El presidente brasileño repitió que hay que salir a trabajar porque el Covid-19 es una enfermedad de gravedad menor, una «gripecita». Se multiplicaron los cacerolazos en su contra y los pedidos de impeachment.
Jair Bolsonaro afirmó (más bien amenazó) que la democracia corre el riesgo de «acabarse» si la crisis causada por el coronavirus desemboca en una «caos». «Lo que pasó en Chile va a ser una ‘fichita’ (nimiedad) al lado de lo que puede acontecer en Brasil, todos vamos a pagar un precio que llevará años para ser pagado, si no es que Brasil sale de la normalidad democrática«.
Está en vilo «esa normalidad que ustedes tanto defienden, nadie sabe lo que puede pasar en Brasil», repitió dirigiéndose con desprecio este miércoles por la mañana a un grupo de periodistas apostados frente al Palacio de Alvorada.
Lo dijo durante una conferencia de prensa en la que hubo una serie de consultas sobre el avance del coronavirus, que en poco más de una semana pasó de cuatro a cincuenta y siete víctimas fatales, lista que incluye el primer fallecimiento en la región amazónica, un cuadro sanitario alarmante frente al cual algunos gobernadores decretaron la cuarentena para contener los contagios.
Bolsonaro habló de la dolencia pero demostró que su intención era poner el acento en la zozobra democrática que podría avecinarse. «Brasileños despierten ante la realidad (..) si no nos despertamos ante la realidad en pocos días , dejo claro, en pocos días, puede ser demasiado tarde (…) el caos aparece en el horizonte«.
El desprecio por las instituciones es intrínseco al capitán retirado del ejército, quien con frecuencia evoca las dictaduras brasileña y chilena, y a lo largo de sus primeros quince meses en el gobierno se ha dedicado a erosionar lo que aún resta de democracia. Paradójicamente esta crisis de salud pública, que está en condiciones de devorar a su gobierno, al mismo tiempo puede ofrecerle a Bolsonaro una oportunidad para atizar el caos del cual sabe sacar provecho.
El especialista en derecho penal José Carlos Portella, miembro de Abogadas y Abogados por la Democracia, definió al mandatario como un «animal agonizante en el poder intentando salvar su último suspiro de vida tal vez arrastrando consigo a mucha gente hacia la tumba».
El ocupante del Palacio de Planalto ya ha cometido varios delitos que justifican un impeachment, entre ellos varias de sus medidas respecto al Covid-19 , apuntó Portella al sitio Brasil Actual, ligado a la Central Única de los Trabajadores (CUT).
El periodista Bernardo Mello Franco escribió en el diario conservador O Globo que «Bolsonaro usa el coronavirus para hacer una amenaza explícita a la democracia».
El caso es que el mandatario de ultraderecha comienza a ser visto como una rareza mundial: se opone a la cuarentena con el mismo autismo con que rechaza implementar medidas económicas de choque para los desocupados y los trabajadores que perderán sus empleos, iniciativas a las que están apelando hasta los gobiernos conservadores y centristas de los países de economías más desarrolladas. Incluso el propio Donald Trump , de quien Bolsonaro es devoto, acepta liberar fondos para campear la crisis.
En su carrera desestabilizadora (en la que confía sacar partido) el presidente carga contra trabajadores y partidos populares y democáticos, pero al mismo tiempo lo hace contra dirigentes derechistas que hasta poco tiempo atrás fueron sus aliados como el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y Wilson Witzel, jefe del gobierno de Rio de Janeiro, del Partido Social Liberal (PSL).
A Doria y Witzerl los calificó como «demagogos» por haber determinado la suspensión de las actividades económicas y cierre de escuelas, para evitar que la población circule por Sao Paulo y Rio de Janeiro.
Alegó que el aislamiento en masa derivará en un parate de la economía, desocupación y descontento. Durante una videoconferencia con gobernadores finalizada el miércoles al mediodía el mandatario no se privó de ataques casi ofensivos que lo aíslan cada vez más, generando un vacío político considerable.
En ese sentido hoy repitió parte lo dicho en cadena de radio y televisión el martes por la noche: hay que salir a trabajar porque el virus es una enfermedad de gravedad menor, una «gripecita».
El mensaje en cadena por reprobado por sonoros cacerolazos en Sao Paulo, Rio de Janeiro, Brasilia, Porto Alegre y prácticamente todas las capitales del país. Desde los balcones de barrios de clase media y media alta se gritó , con bastante enojo, «Fuera Bolsonaro» e «Impeachment«.
La protesta ocurrida ayer en Brasilia tuvo una magnitud inédita abarcando varias regiones de la capital que hasta ahora se habían mantenido indiferentes.
Todavía no se tiene una dimensión de la repulsa en barrios pobres, pero hay noticias iniciales de desconento en algunas barriadas de Rio de Janeiro, donde hubo una serie de reuniones de la Central Unica de Favelas. En Rio y Sao Paulo viven unos 2,7 a 3 millones de favelados a quienes el virus golpeará más duro por la fa falta de saneamiento y hacinamiento de las viviendas.
Este martes fue el octavo día seguido de protestas con tachos y cacerolas, de miles de indignados (quizás cientos de miles) que se manifestaron desde casa ante la imposibilidad de ocupar las calles debido a la cuarentena.
Mientras tanto el Partido de los Trabajadores, la CUT y los campesinos sin tierra comenzaron a organizar un cacerolazo que promete ser ensordecedor para el 31 de marzo, aniversario del golpe militar de 1964.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/255223-coronavirus-bolsonaro-dice-que-brasil-puede-salir-de-la-norm