Para intentar acercarse a la comprensión de lo que está pasando en Brasil, hay que acercarse primeramente a las demandas de las masas en movimiento. La primera fue la derogación del aumento del precio del transporte público, cosa, por cierto, ya conseguida. Una típica demanda desde la izquierda. Una segunda exigencia de esas masas en […]
Para intentar acercarse a la comprensión de lo que está pasando en Brasil, hay que acercarse primeramente a las demandas de las masas en movimiento. La primera fue la derogación del aumento del precio del transporte público, cosa, por cierto, ya conseguida. Una típica demanda desde la izquierda.
Una segunda exigencia de esas masas en movimiento es la gratuidad plena del transporte público. Pero tomando en cuenta que éste es un servicio operado por capitalistas privados, es claro que la satisfacción de esa solicitud pasa necesariamente por la municipalización del servicio de transporte público. Otra típica demanda socioeconómica de la izquierda.
En la lista de exigencias clásicamente de izquierda de la sociedad brasileña se encuentra la de una ampliación y mejoría de la educación pública laica y gratuita, desde el jardín de infantes hasta los estudios universitarios.
Esas masas movilizadas exigen, igualmente, frenar un proyecto de ley de la derecha religiosa fundamentalista que pretende considerar legalmente a la homosexualidad como una enfermedad, como una patología mental. Esta demanda de freno a esa ley ultrarreaccionaria es, evidentemente, una postura histórica de izquierda. De la izquierda brasileña y de la izquierda mundial.
También demandan esas heterogéneas masas en movimiento corregir la absurda e injusta asignación del presupuesto público que ahora destina a la organización y al desarrollo del campeonato mundial de fútbol casi el doble de la cifra dedicada al combate contra el hambre y la pobreza. Esta demanda, desde luego, nunca provendría de personas u organizaciones de derecha. Se trata de una posición de indudable carácter izquierdista. Y lo mismo puede afirmarse de las exigencias populares de mejores servicios públicos.
Esta revista al catálogo de demandas del movimiento social brasileño en curso demuestra palmariamente que se trata de una movilización de izquierda, una movilización que se ha colocado a la izquierda del gobierno izquierdista de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (de históricas tendencias de izquierda) y del ex presidente Lula (emblema de la izquierda brasileña y latinoamericana).
Pero como la derecha, brasileña y mundial, y el imperialismo son insomnes, luego de sus iniciales condenas al movimiento, quieren ahora aprovecharlo para tumbar a Rousseff y sacar del poder al Partido del Trabajo. Y ya están llamando al golpe de Estado para derrocar al gobierno.
Dilma ha respondido con rapidez y ha ofrecido diálogo y reformas. Ha cesado la sanguinaria represión inicial del movimiento y dice mirar con simpatía las demandas de la gente movilizada. Si la presidenta procede como dice, Brasil acelerará su transformación en sentido progresista y popular.
Mas si ella o Lula o el partido ambos responden con demagogia y sin atender las demandas populares le estarán abriendo la puerta a la derecha para su retorno al poder. Y eso sería una catástrofe no sólo para Brasil, sino para Latinoamérica y el movimiento progresista y revolucionario mundial. Y, consecuentemente, una victoria para el imperialismo yanqui.
Para evitarlo, Dilma, el Partido de los Trabajadores y Lula tendrían que ponerse a la cabeza de las demandas populares de carácter claramente izquierdista. Eso les brindará apoyo para no ser derrocados.
EU y sus aliados internos trabajan para llevar la marea social en curso al derrocamiento del gobierno de Dilma y al retorno de la derecha neoconservadora al poder. La presidenta y la cúpula gubernamental deberán trabajar para que esa marea social no sea desviada en beneficio de los intereses de la derecha criolla y de EU. Avanzar por la izquierda es el único camino para evitar el retroceso.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
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