1. Sólo dos presidentes de América Latina -Lula Da Silva de Brasil y Felipe Calderón, el espurio presidente de México- participaron en el Foro Económico Mundial de Davos Suiza. Lula lo hizo defendiendo los intereses de los pueblos de América, principalmente los que se están agrupando alrededor del Mercosur, y Calderón -como lo hizo […]
1. Sólo dos presidentes de América Latina -Lula Da Silva de Brasil y Felipe Calderón, el espurio presidente de México- participaron en el Foro Económico Mundial de Davos Suiza. Lula lo hizo defendiendo los intereses de los pueblos de América, principalmente los que se están agrupando alrededor del Mercosur, y Calderón -como lo hizo su antecesor Vicente Fox- representando y hablando en defensa de la globalización, los mercados y las poderosas fuerzas del capital. Aunque Lula haya mantenido en los primeros cuatro años de su gobierno una posición de izquierda moderada muy criticable porque no ha cumplido con sus promesas, sus tendencias por servir a los intereses de los trabajadores, contrastan radicalmente con los objetivos pro empresariales de Calderón.
2. Es obvio que no debe igualarse o confundirse a un dirigente de izquierda democrática o moderada con otro de derecha o filofascista. Es necesario que los sectores de izquierda radical continúen luchando para obligar a cualquier gobierno a cumplir con los intereses de los trabajadores y tratar de establecer una sociedad igualitaria y autogestiva, pero no pueden confundirse los espacios. Quizá por eso los militantes de los campesinos Sin Tierra, a pesar de que Lula no les había cumplido, decidieron apoyarlo contra los sectores más recalcitrantes de la derecha que buscaban derrotarlo. Por eso mismo el apoyo a López Obrador en las distintas etapas de su lucha: los video escándalos, el desafuero y en la etapa postelectoral, fue adecuado.
3. Lula -creador y principal impulsor del Mercosur- advirtió a los poderosos empresarios reunidos en Davos, que dependía de Estados Unidos y Europa el derribar las barreras al comercio agrícola que impiden a los países pobres desarrollar sus economías. Planteó que las naciones ricas deben dejar «la manía» de darle dineros a gobernantes sin tener seguridad a qué se van a destinar. «Necesitamos -dijo- parar de viajar por el mundo llorando nuestra miseria y encontrando culpables para nuestra desgracia». Quizá debió ser más claro y radical ese discurso -tal como los que hemos escuchado en la ONU en voz de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales, pero Brasil es otra cosa porque quizá el movimiento social ha caído.
4. Por su parte Calderón aprovechó su participación para criticar las «dictaduras personales vitalicias» y las políticas expropiatorias del pasado, en una nueva alusión a la Venezuela de Chávez. El presidente usurpador mexicano dijo que el dilema no es «decidir entre la izquierda o la derecha, sino decidir entre el pasado y el futuro». Imitando tal vez al priísta Colosio, dijo: «Yo veo gobiernos de izquierda, como puede ser el de Lula, que hacen las cosas bien, que protegen mercados, que permiten que haya inversión. Veo gobiernos conservadores, como el de Colombia, que trabajan con políticas sociales muy, muy intensas». México está en integración, no solo regional, sino multiregional porque, según Calderón, hay que asumir la globalización.
5. La realidad es que Calderón sólo acudió a esa reunión de poderosos empresarios del mundo a buscar apoyos políticos y económicos. Le importa un bledo -como le importó en su tiempo a Fox- la situación de pobreza y miseria del 70 por ciento de los mexicanos. Lo que a Calderón le interesa es consolidar su gobierno espurio a cambio de cualquier cosa, así sea terminar de entregar la economía mexicana a los intereses de los poderosos bancos internacionales. Por eso se esmera en ofrecer seguridad y grandes ganancias a los empresarios que inviertan en el país. Fue tanta su insistencia que los empresarios extranjeros desconfían. Pero además saben que dado que Calderón fue un presidente impuesto, en cualquier momento puede ser desconocido.
6. El fenómeno brasileño es difícil de entender. Con un territorio donde caben cuatro Méxicos, con alrededor de 200 millones de habitantes y una historia con gobiernos militares, dictaduras y de reciente «modernidad», las luchas de clases se manifiestan de manera un tanto distinta a la que se ha conocido en sociedades «clásicas». En el PT de Brasil, en el poderoso movimiento campesino de los Sin Tierra, en el gran movimiento urbano y popular, se han dado importantes debates internos en los que han predominado los cuestionamientos al gobierno del ex obrero y ex socialista Lula por no haber cumplido con sus promesas de repartición de latifundios, de expropiaciones de grandes monopolios y por dejarse llevar por políticas neoliberales.
7. Sin embargo, por otro lado, la política internacional del brasileño parece jugar un papel fundamental frente al poderoso imperio norteamericano que lo ve con respeto y como el representante de la otra parte del continente. Contrario a la «continuidad» en los gobiernos mexicanos que no parece romperse desde 1917, en que los gobiernos de la Revolución, del partido oficial nacionalista, de los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN, en Brasil desde el largo gobierno de Getulio Vargas (1930-45), pasando por Kubitschek, Quadros, Goulart y los militares, hasta llegar a Collor de Mello y Cardoso, hay discontinuidad. ¿Cuánto tuvo que sufrir la economía nacional, sobre todo el pueblo brasileño para soportar toda esa política de grandes terratenientes y magnates?
8. En México, a pesar de la eterna dictadura – no de un partido o una persona, sino de una poderosa clase política y empresarial- que extendió y profundizó la miseria de la población y bloqueó su participación política, no hemos tenido golpes de estado ni gobiernos militares de manera abierta. El país ha vivido en paz durante 90 años; en una «paz» parecida a la sepulcral que ha hecho dócil a la población, pero que ha permitido un desarrollo más estable que el brasileño. Sin embargo nuestra clase política ha sido extremadamente corrupta y se ha aprovechado de esa docilidad de la población que, por su falta de participación, ha dejado que se desarrolle una partidocracia privilegiada que habla en nombre del pueblo pero vive totalmente aislado de él.
9. Nuestra vecindad con los EEUU parece habernos perjudicado más que beneficiado. Quizá desde lejos se piense que es un privilegio ser vecino del país más poderoso de la tierra, pero quizá no se piense en la relación esclavo amo, de enorme dependencia económica y política, que se desarrollado desde principios del siglo XX, a raíz de que los EEUU salieron victoriosos en la Primera Guerra y, mucho más en la Segunda. Por eso nuestros gobiernos, particularmente a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, se convirtieron en gobiernos al servicio directo de los intereses financieros internacionales encabezados por los EEUU. Por eso Salinas, Zedillo, Fox y Calderón sólo han actuado como representantes del gobierno de los EEUU.