Murió Viglietti. Murió Mercedes Sosa. Murieron Galeano y Fidel, y hace tiempo había muerto el Che. Murieron 30.000. Murió Santiago Maldonado. Víctor Jara, Violeta Parra, Salvador Allende y Neruda están muertos en Chile. Murieron Hugo Chávez y Kirchner. Las madres y abuelas se irán muriendo de viejitas. Serrat y Les Luthiers se reciclaron. Muchos, quizás […]
Murió Viglietti. Murió Mercedes Sosa. Murieron Galeano y Fidel, y hace tiempo había muerto el Che. Murieron 30.000. Murió Santiago Maldonado.
Víctor Jara, Violeta Parra, Salvador Allende y Neruda están muertos en Chile. Murieron Hugo Chávez y Kirchner. Las madres y abuelas se irán muriendo de viejitas.
Serrat y Les Luthiers se reciclaron. Muchos, quizás la mayoría, se reciclaron. Yo no me reciclo, tú no te reciclas, él, ella y ellos se reciclan.
Vivimos tiempos de negación; tiempos de empresarios y de cínicos, de emprendedores exitosos. Tiempos de democracia dolorosa.
No son tiempos de generales como los de antes, villanos fácilmente identificables. Vienen a escarmentarnos, a quitarnos la épica. No sólo la contemporánea sino también la más lejana, la de los héroes escolares que habrían tenido culpa de ser revolucionarios. Tiempos de desgrasar de militancia, de campañas del desierto educativas. Tiempos de delación y de afirmaciones incomprobables emitidas con igual fuerza que las comprobadas. De invocaciones impúdicas a cadáveres congelados, de desfiles descarados de carapintadas.
Tiempos de banalidad televisiva, de discursos presidenciales epidérmicos que degradan la política. De detenciones ilegales, de linchamientos mediáticos, de simulación de disturbios para justificar represiones. Tiempos en que muchos nos miran como a bichos raros que añoramos un pasado que no debe volver o que procuramos un futuro que, por rescatar ese pasado, no puede tener lugar. Tiempos de gatopardismo explícito, en que conservadores se reúnen en un partido con nombre de cambio, para no cambiar nada que no sea retroceder. Tiempos que buscan monocordia.
El voto popular ha elegido una Argentina atendida por sus dueños, un país-empresa donde los patrones prometen gobernarnos en equipo, con piedad y condescendencia festiva, siempre que aumenten sus enormes privilegios. Y quien no acepte la conciliación de clases es culpable de ahondar una grieta que daña el entusiasmo y el optimismo necesarios para adormecer conciencias.
En estos tiempos sucios, no nos queda otra cosa que hacer lo que nos enseñó la historia y nos cantó el uruguayo Daniel: ayúdeme compañero; ayúdeme, no demore, que una gota con ser poco con otra se hace aguacero.
Alberto Kornblihtt: Biólogo molecular argentino, Dr. en Ciencias Químicas, Lic. en Ciencias Biológicas. Investigador superior del Conicet, Docente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Director del Instituto CONICET-UBA.