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Difícil de entender… difícil de explicar

Burocracias de Cultura y viceversa

Fuentes: Rebelión

Con esto que e l capitalismo ha engendrado bajo el nombre genérico de «Cultura» en épocas, ideas y formas desiguales y combinadas, tenemos a la vista tareas de estudio, criba, crítica y transformación contra las manías «culturales» burguesas y sus moralejas históricas. Contra esa cultura que justifica y hermosea la explotación de clase. Nada estúpida, […]

Con esto que e l capitalismo ha engendrado bajo el nombre genérico de «Cultura» en épocas, ideas y formas desiguales y combinadas, tenemos a la vista tareas de estudio, criba, crítica y transformación contra las manías «culturales» burguesas y sus moralejas históricas. Contra esa cultura que justifica y hermosea la explotación de clase. Nada estúpida, a «palos de ciego» muchas veces la burguesía se ha preparado para la consolidación de su «imagen», «identidad» y hegemonías en todas las escalas de la vida colectiva y particular. Ha creado esa «Cultura» que, incluso, ha desfigurado a la «técnica» como conquista magnífica y la ha vuelto instrumento de denigración y humillación. Hoy todo eso que ha conquistado la burguesía en materia de «Cultura» se ha convertido en instrumento contradictorio que destruye las fuerzas productivas, frena desarrollo y secuestra cuanto ha sido históricamente, de forma material y concreta, logro de la capacidad económica de la Humanidad para asegurarse la existencia. Hay logros extraordinarios, hay que ganarlos, superarlos y ponerlos al servicio de todos. Lío enorme.

En su ascenso imperialista el capitalismo, monopólico-fascista, ha creado una «Cultura» generadora de la destrucción que encuentra pretextos ridículos a diestra y siniestra para adueñarse del mundo y de las conciencias. Química, física, matemáticas. Novelas, dramas, películas… invasiones, genocidios, guerra ideológicas. Cultura de exterminio. A estas alturas el capitalismo es repulsivo. Ha impuesto matrices ideológicas de miseria y corrupción que andan por el mundo como moralejas fatalistas ante las cuáles no hay salida (dicen); sólo queda la resignación para poner otras mejillas. Cultura para que los esclavos se entretengan con «diversión» vulgar, superflua, banal y obscena. Cultura sólo para quien puede pagar en universidades o en salas de espectáculos. Ciencia a la orden de las billeteras, arte a la orden mercenaria. Cultura clasista que prevé para los pobres una instrucción limitada a la servidumbre y un adiestramiento para que aprenda a rechazar su papel como dirección de cualquier cambio. Muy rentable. Cultura para que los explotados se cultiven y diviertan alienándose. Difícil de entender… difícil de explicar.

Hay un campo de lucha concreto y necesario a la hora de trabar oficios que construyan movilizaciones desde abajo y a fondo frente a las definiciones sobre la Cultura 1 y sus trampas rentables. Hay una gran tarea semiótica que debe realizarse para diagnosticar el patrimonio Cultural sus recursos y fuentes, sus armas y su estado de ánimo, sus luchas de clase. Campo de lucha que dibuja escenarios nuevos y contendientes nuevos ( y no tanto). Es un campo de lucha en el que aparecen, por ejemplo, las industrias de turismo que necesitan «cultura» de ornato; aparecen los pastores museísticos; aparece la baba demagógica de ciertos funcionarios urgidos de llenar informes y justificar gastos… aparecen también algunos zánganos con sueldos prebendarios; aparecen los mercachifles santones con bisutería erudita para amenizar tedios burgueses… fauna y flora de la decadencia que manotea desesperada los últimos reductos de supervivencia a lomos de algún presupuesto, una dádiva, un cargo… lo que sea la voluntad del patrón. Toda ambición de control y explotación necesita un aparato burocrático para controlar y explotar el trabajo de creadores Culturales, artistas, científicos, en oficinas talleres, fábricas, iglesias, escuelas, cerebros, ideas y sueños… moral para esclavos inoculada durante mucho tiempo con un imaginario letal que funge como verdad aplastante … la burguesía se apropia la riqueza y del poder de los trabajadores a cualquier costo, se arma con soldados, policías y burocracia adiestrada para que subordine a sus controles, de manera rentable, el saqueo y la explotación. Aunque haya que disfrazarse de «progres».

