El 9 de marzo se cumple un mes de que el gobierno de Estados Unidos declarara un «estado de emergencia por amenaza inusitada y extraordinaria que representa Venezuela para la seguridad nacional del país.» Sabemos la gravedad que significa esta declaración, deberíamos saber que no es una sorpresa porque el gobierno de E.U. y sus […]
El 9 de marzo se cumple un mes de que el gobierno de Estados Unidos declarara un «estado de emergencia por amenaza inusitada y extraordinaria que representa Venezuela para la seguridad nacional del país.» Sabemos la gravedad que significa esta declaración, deberíamos saber que no es una sorpresa porque el gobierno de E.U. y sus agencias, con la colaboración del imperialismo europeo y de las plutocracias y oligarquías venezolana y latinoamericanas, han, por más de 15 años, tratado de destruir el proyecto bolivariano. Lo mismo que han hecho durante 55 años con la revolución cubana para lo que han usado también todas las formas y métodos -desde los más criminales y groseros hasta los más hipócritas, sin haber logrado su cometido. Esta agresividad última directa del gobierno de E.U. contra Venezuela no es, entonces, una acción espontánea sino debidamente premeditada.
Varios analistas de izquierda han venido expresando, en opiniones y artículos, que se trata de una política irreflexiva y no debidamente planeada, y hasta incluso algunos han definido esta última agresividad como una «metida de pata» del gobierno imperialista, quizás porque en los últimos tiempos Estados Unidos ha mostrado incapacidades y falta de criterio en la geopolítica global. Aun cuando conoce a América Latina y la entiende como su territorio de dominación y sabe muy bien quienes están a su lado y quienes no lo están. Este incremento de la agresividad contra Venezuela es un paso más; otros intentos de derrocar al gobierno bolivariano han fracasado, por lo que amenazar Venezuela tiene que haber sido explorado, quizás hasta consultado, con los gobiernos de confianza que los E.U. tienen en el continente latinoamericano, por ejemplo, los miembros de la Alianza del Pacifico (México, Colombia, Perú y Chile) una alianza política disfrazada de económica impulsada por E.U., o con el gobierno de Panamá, país anfitrión de la próxima Cumbre de la Américas y camaleón disfrazado de «imparcial» pero totalmente al servicio de Estados Unidos.
Las declaraciones de rechazo a la amenaza estadunidense contra Venezuela, por parte de organizaciones de países latinoamericanos, son positivas para Venezuela, es positiva también la recolección de firmas de rechazo a la injerencia americana en Venezuela aquí en Canadá por ejemplo -donde es la única protesta permitida a nivel federal en el país. Pero la solidaridad de los gobiernos del ALBA es la única confiable para Venezuela. La UNASUR y la CELAC tendrían que haber sido capaz de reunir a todos sus presidentes miembros, como lo hizo el ALBA, y declarar en conjunto y de frente con los rostros visibles de los gobiernos latinoamericanos, incluso deberían de haber pedido una reunión de emergencia en la OEA. Pero, en cambio se delegó el rechazo y se llamó a un «diálogo» -pero ¿de que se va a dialogar? Los enemigos internos y externos de Venezuela quieren destrozar su constitucionalidad usando abiertamente la conspiración y el crimen, no dan espacio al dialogo. El ataque diario contra Venezuela tiene su expresión escrita obsesiva más notable en los tres pasquines principales de España que son parte de la campaña de odio y desprestigio contra Venezuela, similar sólo a la que Cuba ha sufrido estos últimos tiempos.
Esta amenaza del gobierno de Estados Unidos contra Venezuela es ilegal y carece de argumentos, pero no por ello, como dijo un analista latinoamericano, es imposible que termine en un bloqueo naval o económico contra Venezuela. La oportunidad de demostrar rechazo y hacer presión contra tales políticas Estadunidenses, se da durante la VII Cumbre de las Américas a realizarse en Panamá los días 10 y 11 de Abril próximos. La Cumbre es parte de la agenda política imperialista de Estados Unidos por lo que rechazarla y presionar en solidaridad con Venezuela boicoteando la Cumbre sería una forma práctica de darle definitivamente a entender a los Estados Unidos que los países latinoamericanos no toleran su injerencia. Pero los países latinoamericanos parecen no ver, o no querer ver, el papel que tiene la Cumbre y hasta Venezuela misma -atacada y en peligro, acudirá a la cita con Obama. Bien sabemos que las Cumbres no son más que eventos imperiales, donde la figura central además de ser Obama son los oportunistas, disidentes y mercenarios venezolanos y cubanos que el imperio destaca, y que la Falsimedia mundial ha de poner al centro del evento como si fueran relevantes. Y entre los presidentes latinoamericanos que asistirán a la Cumbre, como se ha dado ya antes, estarán sin duda quienes se excitan con la pura oportunidad de hacerse ver por Obama, ridículos unos, serviles otros, vasallos la mayoría, que si hablan algo de inglés se acercaran al emperador para decirle alguna bobada, bobadas y rostros que Obama con total seguridad olvida minutes después de terminada la Cumbre, quizás antes, quizás nunca los nota. Porque las Cumbres existen para eso, para garantizar -como todos los eventos imperiales, que todo sigue igual, que no hay gran novedad y el imperio sigue estable.
