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Bush en América Latina

Fuentes: Rebelión

George W. Bush, del 8 al 14 de marzo, visitará cinco países latinoamericanos, incluido México (con Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala), lo cual ha sorprendido a tirios y troyanos, ya que el auncio del viaje fue precedido por un proyecto de presupuesto en el que se diminuyen drásticamente las ayudas destinadas al patio trasero estadounidense, […]

George W. Bush, del 8 al 14 de marzo, visitará cinco países latinoamericanos, incluido México (con Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala), lo cual ha sorprendido a tirios y troyanos, ya que el auncio del viaje fue precedido por un proyecto de presupuesto en el que se diminuyen drásticamente las ayudas destinadas al patio trasero estadounidense, con la excepción de Colombia, y cuando continúa en la frontera mexicana la construcción del muro de la ignominia, que ahora implica hasta el traslado de trabajadores y técnicos a nuestro territorio para desde aquí edificar. La congresista demócrata Hilsa Solís dijo «esto de Bush son unas vacaciones que se toma en un momento en que todo le va mal».

No podía faltar la visita a Brasil (en Sao Paulo), ya que sin ese país no hay equilibrio continental. Bush tratará de seducir a Lula para frenar a Hugo Chávez (el verdadero motivo del viaje), tal vez con alguna oferta en materia de estanol. Además de que Brasil es el segundo productor mundial de caña de azúcar después de Estados Unidos. El otro motivo del viaje tiene que ver con el rescate del ALCA, enterrado en Mar del Plata en 2005 (con una patética intervención de Fox a nombre de Bush, procurando salvar la asociación bajo el control de Washington), en lo cual no parece tener ninguna oportunidad real el jefe de la Casa Blanca. Saludará también en su gira al presidente socialista Tabaré Vázquez de Uruguay, proclive a Washington, a su amigo preferido continental Álvaro Uribe, de Colombia, y pasará a Ciudad de Guatemala para agradecer a Oscar Berger la presentación hace unos meses de una candidatura al Consejo de Seguridad que compitiera con la candidatura venezolana. A México vendrá a estrechar lazos con Felipe Calderón, para asegurar aún más la proclividad de éste hacia Estados Unidos.

Pero tal vez lo más interesante del viaje sea la porción continental que no visitará Bush, por ser varios países de «alto riesgo» para el mandatrio estadounidense. No acudirá a Argentina porque son tensas sus relaciones con Kirchner, ni a Chile por el motivo contrario (sus relaciones con la presidente Bachelet son óptimas). Obviamente ni pensar en la Bolivia de Evo Morales, o en el Ecuador de Rafael Correa, y mucho menos en la Venezuela de Hugo Chávez, con la cual las hostilidades son abiertas. Repito: la única explicación coherente que se descubre en este repentino interés de Bush por América Latina (después de seis años en la Casa Blanca de amnesia absoluta respecto a su región sur), es la de contrarrestar la influencia de Chávez, y su insistencia en una unión latinoamericana bajo el dominio estadounidense.

El viaje de Bush, como se sabe ya, estará marcado por masivas manifestaciones de repudio. Su función guerrera en el mundo, su agresión a pueblos débiles y los crímenes que ha desatado, su violencia en contra de los derechos humanos, también negando la Constitución de su país, su papel de torturador y represor a escala planetaria, le han ganado el repudio del mundo, comenzando por el de su propio pueblo, según se vio en las elecciones del pasado noviembre. En América Latina, incluido México, este repudio tendrá algunas de sus manifestaciones más radicales.

Por lo que hace a nuestro país, el candidato y el presidente Calderón se declararon dispuestos a corregir los disparates de Vicente Fox y a rehacer relaciones políticas y diplomáticas con América Latina. A pesar de una cierta expectativa inicial, la situación se degradó rápidamente, porque ya no se trata de las erráticas intervenciones del boquiflojo expresidente, respondiendo de todos modos a intereses precisos, sino de la expresión articulada de una política que ha decidido el presidente actual y que no deja lugar a dudas. En este sentido Calderón ha puesto en claro la contradicción de fondo entre su gobierno y las alternativas de desarrollo que buscan varios países latinoamericanos.

El punto de ruptura se dió en Davos. Y se expresó en la breve polémica entre Lula da Silva y Calderón. Mientras este último criticó los «prejuicios» contra el libre comercio y las expropiaciones ocurridas en Venezuela, Bolivia y Argentina (refiriéndose además a las «dictaduras personales vitalicias»), el brasileño reivindicó inteligente y decididamente al bloque sudamericano, incluyendo a Hugo Chávez y a Evo Morales. De Chávez, el brasileño señaló que fue electo tres veces democráticamente y dijo que si alguien tiene miedo porque Evo Morales quiere nacionalizar el gas, debe entender que sus recursos naturales son la única riqueza de Bolivia.

Inclusive el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, le mencionó que la negativa al libre comercio no es asunto de prejuicios, y dio por muerto el ALCA que antes había defendido el presidente de México. La veregonzosa situación es que el presidente Calderón está muy lejos de entender las causas reales de la pobreza latinoamericana y mexicana. Sin tal reconocimiento, y sin apreciar los esfuerzos de varios países nuestros para encontrar renovadas rutas al desarrollo y al bienestar, es puramente retórico y superficial el «deseo» de rehacer al sur las muchas relaciones maltrechas. La imposibilidad es estructural y no de coyuntura.