Esta a la vista un escenario de luchas urgentes. Se trata de conocer la Cultura en su estado actual sus intersticios y sus entrañas, sus bases y sus logros, su sello de clase y su contribución al ascenso humano o sus descensos para, desde ahí, impulsar dialécticamente una transformación organizada que será necesariamente distinta si sueña con una sociedad sin clases, sin explotación y sin alienación. Eso puede orientar la lucha para una política en Cultura, política Cultural, Cultura política. Esta vez sin patrones, sin clérigos y sin burócratas. ¿Es mucho pedir?

Compete a los trabajadores todos y a los trabajadores de la Cultura censar, intervenir, el patrimonio Cultural y evaluar su estado actual con su deterioro, fraudes, falsificaciones, robos y persecución, incluso con indiferencia, contra los trabajadores de la Cultura especialmente quienes no han sido complacientes con la orgía ilustrada de algunos vándalos burócratas durante décadas. ¿Habrá que decir sus nombres? Hay que abrir los libros, mirar las cuentas de las burocracias y de los patrones para ver cómo se han manoseado los recursos «Culturales», la fuerza de nuestro trabajo y cómo se ha hecho de eso un enjambre de corrupción y humillación impune, indecente e injusto. Nadie podrá esclarecer esto mejor que los trabajadores organizados y revolucionarios. Nadie mejor que los trabajadores que logren sacudirse, de una vez por todas, los engaños y las ilusiones patronales y gubernamentales. Nada como hacerlo organizadamente.

Sería medicinal un proyecto revolucionario impulsado desde los movimientos sociales de base, desde la voluntad de los trabajadores mismos, para contribuir a la producción de una Cultura no alienada capaz de abonar a la emancipación de los explotados. No una Cultura que estrangule a los trabajadores victimados por sus necesidades elementales. Un proyecto de Cultura que se impulse con la fuerza de los trabajadores hacia el desarrollo de las fuerzas productivas, que nos libere de la alienación y permita ejercer un trabajo razonado y cuidadoso para beneficiarnos de los recursos naturales sin aniquilarlos. Necesitamos disponer de la totalidad de los conocimientos, incluso científicos y todas las técnicas creadas por la Humanidad para mejorar nuestra calidad de vida y elevar la conciencia sobre nuestras fuerzas: cambiar el curso de la historia. Sin propiedad privada, sin «derechos de autor» mezquinos y usureros. Sin patrones. ¿Es un abuso insistir?

Hay que abrir los libros de las burocracias, de las empresas de «cultura», de los monasterios de la inteligencia. Revelar a todas luces cuanto dinero poseen, cómo se lo agencian. Sueldos, premios, prebendas y canonjías…Abrir los libros, exhibir cuanto hay y cuánto hay, porqué y para qué, abrir los libros del dinero y los libros de los conceptos con que se justifican y con qué se justifican los gastos.
Hay que transformar desde su raíz toda concepción de «actividades programadas» que se programas sin el concurso de los trabajadores y sin beneficiar su calidad de vida. ¿Programadas por quién, para qué, con qué beneficios? Hay que interrogar a los manejadores del arte y la Cultura, sus «metodologías» tradicionales, sus prácticas viejas al modo y placer burgués que gobernó y gobierna desde en los Ateneos y Centros Culturales artísticos en cada país. ¿Es feo exigir esto?

No hay manera de librarse de esas «Políticas Culturales» burguesas más que organizándose con acuerdos y praxis que transforme a fondo la sociedad y las ideas clasistas. Expropiarle lo mejor que haya conseguido y ponerlo al servicio de la transformación definitiva de la sociedad y la conciencia. Una Cultura nueva que nacerá dialécticamente de lo que somos hoy. Nos guste o no. Aprovechar las tecnologías, las fábricas mejor equipadas por la burguesía, los mejores sistemas de cultivo, los mejores laboratorios, la mejor medicina, las casas más cómodas, las escuelas, centros de arte, museos… todo nos sirve mientras sirva para la superación permanente y para la destrucción de las hegemonías capitalistas. Eso mismo hay que hacer con la «identidad», el «folclore», las «tradiciones» y los «hábitos» heredados, la «herencia Cultural» usada por los patrones para vanagloriarse a espaldas de los productores. Hace tanta falta mirar, críticamente, todo «tesoro de la cultura» someterlo a un debate profundo a una valoración abierta y aquello que impida el desarrollo de la humanidad… superarlo.

