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Brasil construido por ayuda mutua

Fuentes: IPS

Poner en marcha una nueva forma de hacer política, con mecanismos que permitan a la sociedad definir el país que desea construir y ejercer la democracia directa, es el intento de movimientos sociales reunidos en el «Mutirao por un nuevo Brasil». Mutirao es una palabra de origen indígena que significa un trabajo colectivo de ayuda […]

Poner en marcha una nueva forma de hacer política, con mecanismos que permitan a la sociedad definir el país que desea construir y ejercer la democracia directa, es el intento de movimientos sociales reunidos en el «Mutirao por un nuevo Brasil».

Mutirao es una palabra de origen indígena que significa un trabajo colectivo de ayuda mutua, en que vecinos se unen para cosechar o sembrar en cada parcela de los suyos o construir una vivienda o un bien público, como una escuela. Esta expresión se extendió del medio rural a todas las áreas para indicar un esfuerzo conjunto y cooperativo en cualquier actividad.

Las Asambleas Populares son el instrumento elegido para articular los distintos movimientos en torno de causas comunes. Ese proceso tiene lugar en ámbito nacional, local y estadual, en el mismo rumbo del Foro Social Mundial.

Se trata de un «amplio debate en que se orienta y se consulta el pueblo» sobre «el Brasil que queremos y como construirlo», pero de forma horizontal, sin las jerarquías que llevaron a fracasos, explicó a IPS Joceli Andreoli, uno de los coordinadores del Movimiento de Afectados por Represas (MAB en las siglas en portugués).

«Los grandes líderes no existen, son espejismos», porque no pueden por sí solos, ni cuando asumen el gobierno, promover transformaciones en el país, ya que «terminan sirviendo al Estado que es controlado por la burguesía», sostuvo Andreoli. «Solo la organización popular», presionando y participando en el poder, puede promover cambios, opinó.

Andreoli era niño cuando su familia tuvo que dejar una zona rural del meridional estado de Santa Catarina, debido a la construcción de la central hidroeléctrica de Itá, iniciada en 1987 y terminada en 2000.

Más de 3.000 familias fueron desplazadas, y los que más lucharon por sus derechos fueron reasentados en los años 90, recordó el activista, que en la actualidad vive en el sudoriental estado de Minas Gerais.

El MAB nació en 1989 de luchas similares en tres regiones, el sur, norte y el nordeste, donde se construyeron varias grandes centrales hidroeléctricas desde la década del 70, en zonas de las que se debió expulsar a pobladores. El movimiento estima en un millón las familias desplazadas desde entonces en este país, a causa de las inundaciones que se necesitan para los embalses.

Durante su lucha contra los grandes embalses, el MAB formuló una propuesta de alternativas energéticas para Brasil, condena los altos precios que paga la población por la electricidad y defiende que todas las familias tengan derecho a 100 kilovatios mensuales gratis. Su propuesta en esa área fue adoptada por el Mutirao.

Una primera gran Asamblea Popular nacional tuvo lugar en octubre de 2005 en Brasilia, con 8.000 participantes de más de 40 organizaciones, la cual concluyó con una carta a los brasileños que describe las causas de la «desigualdad y opresión» dominantes y asegura que las asambleas son la fuerza «para construir un Brasil libre, pluriétnico, autónomo, soberano y socialista».

Las Asambleas vienen repitiéndose desde entonces en varios ámbitos, en un proceso para el cual contribuyó el Foro Social Mundial, reconoció Andreoli.

Pero este movimiento nacional tuvo origen en iniciativas de la Iglesia Católica, especialmente las Semanas Sociales Brasileñas, campañas de reflexión y movilización iniciadas en 1991.

La cuarta Semana, un proceso de tres años finalizado hace dos meses en un Seminario en Brasilia, definió principios y reclamos del Mutirao.

Fortalecer las asambleas y otros foros sociales, trabajar en redes, promover medios de comunicación alternativa y estimular nuevos actores y las juventudes urbanas son algunas orientaciones.

El «proyecto de país» a construir con otras fuerzas sociales comprendería mecanismos de democracia directa, como plebiscitos y referendos para que la población decida sobre temas claves.

Educación, cultura y salud como «derechos de todos», reforma agraria y democratización de los medios de comunicación son otros elementos del país deseado.

Las pastorales sociales de la Iglesia Católica «mantuvieron el sueño» y la búsqueda de alternativas en medio a la crisis de gobiernos y partidos en los años 90, abriendo espacios para el desarrollo de movimientos sociales, recordó Dirceu Fumagalli, coordinador de la Comisión Pastoral de la Tierra, entidad que se destacó en la defensa de la reforma agraria y la denuncia de la violencia en el campo.

La articulación actual por un proyecto de «nuevo Brasil» responde en parte a la frustración de las esperanzas creadas por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al comenzar su primer periodo de gobierno en 2003. El líder del izquierdista Partido de los Trabajadores inició el 1 de este mes su segundo periodo presidencial de cuatro años.

Quedó evidente que «el gobierno solo» no puede resolver los problemas, que un movimiento social fuerte es indispensable para las transformaciones deseadas, observó Fumagalli a IPS.

«Hubo ilusiones, ahora hay más conciencia», pero alcanzar una amplia movilización social exige tiempo, varios años de debates y preparación, ya que los mecanismos de comunicación disponibles para la sociedad «son frágiles», reconoció. Por eso vaticinó que será mayor la presión popular sobre el segundo mandato de Lula.

La Iglesia Católica tuvo un papel importante en estimular los movimientos sociales, en períodos de desmovilización, porque «tiene la paciencia basada en su historia de 2.000 años», sostuvo.

La promoción de un clero más conservador por parte del Vaticano, en las últimas décadas, no desactivó sin embargo la actuación del sector católico progresista en favor de los pobres, favorecida por la credibilidad y la extensa presencia de la Iglesia de Brasil.

Pero sus órganos prestan servicios y apoyo, «no son movimientos sociales», de ahí que la Asamblea Popular deja de ser sólo iniciativa de las pastorales sociales para convertirse en un foro mucho más amplio, aclaró Fumagalli.

También en ese proceso, las pastorales, que antes actuaban dispersas en áreas como salud, infancia y migración, ampliaron sus visiones y pasaron a proponer y reclamar políticas públicas comprendiendo las varias necesidades, superando así la acción asistencial específica, comentó.

La Asamblea Popular «aglutina fuerzas y luchas», comprendiendo, por ejemplo, que la reforma agraria no es sólo cuestión rural sino que «necesita apoyo urbano», señaló Nelson Bison, de la Pastoral de los Migrantes.

Este año están programadas grandes movilizaciones de las fuerzas unidas en el «Mutirao por un nuevo Brasil». En marzo se destacará la lucha de las mujeres y en septiembre las manifestaciones del «Grito de los Excluidos», informó Bizon.

Para Andreoli, uno de las acciones más movilizadoras será un plebiscito informal promovido por el movimiento para que la ciudadanía opine sobre la reestatización de la Compañía Vale do Rio Doce, una de las mayores empresas mineras del mundo, privatizada en la década pasada por un precio irrisorio, según los críticos.

Otra campaña de gran potencial popular es la lucha por la rebaja de los precios de la energía eléctrica, demasiados elevados para el uso doméstico, mientras que son subsidiados para las grandes industrias de intenso consumo. La población paga beneficiar a esas empresas, arguyó Andreoli. (FIN/2007)

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=39894