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Brasil no debe ceder a las presiones conservadoras que buscan explorar sentimientos chauvinistas, pero sí avanzar más y de forma más decidida, en el proceso de integración regional.

Brasil-Bolivia: más y no menos integración

Fuentes: Agência Carta Maior

Traducido del portugués para Rebelión y Tlaxcala por Àlex Tarradellas

Cincuenta años después de Brasil, Bolivia nacionaliza el gas y el petróleo. Las movilizaciones populares que, desde el 2000, habían generado la fuerza política e ideológica que llevó al triunfo de Evo Morales como presidente del país, tuvieron un fuerte tono de reivindicación de la soberanía nacional. Primero, del agua, privatizada por empresas francesas, que tuvieron que retirarse. Después, el gas, exportado a Argentina y Brasil a «precio solidario», cuando la gran mayoría de casas bolivianas no tienen acceso al gas. A esa reivindicación se acrecentaron la tierra, la hoja de coca, como elementos de la plataforma del MAS, que se complementó con la convocatoria de una Asamblea Constituyente que refunde el Estado boliviano.

Los dos ejes centrales de la plataforma Evo Morales fueron la convocatoria de la Asamblea y la nacionalización de los hidrocarburos. Las dos están siendo cumplidas a rajatabla. La elección para la Asamblea Constituyente está marcada para el 2 de julio, después de difíciles negociaciones con las fuerzas empresariales de Santa Cruz de la Siera y de Tarija, para que participasen de la Asamblea, concediendo a la realización un plebiscito sobre la autonomía regional, tema de interés de los empresarios. La Asamblea comenzará a funcionar en agosto, con un plazo de 6 meses a un año para concluir la propuesta de nueva Constitución, que deberá ser sometida a referéndum popular.

Pero ese tema todavía no despertó el interés directo del pueblo boliviano, en cuanto se concentró en la forma de representación electoral. En cuanto que el tema de la nacionalización aparece como la reivindicación central, que articula necesidades inmediatas – instalación del gas en las casas de las personas – con la afirmación de la soberanía nacional del país.

Se sabía que la medida de la nacionalización vendría por decreto, que propondría empresas mixtas a las empresas extranjeras, que no habría expropiación, pero sí nacionalización. Las modalidades concretas están todavía siendo definidas, caso a caso, durante los próximos 6 meses.

La histeria de la derecha cree, como dice uno de los columnistas, que Brasil «crió cuervos que le comen los ojos». Otras afirmaciones tremendistas y precipitadas pretenden condenar al mismo tiempo la política externa brasileña y la de Petrobrás.

No comprenden los nuevos tiempos que el continente vive y que si Brasil peca es por timidez y no por iniciativas excesivamente pretenciosas. Dos décadas de liberalismo significaron no sólo la frustración social de un modelo que prometía tanto y acabó quedando en la estabilidad monetaria, aumentando la desigualdad social y la miseria. Significaron también la renuncia del Estado de promover políticas de carácter nacional y popular.

Cuando ellas vuelven, a través de ideologías nacionalistas e indigenistas, representan un escenario más favorable a la integración regional – Brasil debe colocarse al día con esas tendencias, retomando el Mercosur – para que no quede un consorcio comercial entre Brasil y Argentina -, incorporando Venezuela como pleno miembro, convocando el Parlamento de Mercosur y proyectando la construcción de una moneda única, así como participando en Telesur, Petrosur y avanzando en otras iniciativas afines.

La alternativa es el ALCA¹, la decadente hegemonía imperial estadounidense, que promovió sus políticas en las dos últimas décadas, haciendo del continente la región más inestable y de mayor resistencia al neoliberalismo. La ampliación de la ALBA, con la integración de Bolivia, es un hecho positivo. Lo que Brasil debe hacer es retomar el Mercosur y la Comunidad Sudamericana de Naciones, como un proyecto más amplio y más abarcador, que integre a los otros países progresistas de la región, no sólo con una perspectiva económica, sino sobretodo política, social y cultural. No ceder a las presiones conservadoras que buscan explorar sentimientos chauvinistas, y avanzar todavía más y de forma más decidida, en el proceso de integración regional.

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*Emir Sader es profesor de la Universidad del estado de Río de Janeiro (UERJ), coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la UERJ y autor, entre otros, de «A vingança da História» («La venganza de la Historia»).

¹ N.T. El ALCA es el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, encabezado por los Estados Unidos. El ALBA, que hace oposición al ALCA, es el acuerdo de integración regional conocido también con la integración de Bolivia como Alternativa Boliviana.

Noticia en portugués:

http://agenciacartamaior.uol.com.br/templates/colunaMostrar.cfm?coluna_id=3055

Para más información:

«Mercosul, ALBA, integração sul-americana: quais os desafios da política externa?»
http://agenciacartamaior.uol.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=10772&editoria_id=6

Àlex Tarradellas es miembro del colectivo Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.