Dicho sea a los «políticos» esos «hacedores de Cultura», a los «programadores», «educadores», «diseñadores de eventos Culturales» estén en la bancada institucional que se hayan inventado o encontrado. A los que creen que «hacer Cultura» es contratar (dilatando los pagos e incluso sin paga) «espectáculos» para que caminen el sendero neoliberal de la autofinanciación postrada ante el turismo y el sobismo week end. ¿Qué es ahora esa Cultura? ¿Botín de funcionarios nacionalistas y ruidosos con sueldos, viajes «todo pagado» y canonjías… que sobreviven gracias al trabajo que hacen otros? ¿Qué es la Cultura, algunos profes y directivos enquistados en la repetición escolástica de fórmulas para detener el desarrollo del conocimiento y meter la cabeza académica en un agujero que no mira la crisis y la barbarie y menos la estudia para modificarla? ¿Qué es la Cultura, los préstamos, créditos, réditos y coctails para amigos, cómplices y seguidores? ¿Qué es, los distribuidores, sus salas, sus salones de fiestas, sus turistas y sus publicidades? ¿Qué es, festivales y lobby, para compadres, para recomendados, para protegidos con la bendición de un premio? ¿Qué es la Cultura, sus muchachos sagaces que se cuelan en cuanta beca aparece gracias a las gestiones de sus cuates e informantes? ¿Qué es, el glamour internacional de las embajadas donde algunos niños ricos juegan a ser «genios» con la dote de papá y la bendición de algunos burócratas?

Hay cierta «Cultura» de estado, o de instituciones benéficas, que es verborrea de santidad ilustrada que chorrea hipocresía y que se niega a considerar a los artistas y a la Cultura como un trabajo que como todo trabajo debe salir de cuanto lo somete, explota y aliena. Esas instituciones aplauden con énfasis lo «genial», lo «fabuloso» de la creatividad… mientras se olvida de que se trata de trabajo y de que se trabajo sirve entre otras cosas para que el productor de Cultura viva con dignidad. Es una manía burocrática muy desgraciada, desafortunada, admirar a la Cultura sólo cuando es negocio de alguien o para alguien. Esa Cultura de burocracia se contenta con salas llenas, especialmente si son turistas, se exhiba lo que se exhiba. Llenar salas, proliferar en espectáculos «concurridos» y movilizar cierta «Cultura» libresca benefactora de algunas editoriales para mantener en pie, hoy por hoy, las causas de los señoritos y los señorones de la Cultura con sus más profundas ambiciones y sus programas alienantes. ¿Es esto una crítica de «resentidos»?

Hay que erradicar todo modelo de elite con el que muchos funcionarios «planifican y programan» a espaldas de la imaginación de los que producen la Cultura. Cultura no es sólo lo artístico, lo tradicional o lo folklórico. Algunos estamos cansados de las verborragias gobierneras que hacen de su Cultura de elite un manjar que debemos apetecer a ultranza si no queremos ser tratados de ignorantes o de enemigos. Algunos estamos hartos de financiar viajes y cócteles de esa gente culta y linda que va por el mundo llenando agendas de embajadas, clubes sociales y centros de Cultura donde las señoras de los funcionarios descargan lágrimas de cocodrilo y algunas veces lavan dólares de sus maridos. ¿Quién controla las subastas de Cultura indígena por ejemplo? ¿Quién controla el saqueo de piezas arqueológicas, pictóricas… alguien alguna vez recuperó los cuadros, esculturas, figurillas etcétera que fueron prestados a ciertos funcionarios importantes para que decoraran sus mansiones oficiales? ¿Alguien alguna vez miró de cerca los inventarios y dónde quedaron los cuadros que muchos artistas donan a museos y galerías de los gobiernos? ¿Alguien alguna vez hizo un recuento de cuánto dinero se asigna a todas las actividades que se justifican como «Culturales»? Si se destapara esta cloaca quedaría bien clara una expresión absolutamente corrupta del capitalismo disfrazado de Ilustrado. ¿Esto incomoda a alguien? ¿Hay que pedir disculpas?

