El año económico de Brasil termina en decepción, con críticas generalizadas a la gestión del ministro de Hacienda, Antonio Palocci, y especialmente al Banco Central, acusado de exagerar con las altas tasas de interés. La caída de 1,2 por ciento del producto interno bruto (PIB) en el tercer trimestre frente al período anterior fue la […]
El año económico de Brasil termina en decepción, con críticas generalizadas a la gestión del ministro de Hacienda, Antonio Palocci, y especialmente al Banco Central, acusado de exagerar con las altas tasas de interés.
La caída de 1,2 por ciento del producto interno bruto (PIB) en el tercer trimestre frente al período anterior fue la gota que convirtió en críticos a economistas que apoyan la política de metas inflacionarias, adoptada por el gobierno anterior y extremada por los colaboradores del presidente Luiz Inácio Lula da Silva desde 2003.
El estancamiento se reflejó en el desempleo invariable de 9,6 por ciento durante los últimos tres meses, sin la reducción usual por el aumento del consumo de fin de año. La expansión de la actividad económica se limitaría a 2,5 por ciento este año y será un poco mayor en 2006, según la mayoría de las estimaciones.
«Viejos críticos», como Fernando de Carvalho, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, han condenado siempre la política económica basada sobre metas inflacionarias como una «trampa» que impide un buen crecimiento por muchos años.
Ese régimen concedió autonomía de hecho al Banco Central para ejercer la política monetaria, como si elevar la tasa de interés fuese una «decisión técnica» solo para contener la inflación, cuando es una medida que también destruye empleos, y resulta «trágico que Palocci y Lula parezcan desconocer ese hecho», afirmó el economista a IPS.
Al menos, se abandonó la propuesta de formalizar por ley la independencia del Banco Central, una iniciativa que «no volverá por un buen tiempo», se consoló Carvalho.
Durante los últimos dos años y medio, el Comité de Política Monetaria, conformado por el presidente y los siete directores del Banco Central, se constituyó en una permanente fábrica de frustraciones para el sector productivo, al fijar mensualmente la tasa básica de interés siempre por encima de lo esperado, trabando las inversiones destinadas a expandir la actividad económica.
La actual dirección del Banco Central empezó en 2003 elevando a 26,5 por ciento anual su tasa Selic (Sistema Especial de Liquidación y Custodia) que remunera títulos de cortísimo plazo, para combatir una inflación que había sido de 12,5 por ciento en 2002, y la turbulencia generada por el ascenso, por primera vez en Brasil, de un gobierno de izquierda.
La autoridad monetaria inició la reducción gradual de la tasa apenas en junio de 2003, pese a la recesión económica que alejaba el riesgo de un nuevo brote inflacionario por aumento de demanda. Se perdió así una gran oportunidad de bajar más los intereses e impulsar la economía, evaluó Joao Sayad, quien fue ministro de Planificación en los años 80.
La tasa Selic bajó gradualmente hasta 16 por ciento el año siguiente, para volver a elevarse a un máximo de 19,75 por ciento en mayo de este año. Con ese vaivén de los intereses, el PIB se estancó en 2003, cuando aumentó solo 0,5 por ciento, creció 4,9 por ciento en 2004, y vuelve a un mediocre desempeño este año.
Mientras, la inflación bajó de 9,3 por ciento en 2003, a 7,6 por ciento el año siguiente. Y todo el esfuerzo de 2005 buscó limitarla a 5,1 por ciento, pero se estima que llegará a cerca de 5,7.
Además, los altos intereses contribuyen a sobrevaluar el real frente al dólar, poniendo en dificultades a la producción exportable, pese al abultado superávit comercial que sería de más de 44.000 millones de dólares este año. En el sur del país, cerró una planta industrial de calzados, y la producción agrícola retrocedió respecto de años anteriores.
Este fue un año «absolutamente trágico», según Antonio de Salvo, presidente de la Confederación de la Agricultura y la Ganadería de Brasil. El PIB agrícola caerá 3,4 puntos porcentuales, debido a los altos intereses, el cambio desfavorable y los créditos insuficientes, además de la sequía experimentada en el sur, describió.
«Hoy el diagnóstico casi consensual es que el Banco Central exageró más allá de lo que sería prudente» y deberá reducir rápidamente su tasa de interés, pero no es el único responsable del bajo crecimiento, dijo a IPS Flavio Castelo Branco, coordinador de Economía de la empresarial Confederación Nacional de la Industria.
El problema es una política económica con «inconsistencia entre sus distintos instrumentos», que impone límites a la caída de intereses. Brasil tiene, por ejemplo, una abultada deuda pública de corto plazo que obliga a una refinanciación permanente y un Estado con demasiados gastos corrientes, apuntó.
Para ejercer su función –defender el valor de la moneda y combatir la inflación–, el Banco Central sólo cuenta con las tasas de interés como instrumento, y «no puede hacer otra cosa», justificó. La inflación brasileña sigue siendo más elevada que el promedio mundial, destacó.
Pero Castelo Branco admitió que la autoridad monetaria se volvió sorda a los reclamos y análisis del sector productivo, orientándose por las expectativas de un círculo «muy cerrado» del mercado financiero. «Eso aumenta el riesgo de equivocaciones, al demorar la percepción de las tendencias y errores», explicó el economista.
Hay otra trampa en ese proceso. Al sentir la presión a favor de una baja de los intereses, el Banco Central reacciona al revés. No puede reconocer sus propios errores para no perder credibilidad, y actúa como el padre que, al darse cuenta de que castigó con demasiado rigor a su hijo, no retrocede pues cree que perderá autoridad, ejemplificó Castelo Branco.
Ese parece ser el mecanismo por el cual el Comité de Política Monetaria adoptó la semana pasada la decisión de bajar la tasa básica de 18,5 a sólo 18 por ciento, cuando aun economistas conservadores y banqueros estimaban conveniente una reducción más acentuada.
Para el presidente Lula, la recuperación económica es vital para su pretendida reelección en los comicios de octubre de 2006, después de que su Partido de los Trabajadores (PT) perdió la bandera de la ética.
El escándalo de corrupción que se prolonga desde mayo ha derrocado a la dirección del PT y provocado la caída de unos 70 funcionarios del gobierno y de empresas estatales, además de la inhabilitación de dos diputados que fueron importantes sostenes del gobierno.
Con el Banco Central «aislado», sin la confianza de amplios sectores de la economía, y el ministro de Hacienda debilitado también por denuncias de corrupción contra él, Lula queda casi sin margen de maniobra, señaló Carvalho.
La adopción de medidas que estimulen rápidamente la actividad económica sería tildada de «populismo» y podría provocar inestabilidad, al asustar al mercado financiero, explicó. Pero con la economía estancada, la derrota es cierta.
El problema es el régimen de metas inflacionarias, y no el «exceso de conservadurismo» en la gestión de esa estrategia, como argumentan los «nuevos críticos» liberales, opinó Carvalho. Con la misma política, el gobierno anterior sólo obtuvo resultados mediocres, concluyó.