El plan actual de Estados Unidos, con el apoyo del imperialismo europeo y de las oligarquías del continente latinoamericano, es claro: la prioridad en América Latina es terminar, destruir, el proyecto bolivariano de Venezuela a como dé lugar. Para los demás países del ALBA esta destrucción sería quizás fatal para su propia existencia. Estados Unidos ha actualizado su estrategia con Cuba buscando otros acercamientos pero no abandonando su meta de destruir la revolución. El gobierno lulista de Dilma Rousseff en Brasil también está en la mira, aunque se comporta como un buen neoliberal, corrupto y todo, y aunque si bien no ataca a Venezuela tampoco la defiende, esto primero, no atacar a Venezuela, es suficiente para que Brasil pierda el favor imperial porque los Estados Unidos desea tener un México en América del Sur. El imperio ve a Argentina en forma similar, pero usa contra estas tácticas incluso más destructivas y peligrosas; entonces, aunque el gobierno argentino ha tratado de mantener un balance con Estados Unidos y con Venezuela, el gobierno de Argentina no ha dejado de ser un objetivo a destruir.
El contexto mundial en el que América Latina existe, es uno en el que el imperialismo occidental no acepta la autodeterminación, ni de Latinoamérica ni de otros; efectivamente occidente se muestra sin duda intolerante con Rusia y con China aunque estas son dos potencias nucleares -y de hecho países totalmente capitalistas también. Ni en Rusia ni en China queda casi nada de sus sistemas social-económicos anteriores; pero occidente no ceja en su política de acoso sin duda frustrado por no haber podido copar el sistema político de las dos potencias, una tarea pendiente que puede poner en peligro al mundo. Occidente no ha podido instalar un gobierno lacayo en estos dos países y parece imposible que lo logre ahora que la decadencia económica se transforma cada vez más en decadencia civilizatoria occidental. Hugo Chávez, líder fundador del proyecto venezolano bolivariano, visionaba esta situación; su estrategia fue desarrollar oportunidades de independencia para América Latina involucrando a China, Rusia e Irán. Su foco fundamental han sido los países latinoamericanos grandes, como Brasil y Argentina, que Chávez consideraba tenían que estar en una sola línea para asegurar que la unión fuera verdadera; pero lo que se ha logrado no parece suficiente y en el presente existe quizás más retórica que unión real.
En Latinoamérica el sometimiento al imperialismo occidental ha sido gratuito, incluso costoso; la historia muchas veces prueba que un conjunto de países o naciones puede acercarse al dominador para sacar alguna ventaja, para ganar prebendas. Pero la historia de las oligarquías Latinoamericanas ha sido de sometimiento incondicional donde incluso se sacrifican recursos en una relación totalmente desigual. La unidad latinoamericana es esencial, porque país a país el imperio avasalla, pero le sería más difícil avasallarnos en grupo. Una Latinoamérica unida podría hacerse respetar, hacer imposible que medios de comunicación serviles levante calumnias e injurien a líderes de valor, sería imposible que se implementaran acciones ilegales y criminales o que se conspire a diario como se hace contra Venezuela, o contra quien el imperio decida. No habría espacio para que el imperialismo intentara, y menos organizara, golpes de estado contra líderes políticos elegidos legítimamente, pero estos se vienen repitiendo, incluso en los últimos años, igual que se han dado por un siglo con consecuencias aterradoras para los latinoamericanos que les toca vivirlos.
Los poderosos, los ricos, los aristócratas y sus secuaces, han, por miles de año, degenerado la humanidad, torciéndole el destino a la especie humana, que es una especie creadora, han destruido nuestro medio ambiente para su enfermizo beneficio, han tratado de abatir la felicidad espontánea y la seguridad de los hombres y mujeres comunes, le han robado el futuro a los niños y niñas a través de la colonización para esclavizarlos. Es una infamia, aparte de una injusticia, que un gobierno y su pueblo, como Venezuela, tenga que vivir defendiéndose las 24 horas del día de la infamia, simplemente por tratar de levantar un proyecto propio, que si bien no es perfecto es un proyecto humanitario y de justicia para los venezolanos y una inspiración para Latinoamérica toda. Entonces, es también una vergüenza para nuestro continente y para el mundo aceptar o permitir la agresión contra Venezuela, como lo es también aceptar o permitir las agresiones de occidente contra tantos otros países. ¿Acaso no tiene valor hacer el bien? ¿Qué civilización estamos defendiendo, la del mal?
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