Por culpa de estas burocracias, entre otras cosas, los pueblos han perdido toda capacidad para administrar sus propias organizaciones. Por culpa de esa cultura de burócratas padecemos formas viciadas de uso, flujo o manejo de sus recursos. Por culpa de esa cultura de burócratas padecemos una de las expresiones más odiosas de la alienación mientras las burocracias se las ingenian para aparecer por todas partes y parecer indispensables para gozar de todos los bienes posibles, las comodidades y el «poder» en tanto que muchos trabajadores viven en la miseria y ven postergados sus urgencias. Burocracia así es entonces injusticia. Si no son los trabajadores quienes asuman el control de sus organizaciones y trabajo con independencia política absoluta seguirán sometidos a los caprichos ideológicos y formales de las elites burocráticas que una y otra vez no sólo no producirán los cambios necesarios para los trabajadores de la Cultura sino que se encargaran de postergarlos hasta derrotarlos.

Hay que decirlo en los talleres de artesanos, en los laboratorios científicos, en los centros de investigación, en las panaderías… hay que decirlo a los albañiles y en las escuelas, institutos de dramaturgia y teatro, escuelas de arte, cine, atriles, caballetes, muros… a los profes, a los espectadores y a todo mundo: los demagogos del arte y la Cultura se santiguan con sus sueldos y se sienten satisfechos por «llevar Cultura al pueblo» gozan orgásmicamente cuando el jefe les da una palmadita en la cabeza y les aumenta alguna ganancia económica o política. Mueven la cola complacidos con su esperpento ideológico… su «Cultura» de elite triunfante, hija renga de la ilustración, que sólo entienden y sienten algunos elegidos y eruditos.

Mientras tanto muchos miramos como el trabajo alienado en la cultura, la ciencia y el arte sirve contradictoriamente para someter y explotar más a los trabajadores que apenas ganan para vivir. Suelen no tener asistencia médica, no tienen posibilidad de jubilarse, dependen de caprichos políticos y empresariales, están cercados en circuitos de distribución cada vez mas mafiosos, la materia prima es cada vez más cara, se les somete a un besamanos infernal para caerle «bien» al burócrata que programa salas, galerías, muestras, equipos de ayuda, becas, financiamientos… ni pensar en congresos, reuniones, capacitación, libros, tecnología… ni pensar en abrir espacios de docencia crítica y activa, espacios de creación libre y experimentación conciente. Ni pensar en debates políticos sobre la producción de cultura. Para cada cosa hay que tramitar permisos, mil formularios, colas y más colas, filas enormes, copias certificadas, fotocopias de documentos infinitos, credencial de identificación, avales y firmas bancarias y vínculos y certificados notariales y dos copias de cada acta y las firmas autorizadas y la constancia de pago de impuestos y la no deuda de infracciones viales y la bendición de Dios, y el diablo, por las dudas. Relaciones, cuñas, palancas, amigos o amigotes que decidan o influyan en quien decide. Sonrisitas aquí, sonrisitas allá, soportar a más de un imbécil culto con iniciativa conversadora, otra sonrisita… Luego con un poco de suerte pagar poco, compartir lo mínimo, cuando piden un «porcentaje», cohecho se llama, por lo entregado. De que los hay los hay.

Bien pensado no tienen derecho los burócratas a inocularnos sus prioridades de mentalidad burocrática, no tenemos por qué trabajar a su ritmo y con sus calendarios, con su «Cultura» de la dilación, manoseo y especulación. No hay razón sensata para aceptarlo aunque muchas veces seamos víctimas de extorsiones vulgares o sutiles. Casi no hay nervios de burocracias Culturales que no estén esclerotizados de corrupción. Corrupción es también tergiversar los términos de la realidad. Identificar a la burocracia, desnudarla y combatirla es una tarea fundamental. A qué intereses sirve y no es un problema terminológico o teórico, es un problema político de lo más importante. Cuesta muchísimo dinero a los trabajadores.

Para colmo los trabajadores del arte y la Cultura viven casi totalmente desorganizados o algunos se organizan sólo por demandas economicistas o negociaciones esporádicas contra algunas burocracias. De debate político y conciencia de su fuerza como trabajadores… de unidad con el conjunto de los explotados… casi no se habla, muchos creen que «queda mal», otros sienten que «eso no es arte». Y muchas personas caen en el juego, muerden el anzuelo, algunas son buenas personas, que en el mejor de los casos son víctimas de su ingenuidad. Se prestan y «engordan el caldo» de las burocracias sin haber librado un debate político de fondo, sin poner el claro el lugar principal del trabajador, su obra y aporte por encima de los administradores… se prestan y hacen comparsa sin debate político que haga entender que la cosa es exactamente al revés, que nos son los burócratas, que no deben ser ellos, quienes deben gobernar o dirigir la producción Cultura, y ninguna otra, con el control extorsivo del dinero, con el control extorsivo de las herramientas y los espacios de producción y exhibición… que no, que ¡ya basta!, que la cosa es exactamente al revés, que son los trabajadores los que han de organizarse sobre sus tiempos y premisas y que los administradores están para obedecer los acuerdos de base, las necesidades y estrategias de los que producen la riqueza Cultural… es al revés, debería ser es distinto.

