El Gobierno de Cuba -surgido de la victoria rebelde frente a la dictadura de Batista, el 1 de enero de 1959- consideró que se trataba de una acción terrorista.
El 4 de marzo de 1960 estalló en un muelle del puerto de La Habana el navío francés La Coubre (de la empresa estatal marítima francesa La Transat), con un cargamento de granadas y municiones belgas que tenían como objetivo reforzar al ejecutivo revolucionario. El resultado, cerca de 100 muertos y 200 heridos. A los trabajadores cubanos fallecidos y desaparecidos, después de las dos explosiones, se sumaban seis marineros franceses.
Ediciones Dyskolo publicó en octubre El enigma de La Coubre, del periodista y documentalista Hernando Calvo Ospina. “La CIA es la principal sospechosa”, apunta la editorial en la presentación del libro de 196 páginas. La obra es resultado de la investigación del autor que, más de medio siglo después del atentado, tuvo acceso a todos los archivos franceses de La Transat (consultó y copió más de 1.500 documentos), y realizó entrevistas –en Cuba y Francia- a familiares de las víctimas, supervivientes de la tripulación y sospechosos del sabotaje.
El armamento cargado en el vapor La Coubre procedía de la Fábrica Nacional de Armas de Guerra (FNAG) belga, y partió del puerto de Amberes el 8 de febrero de 1960 (el 4 de enero de 1961 Estados Unidos rompió las relaciones diplomáticas con Cuba).
El ejecutivo de la Isla, explica Hernando Calvo Ospina, “se había dirigido a los países europeos con los que tenía convenios para la compra de armas, pero las diferentes misiones diplomáticas estadounidenses se encargaron de presionar a los gobiernos para obstaculizar esta posibilidad”. El Gobierno de Bélgica no aceptó estas presiones.
El escritor colombiano, residente en París, es autor de Salsa: esa irreverente alegría (1996); Colombia, laboratorio de embrujos (2008); o El equipo de choque de la CIA. Cuba, Vietnam, Angola, Chile, Nicaragua (2010), entre otras obras. En 2000 Calvo Ospina publicó Ron Bacardí: la guerra ‘oculta’, texto reeditado en 2019 por Resumen Latinoamericano y Editora Abril, de libre acceso en el periódico Rebelion.org.
Bacardí “ha estado detrás de buena parte de los planes concebidos o apoyados por el Gobierno de Estados Unidos para destruir la Revolución cubana”, subraya el epílogo de la reciente edición, por ejemplo influyó en la redacción de la Ley Helms-Burton. Hernando Calvo Ospina ha realizado documentales –Venezuela, la causa oscura (2017) o Todo Guantánamo es nuestro (2016)- y publicado reportajes en Le Monde Diplomatique.
El enigma de La Coubre aporta razones sobre por qué el Gobierno cubano requería las armas. Según el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower (1953-1961), la “amenaza” comunista planeaba sobre América Latina, también sobre Cuba (antes de 1959 la CIA y la embajada ya le habían advertido de la debilidad de Batista); en mayo de 1959 la Revolución Cubana había aprobado una primera Ley de Reforma Agraria e intervenido centenares de latifundios.
“11 compañías estadounidenses controlaban más de un millón de hectáreas. También las principales minas estaban en manos de empresas de ese país”, recuerda el investigador nacido en Cali (el gobierno revolucionario pretendía pagar indemnizaciones con bonos a los expropiados). En marzo de 1960 el director de la CIA, Allen Dulles, presentó a Eisenhower el denominado Programa de Acción Encubierta contra el régimen de Castro; la central de inteligencia promovió organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla, y los atentados se produjeron –incluso- en cines y almacenes populares.
Además de los ataques a poblados, industrias, el incendio de plantaciones agrícolas o el sabotaje de plantas eléctricas, el libro de Dyskolo subraya lo ocurrido el 21 de octubre de 1959: “La Habana fue ametrallada desde dos aviones, acción que provocó dos muertos y unos 50 heridos”. En abril de 1961 mercenarios con el apoyo de Estados Unidos fueron derrotados en la invasión por Playa Girón, a la que siguió la denominada “Operación Mangosta” contra Cuba.
