Con insistencia la derecha repite la falsa idea de que aquel que recuerda la historia es alguien que vive en el pasado. ¡Qué gran disparate! Quien desconoce su historia puede interpretar el presente completamente al revés de lo que realmente es, y tendrá grandes dificultades para entender el porqué de las cosas que presencia cada día.
Los actos que vemos a diario obedecen a intereses de personas, grupos, comunidades, consorcios, empresas o gobiernos. Unos intereses pueden ser opuestos a otros, ya que lo que beneficia a ciertos sectores puede resultar en perjuicio para otros. Por ejemplo, alguien puede tener interés en quedarse con una parcela de tierra y sostener que la adquirió hace años atrás. Por su parte, otro individuo puede afirmar que la misma es su herencia. Los estados resuelven este dilema, apelando a un conjunto de reglas previamente establecidas (leyes) y consultando la historia. En algún registro oficial debería existir algún o algunos documentos, formales y válidos, que cuenten acerca de quién es el propietario actual y quienes fueron los anteriores. Si ello no ocurre, un engaño puede acontecer y adjudicarle la propiedad a quién realmente no es su dueño. Esa documentación no es más que un registro de la historia. Reflejan lo que sucedió con dicha zona geográfica y su vínculo con la propiedad.
No conocer la historia puede conducir a no reconocer la identidad real. Si de pequeños nos separan de nuestros progenitores y quienes llegan a sustituirlos, nos repiten que son nuestros reales padres, existen amplias posibilidades de que creamos tal mentira por mucho tiempo, incluso de por vida entera. Y no sería la primera vez que un enemigo de alguien, le quita su prole y los cría como si fueran propios. Arrebatarles sus hijos y engañarlos hasta voltear las cosas y hacer que detesten a sus verdaderos padres, es parte del daño pensado que se le haría a alguien. Esto no es algo imaginario ya que en el cono sur de nuestro continente, las dictaduras de derecha han fomentado tales secuestros de niños y aún hoy, hay que involucrar a tribunales para que exijan la aplicación de pruebas de ADN para resolver este tipo de hechos.
Más grave aún es hacer que un pueblo olvide su historia. Puede intentarse hacerle creer que abracen unos valores, ideales y aspiraciones que resulten completamente opuestos a lo que sus antecesores desearon para los seres que hoy o mañana lo conformarán. El pueblo hebreo sabe esto muy bien y los grupos sionistas, que hoy dirigen la nación judía, son los primeros en mantener que no se desconozca su historia. Les enseñan a sus hijos la historia y hasta la entremezclan con sus libros sagrados, no históricos, para inculcar que Dios les ha dado tal ámbito territorial como promesa y que ello justifica que saquen por fuerza a quien se encuentra en ella. También nos cuentan con fervor e interés, el holocausto judío que los nazis produjeron y se aprovechan de tal tragedia para justificar cualquier accionar político que realicen ¿permitirá Hollywood y otros sectores mediáticos que la civilización olvide los judíos asesinados durante la WWII?
De modo pues, que esta es una forma como hoy actúa la derecha; repite frecuentemente que la historia induce a vivir de espaldas al presente y al futuro, pero se sostiene en hechos históricos. A menudo falsos, para apuntalar su doctrina. Por ejemplo, se mantiene aislada a Cuba del continente americano porque una condición histórica conocida como la guerra fría, así lo estableció. Y aunque el mundo de hoy no se ajusta al conflicto frío entre EEUU y la Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (CCCP/URSS), de hecho estas últimas ya no existen bajo tal agrupación de naciones, aún mantienen vigente la sanción. En forma semejante, el Reino Unido retiene un viejo colonialismo en las islas Malvinas, bajo su peculiar interpretación de hechos pasados, que les adjudican una falsa soberanía territorial.
Y qué escribir de ¿cómo los historiadores de derecha relatan la revolución francesa?, ¿la revolución de los soviets?, o ¿de un Guillermo Morón tildando de barragana a la bella y valiente oficial del ejército patriota e independentista Manuela Saénz? ¿Qué pensar de un Elías Pino Iturrieta acomodando convenientemente las palabras de Simón Bolívar para contradecir la advertencia que nos legó acerca de los Estados Unidos de América?
Pero ¿es que no acabamos de ver cómo la derecha venezolana nos cuenta lo sucedido en el 11, 12 y 13 de Abril del 2002 en nuestro país? ¿acaso no hemos sido testigos de cómo los golpistas de la derecha fascista trastocaron los hechos para llegar a voltear lo que sucedió? ¿es que no observamos a Capriles Radonski, Leopoldo López, Víctor Manuel García, Enrique Mendoza y muchos otros más, negando por completo lo que hicieron en esa época, incluso aunque ello esté grabado en vídeos y ese contenido se nos repite a diario?
Obviamente en los medios de derecha no se nos repetirá la verdad, al contrario se insistirá en la tergiversación. Y si nos descuidamos, nos la transformarán en el relato oficial. Luego la denominarán con algún texto breve y grabarán en la memoria colectiva para que nadie recuerde más allá de la designación. Por ejemplo «Día de la raza», aunque una gran cantidad de venezolanos nunca sabían a qué raza se refería tal día, pero celebraban el 12 de Octubre.
Por todo esto sostenemos que es frecuente que la derecha mienta con la historia y se asiste de ella cuando ésta le conviene. Pero cuando la misma le niega la razón apela al terrible engaño de pedir que se pase la página para no anclarnos en el pasado. Zoquete aquel que caiga en esa burda mentira, y no estudie a cabalidad la historia, ya que hasta Miguel de Cervantes Saavedra, en el Quijote nos recalcó lo contrario, al escribir: «HISTORIA, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir…«.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.