Hay que organizarse para construir un debate y una lucha contra la moralina cultural benefactora ideada por los empresarios, los clérigos y los burócratas sabihondos, que gastan hasta lo inimaginable para impedir el ascenso de los trabajadores de la Cultura. Hay que organizarse para movilizarnos desde las bases y hacia una Cultura donde los trabajadores constituyan su independencia política y generen junto al resto de los movimientos sociales de base, los obreros y los campesinos, los dictámenes necesarios para definir los rumbos de la Cultura. Moverse organizadamente con delegaciones abiertas e interdisciplinarias que admitan una intervención renovadora y revolucionaria sobre la Cultura toda. ¿Es eso muy ambicioso?

Es una convocatoria urgente que cerrará, de una vez por todas, el paso a los diletantes y a los francotiradores. Organización de trabajadores y acción cultural directa con objetivos revolucionarios permanentes y hacia una producción Cultural con independencia política. Cero privilegios, cero favoritismos, cero indulgencias crediticias. Las instituciones del Estado, ministerios, alcaldías, gobernaciones etcétera relacionados de un modo u otro deben estar bajo el control de los trabajadores en general y los trabajadores de la Cultura en particular para que puedan determinar la ruta de su desarrollo Cultural pleno. Es cierto no todo está mal. Pero todo debería estar mejor. Y eso es lo importante, hoy por hoy. ¿Podremos?

 


1 » Empecemos recordando que Cultura significó originalmente campo arado y cultivado, en oposición a la floresta o al suelo virgen. La Cultura se oponía a la Naturaleza, es decir, lo que el hombre había conseguido con sus esfuerzos se contrastaba con lo que había recibido de la Naturaleza. Esta antítesis fundamental conserva su valor hoy día. Cultura es todo lo que ha sido creado, construido, aprendido, conquistado por el hombre en el curso de su Historia, a diferencia de lo que ha recibido de la Naturaleza, incluyendo la propia historia natural del hombre como especie animal. La ciencia que estudia al hombre como producto de la evolución animal se llama antropología. Pero desde el momento en que el hombre se separó del reino animal -y esto sucedió cuando fue capaz de utilizar los primeros instrumentos de piedra y madera y con ellos armó los órganos de su cuerpo-, comenzó a crear y acumular Cultura, esto es, todo tipo de conocimientos y habilidades para luchar con la Naturaleza y subyugarla. Cuando hablamos de la Cultura acumulada por las generaciones pasadas pensamos fundamentalmente en sus logros materiales, en la forma de los instrumentos, en la maquinaria, en los edificios, en los monumentos… ¿Es esto Cultura? Desde luego son las formas materiales en las que se ha ido depositando la Cultura -Cultura material-. Ella es la que crea, sobre las bases proporcionadas por la Naturaleza, el marco fundamental de nuestras vidas, nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo creativo. Pero la parte más preciosa de la Cultura es la que se deposita en la propia conciencia humana, los métodos, costumbres, habilidades adquiridas y desarrolladas a partir de la Cultura material preexistente y que, a la vez que son resultado suyo, la enriquecen. Por tanto, consideraremos como firmemente demostrado que la Cultura es un producto de la lucha del hombre por la supervivencia, por la mejora de sus condiciones de vida, por el aumento de poder. Pero de estas bases también han surgido las clases. A través de su proceso de adaptación a la Naturaleza, en conflicto con las fuerzas exteriores hostiles, la sociedad humana se ha conformado como una compleja organización clasista. La estructura de clase de la sociedad ha determinado en alto grado el contenido y la forma de la historia humana, es decir, las relaciones materiales y sus reflejos ideológicos. Esto significa que la Cultura histórica ha poseído un carácter de clase». Leòn Trotsky: Cultura y socialismo http://peru.elmilitante.org/index.asp?id=muestra_cat&cat=15