Recomiendo:
0

Volviendo a los ciclos de monocultivo

Brasil: del carnaval al inmenso cañaveral

Fuentes: Alai

Brasil es el país del carnaval. Aquí no se vive sin las cinco efes: fe, fiesta, (f)harina, frijol y fútbol. Toda esa alegría está amenazada con transformarse en una gran tristeza nacional en caso de que el gobierno federal no tome cuanto antes severas medidas para impedir que el país se convierta en un inmenso […]

Brasil es el país del carnaval. Aquí no se vive sin las cinco efes: fe, fiesta, (f)harina, frijol y fútbol. Toda esa alegría está amenazada con transformarse en una gran tristeza nacional en caso de que el gobierno federal no tome cuanto antes severas medidas para impedir que el país se convierta en un inmenso cañaveral en manos extranjeras.

Estamos volviendo a los ciclos de monocultivo que, según los libros escolares de mi infancia, marcaban los períodos de la historia nacional: árbol brasil, caña de azúcar, oro, caucho, café… Ésta es la razón de la reciente visita de Bush al Brasil: tenemos la materia prima y la tecnología alternativas al petróleo, energía fósil a punto de agotarse. Hoy el 80 % de las reservas petroleras se encuentran en el conflictivo Oriente Medio. Construir centrales nucleares es costoso y arriesgado, blancos potenciales de los terroristas. La solución más segura, barata y ecológicamente correcta es la caña de azúcar y los aceites vegetales. El petróleo era un buen negocio cuando el barril costaba US$ 2; hoy cuesta no menos de 50. Y no da dos zafras. La caña y la yuca, además de abastecer vehículos e industrias, da las zafras que se planten. Basta con disponer de la tierra adecuada y de eso que, al contrario de los Estados Unidos, abunda en los trópicos: agua y sol.

Con la mirada puesta en esa fuente alternativa de energía, Bush vino a ver para creer. El etanol extraído de nuestra caña cuesta la mitad del producido con el maíz made in USA, un tercio del precio del etanol europeo obtenido de la remolacha, y es por ahora un 30 % inferior al precio de la gasolina, además de que no contamina la atmósfera ni se agota.

¿Entonces Brasil se convertirá en un país rico? Sí, si el gobierno actúa con firmeza y les quita la ganancia a las transnacionales. Bill Gates y su Ethanol Pacific ya echaron el ojo a las tierras de Goiás y de Mato Grosso. Japoneses, franceses, holandeses e ingleses quieren invertir en fábricas de alcohol. Si Planalto no asume la defensa de la soberanía nacional, el inmenso cañaveral Brasil producirá combustible para los países industrializados que, en defensa de sus intereses, velarán por la seguridad de sus negocios aquí, o sea regresaremos a la época colonialista de la República, ya no bananera sino cañera. Y las próximas generaciones correrán el riesgo de experimentar en carne propia lo que hoy sufren los iraquíes.

Así como Montero Lobato, en la época de 1940, clamó por la defensa de Biocombras, la Compañía Brasileña de Biocombustibles. En caso contrario tendremos nuestro territorio cultivable parcelado por el latifundio asociado a las empresas multinacionales; la caña imperando en el Sudeste; la soya y los pastizales deforestando aun más la Amazonía y provocando grandes desequilibrios ambientales. Y resulta ilusorio imaginar que la tecnología de explotación de la biomasa vegetal absorberá mano de obra. El desempleo y el subempleo (trabajos temporales) serán proporcionales a la extensión de caña plantada.

Bush no vino aquí preocupado por la miseria en que viven millones de brasileños, sobre todo los emigrantes expulsados del campo y amontonados en las favelas alrededor de las grandes ciudades. Ni tampoco interesado por la pequeña propiedad rural o la agricultura familiar. Vino a decirle al oído del presidente Lula que Brasil le dé la espalda a la Venezuela petrolera de Chávez y que brinde orgullosamente ante tanta energía vegetal como tenemos, y que se sienta feliz de ver llover alcohodólares en la agricultura nacional. Brasil colabora con la tierra, el agua y el sol, y un poco de mano de obra barata; ellos cosechan, exportan y venden el producto a través de la Monsanto, Cargill y congéneres, dejando las ganancias fuera. Se quedarán con el verde de la caña y de los dólares y nosotros con el amarillo del hambre, como describía Carolina María en Quarto de despejo.

Lo mínimo que esperamos del presidente Lula es que siga el ejemplo de Chávez y defienda los intereses nacionales. La empresa venezolana equivalente a nuestra Petrobrás era la socia minoritaria en la explotación del petróleo del país vecino. Ahora Chávez revertió la situación: a partir del 1 de mayo Venezuela quedará con el 60 % de las acciones y las empresas extranjeras con el 40 %.

Fue el clamor popular el que en el pasado obligó al gobierno a oír que «el petróleo es nuestro». Es hora de gritar por el etanol e impedir que el inmenso cañaveral Brasil multiplique el trabajo esclavo, aumente el número de trabajos temporales y devaste lo que nos queda de selvas y reservas indígenas.

(Traducción de J.L.Burguet)