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Auschwitz, 80 años

Fuentes: Rebelión

«El fascismo es un cáncer que prolifera rápidamente, y su regreso nos amenaza: ¿es mucho pedir que nos opongamos a él desde el principio?», Primo Levi (1919-1987): 

Entre los griegos existía la creencia de que los dioses les provocaban ceguera a aquellos cuya perdición buscaban. Así por ejemplo, la introducción del caballo de madera en la ciudad de Troya cuando esta fue asediada por los aqueos: el que cuatro veces el caballo se detuviera en seco durante el traslado escuchándose ruidos metálicos en su interior y las advertencias de la adivina Casandra no fueron suficientes para disuadir a los troyanos de la acción que causaría la ruina de la ciudad, tan obcecados estaban.

Fue el propósito que la experiencia de la deportación aportó a la vida de Primo Levi: dar testimonio, para que el horror que a él le tocó vivir por causa del nazismo no vuelva a suceder. Los ochenta años transcurridos desde la liberación del campo de concentración de Auschwitz (27-01-45), sin embargo, no nos condujeron a inmunizarnos contra el cáncer del fascismo. Porque el de Primo Levi no fue el único testimonio y tampoco faltó documentación y evidencia física de todo tipo que respalden lo manifestado por víctimas sobrevivientes. También en este caso, las advertencias fueron en vano. Pero esto no podemos achacárselo a los dioses.

El capitalismo, y también el fascismo, que es el rostro sin máscara del capitalismo (y «potencia negativa siempre actual», escribe Rocco Carbone) son ambos enemigos de la vida, y de lo que se trata es de navegar en sentido opuesto: pulsión de vida (Eros) contra pulsión de muerte (Tánatos). La pulsión de muerte y destrucción que anida en el fascismo es evidente en su radical negación -tendiendo a la eliminación- de la otredad (socialistas, judíos, homosexuales, etc.) mientras que la pulsión de vida impulsa a los individuos hacia la unidad por la senda del amor, la amistad, la creación. La barbarie del siglo XX tiene su expresión extrema en los campos de concentración y exterminio nazis. El fascismo se constituye a partir de la figura del enemigo, sin «enemigo» no hay fascismo: con meridiana claridad lo expresa Primo Levi cuando escribe que compartiendo la suerte de todos los judíos de la Europa invadida por los nazis, él se «convirtió» en «el otro», esto es, extraño, o sea enemigo. Pero no menos revelador es ese otro párrafo en el que señala que en Italia fue donde tuvo lugar «el primer experimento europeo de asfixia del movimiento obrero y de sabotaje de la democracia»: el fascismo. Y, claro, es aquí es donde radica la posibilidad de una correcta comprensión del fenómeno.

Como forma particular de la reacción, ¿cuál es la particularidad del fascismo? Para Primo Levi, la negación, en la teoría o en la práctica, de la fundamental igualdad de derechos entre todos los seres humanos. En línea con lo expresado por Kant en su imperativo categórico, que propone actuar siempre de tal forma que uno pueda desear que nuestra acción se convierta en ley universal, de manera de usar siempre la humanidad como un fin y nunca como un medio porque si el hombre existiera solo como un medio, ello significaría actuar bajo el imperio del egoísmo o la esclavitud: a través de esta fórmula, se lograba el respeto a los demás y a uno mismo. La plena realización del fascismo del que fue víctima Primo Levi dio lugar al nacimiento del más brutal de los sistemas esclavistas, la consagración del privilegio, la desigualdad y la ausencia de libertad. Y la negación, por los regímenes fascistas, de esta fundamental igualdad de derechos, solo puede apoyarse en la violencia (eliminación de opositores, del «enemigo») o el fraude, para convencer de que el atropello es legítimo y que bien lo vale para forjar un destino de grandeza y prosperidad. Coacción y persuasión, las dos fuerzas operativas sobre las que trabaja Gramsci el concepto de hegemonía. Primo Levi dio testimonio y lo hizo de manera ejemplar. Su intenso humanismo se resentía de toda injusticia cometida en cualquier lugar y lo llevó a expresarse en estos términos: «Todo aquel que regrese para contar masacres de mujeres y niños, a manos de quien sea, en cualquier tierra, en el nombre de toda clase de ideologías, es nuestro hermano, y nuestra solidaridad está con él.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.