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Bolsonaro quiere otros cuatro años para terminar de destruir Brasil

Fuentes: Estrategia (CLAE) / Rebelión [Imagen: Jair Bolsonaro durante la formalización de su candidatura presidencial el 25 de julio de 2022 en Río de Janeiro. Créditos: Tomaz Silva/Agência Brasil]

En este artículo la autora hace un balance los cuatro años pasados y las perspectivas de un futuro gobierno bolsonarista durante cuatro años más.


El ultraderechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, lanzó su candidatura a la reelección en un acto en Río de Janeiro marcado por violentos ataques a la Corte Suprema, críticas a su principal adversario, Luiz Inácio Lula da Silva, y un tono agresivo con el que intenta tapar cuatro años de destrucción del país.

Bolsonaro agradeció a Dios “la misión de ser presidente” y le pidió que el pueblo “nunca experimente los dolores del comunismo”. Durante la convención del Partido Liberal, que reunió a más de diez mil simpatizantes, también fue confirmado el general de la reserva del Ejército Walter Souza Braga Netto como su candidato a vicepresidente en las elecciones del dos de octubre.

El último sondeo muestra al ex presidente Lula con 47% de intención de voto, seguido por 28% de Bolsonaro. Pero el presidente, la derecha, el establishment y el partido militar comenzaron la contraofensiva para sumar otros cuatro oprobiosos años de gobierno, de cara a las elecciones del 2 de octubre próximo.

El Partido de los Trabajadores oficializó la candidatura de Lula con un acto en Sao Paulo. Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista hizo lo propio en busca de terciar en lo que parece un camino seguro hacia la polarización entre los dos nombres de mayor peso. Sin compañero de fórmula ni el respaldo de otros partidos, las encuestas lo ubican tercero y sus votos pueden ser valiosos en una eventual segunda vuelta.

«Convoco a todos ustedes para que el siete de septiembre salgamos a las calles por última vez», dijo Bolsonaro en tono encendido para atacar como lo hace habitualmente al Supremo Tribunal Federal. El año pasado en esa misma fecha propulsó manifestaciones marcadas por consignas antidemocráticas en contra de la Corte Suprema y el Congreso.

«Esos pocos sordos de capa negra tienen que entender lo que es la voz del pueblo», dijo Bolsonaro sobre los jueces de la Corte. Habló más de una hora en el gimnasio Maracanazinho, donde, sin nombrarlo, acusó a Lula de promover el aborto y las drogas y de querer «enseñar sexo» a los niños mediante la «ideología de género».

“Tenemos que atraer al joven de izquierda para nuestro lado, mostrarle la verdad (…) donde su candidato apoyó a otros por América del Sur, miren la miseria en que están esos países», aseguró Bolsonaro. «¡Lula, ladrón, tu lugar es en la prisión!», respondió la multitud adoctrinada

Además de atacar a la Corte Suprema, Bolsonaro citó indirectamente las acusaciones de vulnerabilidad de las urnas electrónicas al asegurar que sus seguidores «no admiten fraude». Entre el público lucían consignas como «Dios, Patria y Familia» y también se vio una bandera con la imagen del ex presidente estadounidense Donald Trump.

Cuatro años inolvidables

El hambre, que ya había sido erradicada, volvió con fuerza y el país suma hoy 33 millones de hambrientos, mientras el comercio comenzó a vender piel de gallina, huesos y hasta las cajas de cartón usadas para mantener sus ganancias, en una situación que prácticamente las dos últimas generaciones no habían conocido.

Desde los sectores progresistas se impuso el imaginario de que Bolsonaro era una persona obtusa, incapaz de gobernar. La realidad es que en estos cuatro años puso en marcha todas sus promesas, garantizando prácticamente todos los deseos de la élite dominante, señala Elaine Tavares.

Ya en los primeros días de su gobierno declaró la guerra a los pueblos indígenas, dispuesto a entregar las tierras protegidas a los latifundistas y a los garimpeiros (minería ilegal). Las comunidades que siguen viendo como sus hijos son asesinados, violentados o desaparecidos.

Además de permitir las invasiones de tierras y el matonismo contra los pueblos originarios, el gobierno actuó lentamente en el proceso de incendios criminales que afectan a la Amazonia y al Pantanal. Perdieron los indígenas, los habitantes de las riberas del río y los pequeños agricultores; ganó el agronegocio, que avanzó y sigue avanzando sobre la tierra ajena sin que nadie ponga freno.

Asimismo, en los últimos cuatro años el desmantelamiento del sector de la salud ha sido dramático. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, durante la pandemia murieron unas 700 mil personas pero también 13.600 profesionales de la salud, quienes nunca recibieron el más mínimo incentivo o agradecimiento del gobierno.

Los hospitales siguen estando infradotados y no consiguen atender a toda la población. Lo mismo sucede con la red básica de salud, donde disminuyeron los presupuestos y recortan la atención. Pierde la población y ganan los empresarios de la enfermedad, con su “medicina barata” para los desesperados, telemedicina y planes de salud de bajo valor y baja cobertura.

Bombardeó la educación; más de 650 mil niños dejaron la escuela. Los cambios en la enseñanza media empobrecieron aún más la ya frágil calidad, incentivando el abandono. La escuela pública agoniza sin presupuestos, y con el sistemático recorte de presupuestos, las universidades no consiguen atender las políticas de permanencia ni pagar las cuentas básicas. La investigación, la ciencia, el estudio son vistos con desdén y los presupuestos se fueron reduciendo. Perdió la juventud, la ciencia y el país.

Mientras, la población espera pacientemente las elecciones, aunque el presidente sigue  advirtiendo de que no aceptaría ningún otro resultado que no sea su victoria. Insiste en difundir mentiras sobre el sistema electoral y ya movilizó a sus aliados, los generales. Anunció que no va a parar y tiene un objetivo claro: seguir gobernando.

El Congreso fue su aliado en estos últimos cuatro años de la destrucción del país, y allí Bolsonaro no encontrará resistencia. Su base electoral se mantiene baja pero seguramente aumente tras su última jugada, la de garantizar una ayuda para los más pobres, los camioneros y hasta para los taxistas hasta diciembre de este año.

El escenario hasta el 2 de octubre se presenta sombrío, con tendencia al aumento de la violencia por motivos políticos, sobre todo si Bolsonaro anima a sus seguidores con mentiras y bravuconadas –al mejor estilo del ex presidente estadounidense Donald Trump- a hacer lo que sea preciso para eliminar al Partido de los Trabajadores de Lula, al que él tilda de comunista.

Juraima Almeida es investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuente: https://estrategia.la/2022/07/26/bolsonaro-quiere-otros-cuatro-anos-para-terminar-de-destruir-brasil/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.