Por otra parte la Unión Soviética, que ya en abril de 1952 había roto las relaciones con la dictadura de Batista, envió al viceprimer ministro Anastás Mikoyán –ocho años después- a Cuba. En un contexto de progresivas barreras comerciales ordenadas por la Casa Blanca, el político soviético firmó acuerdos de intercambio (petróleo de la URSS por azúcar cubano, en términos que favorecían a La Habana) y la Unión Soviética prestó 100 millones de dólares al ejecutivo cubano, a devolver con muy bajos intereses.
El enigma de La Coubre no es arqueología ni una batalla del pasado. La prensa cubana continúa, en el presente, recordando los hechos. Así, el periódico Juventud Rebelde titulaba “Donde la memoria duele” la portada del 4 de marzo de 2021, en referencia a la explosión en el carguero francés.
El texto destacaba el “fuerte hermetismo” con el que se han topado los investigadores, lo que ha impedido probar quiénes colocaron la bomba. “A pesar de que las evidencias señalaron desde el primer momento a la CIA, el Gobierno norteamericano no ha abierto los archivos sobre este engendro terrorista”, informaba el diario de la juventud cubana.
La portada hace memoria de los datos: un centenar de personas muertas -80 niños y niñas huérfanas- y 400 cubanos heridos (en muchos casos mutilados para toda su vida). En la página 3 el periodista Luis Raúl Vázquez Muñoz firma un reportaje que titula “La calle bañada en flor”, con parte de la información obtenida del documental El enigma de La Coubre (2019), de Calvo Ospina.
Juventud Rebelde añade otras cifras, como las del cargamento del vapor: 967 cajas de municiones y 525 de granadas de fusiles FAL. Al día siguiente el periódico publicaba otra página con la segunda parte del artículo, información sobre el cortejo fúnebre, testimonios y las palabras del Primer Ministro, Fidel Castro, durante el entierro y en una tribuna improvisada: “Pronunció por primera vez la consigna de ‘Patria o Muerte`”.
El 4 de marzo de 2021 el diario Granma incluía –en la edición digital- un texto de Pedro Ríoseco (“O la patria o la muerte, la resolución del pueblo puesto a prueba”). Cuando el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) formuló la disyuntiva histórica, estaba “fresca aún la sangre de los obreros y los soldados que descargaban el vapor francés”, explica el periodista en el órgano oficial del PCC.
Y en cuanto al material bélico, se trataba de “una carga necesaria para la defensa del proceso de cambio social (…), amenazado desde su nacimiento por el Gobierno de Estados Unidos”.
Además el diario Granma editó un vídeo de tres minutos (“Un lamentable acto de terror: el sabotaje al vapor La Coubre”), con imágenes de la época sobre la tragedia; pocos de los que fueron a socorrer a los primeros heridos sobrevivieron tras la segunda detonación, apunta el audiovisual; y añade que, entre los muertos, figuraban ocho trabajadores portuarios españoles.
Las conclusiones del vídeo ofrecen pocas dudas sobre la autoría: “Las pruebas realizadas demostraron que se trató de un hecho intencional, un sabotaje preparado fuera de Cuba, organizado por la Agencia Central de Inteligencia”.
El trabajo periodístico de denuncia ha ocasionado problemas -a lo largo de los años- a Hernando Calvo Ospina. Algunos los señaló el fallecido escritor y periodista, Ramón Chao, en una reseña del libro Calla y respira (El Viejo Topo, 2013), del autor colombiano, publicada en Le Monde Diplomatique. Estados Unidos inscribió a Calvo Ospina en una lista negra por la que tenía prohibido sobrevolar el espacio aéreo de este país.
Y en 2009, recordaba Ramón Chao, la administración estadounidense ordenó el desvío hacia la isla de Martinica de un avión en el que se desplazaba, rumbo a Nicaragua, el autor del libro de Dyskolo. Actualmente Hernando Calvo Ospina también difunde vídeos de 10 minutos, de información y denuncia, por medios como su cuenta de Twitter, Rebelion.org y el canal Youtube. Dedicó el último, el pasado 30 de octubre, al Narco-régimen colombiano.
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