Estoy encantado con las declaraciones del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que ha tildado de «incalificable atentado» la violenta agresión sufrida por la presidenta de Vox en Cuenca. También con que las autoridades se vayan a tomar el «máximo interés» y vayan a actuar con la «mayor diligencia» para resolver el caso. ¿Cómo no […]
Estoy encantado con las declaraciones del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que ha tildado de «incalificable atentado» la violenta agresión sufrida por la presidenta de Vox en Cuenca. También con que las autoridades se vayan a tomar el «máximo interés» y vayan a actuar con la «mayor diligencia» para resolver el caso. ¿Cómo no estar de acuerdo con el ministro en que estos hechos son un ejemplo de «lo contrario que desea una sociedad democrática, plura l y responsable»?. Ahora, para que mi entusiasmo sea completo, solo me falta que el ministro se tome el mismo interés por el otro salvaje atentado que 24 horas antes sufrió un joven homosexual en el recinto ferial de Almería, cuando se encontraba con su pareja en la parte de atrás de la caseta del colectivo Colega. Ambas agresiones son igualmente condenables, pero es preciso destacar que los violentos se ensañaron particularmente con el joven andaluz, que ha tenido que pasar dos días hospitalizado con fracturas en la mandíbula y en una mano.
Según el último informe del Observatorio de Redes contra el Odio, elaborado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), sólo el 20% de las víctimas de la violencia motivada por la intolerancia a la identidad sexual se atrevió a presentar una denuncia, y aún así, el Ministerio del Interior registró 273 agresiones por esta causa en el año 2014, una cifra que destaca frente a las 84 que se produjeron por racismo o xenofobia.
Que tres sinvergüenzas agredan brutalmente a la portavoz de un partido político, sea el que sea, es motivo de condena, interés y preocupación. Pero esta condena, interés y preocupación, deberían multiplicarse por 273 en el caso de las agresiones motivadas por la intolerancia a la identidad sexual, y eso si nos quedamos sólo con los datos que reconoce el propio Ministerio del Interior. Las víctimas de los delitos de odio por LGTBfobia se merecen la misma atención, diligencia y solidaridad por parte del ministro que las que ha sido capaz de mostrar por la portavoz del partido Vox. A no ser que al final, los atentados realmente «incalificables» en nuestro país no sean los que sufren los políticos de derechas, sino aquellos que se cobran como víctimas a los gays, lesbianas y transexuales.
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