie fotográfica es consecuencia de los viajes que realizó en la época. En el Catálogo de la Universitat de València figuran cinco fotografías de la serie: «El rastro» (1954), «La tarde del domingo» (1955), «Monjas viajeras» (1955), «Niños pidiendo limosna» (1955) y «El regreso de Buñuel a España» (1962). La exposición «Carlos Saura. España Años 50», abierta al público hasta el tres de septiembre en el Museo Cerralbo de Madrid, describe del siguiente modo las imágenes: «Una España mísera, de pueblos con calles sin asfaltar, con casas de adobe y piedra, de campesinos que se resguardan del frío con mantas; de mendigos, de mujeres vestidas de negro; pero también una España de gentes abiertas, sencillas y trabajadoras». Además de dirigir películas como «La caza», «Cría cuervos» o «¡Ay Carmela!», Saura trabajó de reportero gráfico: cubrió los festivales de Música y Danza, de Granada y Santander. Alguna de sus imágenes, destaca la citada exposición, se publicaron en la portada del diario ABC.
Es la misma sencillez que transmite la joven miliciana retratada por Alberto Korda, fusil en ristre, durante el desfile del Primero de Mayo en la Plaza de la Revolución de La Habana, en 1962. No se incluye en el Catálogo, pero el gran fotógrafo de la Revolución Cubana hizo otra célebre fotografía a una joven miliciana, en esta ocasión con su anillo. También a guerrilleras y campesinas. A las concentraciones de la Plaza de la Revolución, Korda acudía con varias cámaras; «Una para fotografiar a Fidel y a los otros líderes y oradores; y otra con la que se ponía a buscar, entre el grupo de personas, a las mujeres», contó la hija del fotógrafo, Diana Díaz, a la periodista de TVE Laura G. Torres.
Algunas de las fotografías se construyen a partir de un gesto mínimo, pero que socialmente se considera «ilegal» y «subversivo». Éste es el caso de la serie «Dónde dormir», obra del artista Eugenio Ampudia y realizada durante ocho años. La primera obra del conjunto, fechada en 2008 e integrada en la colección Pilar Citoler, tuvo como escenario el Museo del Prado. Allí, bajo «Los fusilamientos del tres de mayo», de Goya, el mochilero enfundado en su saco de dormir pasó la noche. No se trata de una acción banal: «Se esconde una posición política y de resistencia hacia ciertas ficciones sociales o convencionalismos», destaca el autor. En 2009 el «gesto» y la fotografía se trasladaron a la Alhambra de Granada; en 2013 a la Feria ARCO de Madrid, con el fin de «resignificar un espacio dedicado al mercado, en un contexto elitista dedicado exclusivamente a las últimas tendencias del arte contemporáneo». El destino siguiente fue la Biblioteca del Palacio Nacional da Ajuda, en Lisboa; en 2015, el Palau de la Música de Barcelona; La última pernoctación de Eugenio Ampudia se produjo en 2016 en el Museo Anahuacalli de Ciudad de México, diseñado por el muralista Diego Rivera.
En 1996 el fotógrafo y pintor Simeón Saiz Ruiz presentó por primera vez en la galería madrileña Fúcares la exposición «J’est un je». Se trataba de un conjunto de cuadros de gran formato sobre las guerras de Yugoslavia, que acontecieron entre 1991 y 2001. Se presentó como una serie inicial de diez pinturas, en las que el autor «distorsionaba» las imágenes tomadas de la televisión y los periódicos; sin embargo, los procedimientos pictóricos fueron dejando paso a la imitación del píxel televisivo. En todo caso, el eje de las representaciones fueron la guerra, la violencia, la identidad y la muerte. Ejemplo de trabajos de Saiz Ruiz son «Matanza de civiles en Sarajevo por proyectiles caídos junto al mercado principal el lunes 28 de agosto de 1995; víctima en la barandilla»; la obra, de 1998, toma como punto de partida una imagen de Televisión Española. Otros motivos reflejados por el artista son un «error» de la OTAN en Grdelica (Serbia) al atacar un tren de pasajeros en abril de 1999; dos niñas víctimas de proyectiles de mortero o una mujer croata muerta sobre una alfombra, víctima de un comando bosnio, a partir de imágenes de Antena 3.
La muestra y el Catálogo de la Universitat de València incluyen «Víctimas del bombardeo de la cárcel de Istok, en Kosovo» (1999). «Guantánamo», de Joan Fontcuberta, un fotomosaico digital que representa una celda de la prisión estadounidense; dos obras del Equip Realitat: «Entierro del estudiante Orgaz» (1965-1966) y «Las trincheras del frente de Extremadura» (1975); otras dos del Equip Crónica: «Espectador de espectadores» (1972) y «Caballero» (1981); además «Primera Página» (2011), de Nuno Nunes-Ferreira; «Los niños de la guerra» (1955), de Antonio Suárez de Arcos; y del mismo autor, «Presentación del Guernica a la prensa» (1981). Asimismo piezas clásicas como «Muerte de un miliciano» (1936), de Robert Capa, entre otras.
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