Desde la mayor de las rupturas -1930-algunas inflexiones redireccionaron significativamente la historia brasilera, entre las cuales la dictadura militar representó el marco divisorio desde entonces.
Brasil vive un momento diferenciado de su historia política. Una historia que completará en el 2010 sus ocho décadas más importantes. Desde entonces hay elementos de continuidad y de ruptura, por las inmensas transformaciones que Brasil vivió desde entonces. Ocho décadas en que el país mudó su fisonomía económica, social, política y cultural, de forma profunda e irreversible. De país rural a país urbano, de país agrícola a país industrializado, de un Estado restricto a las elites a un Estado nacional.
Desde la mayor de las rupturas – 1930 – algunas inflexiones redireccionaron la historia brasilera de manera significativa, hasta el presente, entre las cuales la dictadura militar representó el marco divisorio desde entonces. La Revolución del 30 introdujo el nuevo período, haciendo que la presidencia pasase de las manos de un mandatario – Washington Luis, el último presidente paulista antes de FHC, ambos nacidos enRío, pero adoptados por la elite paulista – que había afirmado que «La cuestión social es una cuestión de policía», para un – Getúlio – que hará que el Estado asuma responsabilidades sobre los derechos sociales y pase a interpelar a los brasileros, en sus discursos, como «Trabajadores del Brasil». Lo fundamental fue la creación de un Estado nacional, sucediendo a uno que era un consorcio de las elites económicas y políticas regionales. Esa fue la mayor ruptura progresista de la historia brasilera.
Brasil comenzó a tener un Estado en que pasaron a reconocerse proporciones crecientes de brasileros, mediante políticas sociales, reconocimiento de la sindicalización de los trabajadores, un proyecto nacional y un discurso popular. Se iniciaba el período más prolongado y más profundo de expansión de la economía y de extensión de los derechos sociales que el país conoció. Las 8 décadas estuvieron marcadas por algunas inflexiones importantes, desde que, en 1955, se redefine el desarrollo, que deja de tener un carácter expresamente nacional – en que las empresas estatales tenían un papel clave – para el ingreso masivo del capital extranjero, con la industria automovilística pasando a ser la motora del desarrollo industrial, llegando a responder, de forma directa o indirecta, por un cuarto del PIB brasilero.
Una segunda inflexión se dará con el golpe militar de 1964, sustantivo no solo en el plano económico, sino también social, con la apertura económica para los capitales extranjeros y la reducción drástica del salario mínimo (arrocho salarial), que son el santo «milagro económico», y político, con la ruptura de la continuidad democrática y la imposición de una dictadura militar.
La redemocratización representó una ruptura política institucional, sin romper con las bases económicas y sociales del poder monopólico en el Brasil. El poder de los bancos, de la tierra, de los grandes medios privados, se fortalecieron, en vez de democratizarse. Pasamos a tener una democracia política sin alma social, sin alterar nuestro record negativo de país más desigual del continente, más desigual del mundo. Tanto es así, que esa democracia fue funcional al modelo neoliberal – hoy tan execrado nacional e internacionalmente, pero que con FHC ganó total apoyo de las elites dominantes brasileras -, que acentuó la desigualdad social, concentró aún más el poder económico y fragilizó la democracia reconquistada. FHC sentenció la inflexión de su gobierno: «Daremos vuelta la página del getulismo.»
Tenía conciencia de que sin destruir lo que sobrevivió del Estado nacional, regulador, inductor del desarrollo, distribuidor de la renta, el neoliberalismo, el reino del mercado, el Estado mínimo, no conseguirían imponerse. Fue su obra. Fracasó y abrió camino para el gobierno Lula, una era hibrida, compuesta por continuidades y rupturas, posible hasta que existiese base material para un amplio arco de alianzas que va del capital financiero a los pobres de la ciudad y el campo, que la crisis actual coloca en cuestión.
Descifrar el enigma Lula es la condición para no ser devorado por él – como ha sucedido con la oposición y con la ultraizquierda – de lo que también puede ser víctima la propia izquierda. Para lo que es esencial identificar los elementos de continuidad y de ruptura en la historia brasilera de estas décadas, rearticulada por la globalización neoliberal y por las emergentes fuerzas post neoliberales, en el trazado de la crisis hegemónica global que marca el mundo, América Latina y el Brasil contemporáneos.
Traducción: Insurrectasypunto http://www.insurrectasypunto.org
Texto en portugués: www.cartamaior.com.br