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Breves líneas a propósito de las elecciones en Brasil

Fuentes: Rebelión

Decía Marx en fecha tan temprana como 1845, que no debía entenderse la política como algo supraterrenal. Con ello hacía un llamado a comprender los hechos políticos asociados a las cosas más naturales de la vida de la gente. Ese consejo del Moro, sigue siendo útil a la luz de los reveces políticos de la […]

Decía Marx en fecha tan temprana como 1845, que no debía entenderse la política como algo supraterrenal. Con ello hacía un llamado a comprender los hechos políticos asociados a las cosas más naturales de la vida de la gente. Ese consejo del Moro, sigue siendo útil a la luz de los reveces políticos de la izquierda regional.

Bolsonaro se proyecta vencedor. Para acercar el pensamiento a lo que puede estar ocurriendo realmente en el proceso electoral brasileño, recomiendo intentar desprenderse de la mayor cantidad de prejuicios posibles.

El primero de ellos, es asumir que la política, entendida en el sentido usual, como corriente de ideas más o menos explícitas, definida en pro o contra del poder establecido o por establecer; en su devenir no se conforma de actos pacífico, es en cierta medida una guerra, con bandos enfrentados, estrategias, alianzas y todo lo que conlleva.

Esta guerra es por obtener los votos de los ciudadanos(tácticamente hablando). Estos, no enfrentan su decisión electoral como si fuese una decisión de consumo cultural o de compromiso con algo. Es decir, el voto no depende de si tal candidato es más bueno con lo migrantes, si es homófobo, si grita mucho o si tiene muchas mujeres. Por otro lado, el votante no tiene «la tarea» de dar el voto a algún partido, ni agradecerle una medida del pasado, ni tiene que tener ese tristemente célebre compromiso social que se ha popularizado en el imaginario de izquierda.

Sin embargo, observo una tendencia muy marcada hoy, a cuando el mensaje no encuentra la recepción esperada, echarle la culpa al medio a través del cuál debe viajar este. Así, en materia política, se grita a los cuatro vientos que la culpa de la derrota en Brasil es de los medios de comunicación que monopolizan la vía de propagación del mensaje. Estos, silencian la izquierda, para dar trasmisión a ese mensaje fascista, que es el que llega al receptor.

Tal análisis tiene mucho sentido, sin embargo, toma el mecanismo partiendo de uno de sus extremo, para luego desplazar la atención a la correspondencia entre receptor y emisor del mensaje, e ir al medio que conecta a ambos.

De ello deriva, consevir al receptor como un elemento perfectamente determinado por el mensaje que recibe. Como si funciones como la asimilación no jugaran ningún papel.

En términos políticos, significa que el votante va a estar explicado por el discurso que logre llegar a él. Lo cual lo convierte en un elemento pasivo -determinado linealmente-, cuyo comportamiento deriva de qué decidan los medios venderle. Este enfoque, obvia el lado del receptor. Es decir, le da todo el peso al lado de la oferta (del mensaje).

Cambiemos el sistema de referencia y tenemos como punto de partida el otro extremo, es decir, el del receptor, que como ahora no es pasivo sino que es el elemento principal, por tanto responde a sí mismo, le llamaremos demandante ( de un mensaje político). Esta demanda, como toda, busca satisfacer sus necesidades. Por lo que el receptor del mensaje, en su rol activo como demandante debe seleccionar cómo lograr ese objetivo.

Sin embargo, cada uno de estos enfoques que parten de los extremos, deben unirse, y lograr una relación en doble sentido. De ahí que se entienda, que el oferente logrará que su mensaje encuentre recepción, no solo si el medio garantiza la conexión, sino si lo que ofrece da satisfacción a la demanda del receptor. En el caso de tener varias ofertas el demandante escogerá cual es el mensaje que necesita, que le es más útil.

Es por eso, que si el mensaje derechista encontró cabida, no es sólo porque tenía a los medios, sino porque encontró receptor porque dijo lo que este último quería escuchar, es decir, el medio solo sirvió para conectar la correspondencia que había entre ambos.

Se pudo haber saturado con el discurso de derecha y fascista al brasileño, que si no lograba satisfacer a este último, no iba alcanzar nada. Estos ascensos fascistas, son en definitiva, porque su discurso, su mensaje encuentra espacio en parte de la población, porque esta ve en él la forma obtener algo de su interés.

Entonces, hay preguntarse qué intereses tiene ese brasileño que votó por la derecha, ya que este se ven identificados con ese discurso. Para ello, hay que recordar que una necesidad satisfecha es el paso a la aparición de una nueva. De ahí, que todos esos millones que salieron de la pobreza, no se quedaron anclados en que ya la superaron, sino que fue esa una salida y un ascenso a la clase media, y por tanto, a la mentalidad correspondiente.

A ello se le suma toda esa masa de aspiración/identificación con esa clase media, que más allá de su pertenencia a una escala salarial, se sienten como tal, lo que también es aporte de potenciales votantes al discurso que responde a esa clase media. Ahora hay, una gran base electoral esperando un mensaje.

Como todo esto es todavía parte de esa vida supraterrenal que criticaba Marx, aterricémoslo.

Muchos brasileños se quejan de la intromisión de capital extranjero dento de sus fronteras, de los altos índices de violencia y la inserción de Brasil en dinámicas que responden al capital financiero, efectos asociados a la globalización neoliberal de una forma u otra.

Es por eso, que un discurso de mano dura, nacionalista, se ajusta a esa potencial y a la real clase media, y que además señala problemas por los que se preocupan también los que viven en la pobreza, por lo que encuentra aceptación, ya que es una alternativa a toda esa globalización. Al parecer, supo ser lo que algunos querían escuchar como respuesta a sus necesidades, a lo que la oratoria tradicional de la izquierda no dio respuesta aceptada.

Puede ser despiadado, pero mientras el mensaje político de derecha llegó a la recepción requerida, se le hecha la culpa a los medios, sin ver que esa relación puede advertir de cierta falta de tacto de la izquierda al tomarle el pulso a la realidad, a la hora de comprender cómo son las aspiraciones en el corto plazo las que están determinando la decisión electoral de muchas personas, cuáles son estas aspiraciones, y que la derecha le está sacando provecho. Después de todo, el éxito ejercicio político es también depende de ir en consonancia con las mayorías que asisten a las urnas, y estás piensan que esos problemas urgentes necesitan esa mano dura que proyecta Bolsonaro.

No supimos tomar la delantera en lograr un discurso con una propuesta que convenciera más. El error, definitivamente fue nuestro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.