En este artículo el autor sostiene que es necesario derrotar a Bolsonaro y su gobierno, para restablecer la democracia en Brasil, pues al haber llegado al poder mediante la mentira y gobernar mediante mentiras es un gobierno arbitrario.
Brasil tuvo gobiernos que accedieron a él mediante golpes de estado y que gobernaron de manera dictatorial, como los que hubo de 1964 a 1985. También hubo gobiernos que fueron elegidos democráticamente -como los de Cardoso y los del PT-, que gobernaron democráticamente.
Hubo un gobierno que llegó al poder mediante un golpe de Estado -como el de Temer- y gobernó para las élites, restableciendo el modelo neoliberal e iniciando la destrucción de los avances democráticos de los gobiernos del PT. Ahora el país tiene un gobierno que se eligió a través de un mecanismo de manipulación de la opinión pública, de mentiras y de judicializar la política, por lo que se comporta de manera coherente con su naturaleza originaria.
Bolsonaro fue elegido mediante mentiras y una farsa. La misma que justifica el juicio político de Dilma en su comportamiento político, que Lula fue detenido y se le impidió participar en las elecciones de 2018 por acusaciones fundamentadas y que hace responsables a los gobiernos del PT, no de los mayores avances económicos, sociales y políticos que jamás haya conocido Brasil, sino por la crisis económica provocada por la derecha en el sabotaje al gobierno de Dilma y por las políticas del gobierno de Temer.
Bolsonaro es un títere que cree o pretende creer que las mentiras que inventó son ciertas y que fue elegido para impulsar la nueva política, eliminar la corrupción de la política y hacer que la economía vuelva a crecer. Bolsonaro encarna, en el seno de su propio gobierno, las mentiras que la derecha ha forjado e impuesto a la opinión pública.
Bolsonaro resultó elegido en tanto que la mentira funcionó y se convirtió en una fuerza material, apoyada por los medios y el poder judicial. Bolsonaro es producto de la mentira y es el responsable de que Brasil viva en un mundo de mentiras.
La derecha, a través de los medios de comunicación y con el consentimiento del poder judicial, promovió a Bolsonaro haciéndolo pasar por un renovador de la política, aunque los tres implicados en la farsa sabían que era mentira. Bolsonaro se negó a participar en los debates y los medios lo consintieron, como si eso fuese normal. La Folha de São Paulo denunció que la guerra de robots impulsada por la campaña de Bolsonaro era real, incluso proporcionó los nombres de los empresarios que la sostuvieron, pero el Supremo Tribuna Electoral miró para otro lado ante ese delito, como si fuese normal. La mentira se impuso una vez más.
Bolsonaro llegó a creer que todo es posible y que puede seguir negando la realidad y manteniéndose en el gobierno. Practica, de hecho, un negacionismo sistemático: afirma que la economía va bien, que la pandemia está en su fase final, que no hay intercambio de favores con el «centrao«, que el militar que está en el ministerio de salud es uno de los mejores que ha estado ahí, que se está cumpliendo el limite de gasto, que su reelección responde a las necesidades del país, que el control de la policía y otros órganos del Estado para defender a sus hijos y a sí mismo, es una conducta legítima, etc, etc.
El mismo que fue elegido por la mentira y se percató de que la mentira vale la pena, gobierna con la mentira y cree en la mentira, o al menos en su efectividad. La verdad, la ciencia y la política como defensa de los intereses públicos, la democracia, fueron derrotados y Bolsonaro fue elegido y representa esta derrota.
En estos momentos, esa farsa llegó a cotas extremas de peligrosidad debido a que provoca cientos de muertes por día y miles de muertes por mes. El gobierno pensó que no era necesario desarrollar políticas de prevención y contención para frenar la pandemia, ya que la clave sería el crecimiento económico y la creación de empleo. No hizo ni lo uno ni lo otro.
El gobierno creía en la inmunidad de rebaño y esperaba que a pesar de que habría miles de muertos, llegaría un momento en el que todos se inmunizarían, naturalmente, sin que el gobierno hiciera nada. La mentira prevalece en el cinismo y la hipocresía del presidente, que no reconoce a las víctimas mortales, llegando incluso a bromear con sus familias sobre esas muertes. Se impone la mentira de que la generalización del acceso y uso de armas favorece la defensa de las personas frente a la violencia y no exactamente su contrario.
En la medida que este gobierno fue elegido mediante mentiras y es un gobierno que se basa en la mentira, la derrota de Bolsonaro y la restauración de la democracia representan la restauración de la verdad y la ciencia, la justicia, la paz y el respeto a los intereses de la gran mayoría de los brasileños; no en vano, este gobierno es el reino de la mentira, la injusticia, la arbitrariedad y los métodos e intereses de las milicias.