Necesité que la alcaldesa de Copenhague solicitara a los delegados de la Cumbre Mundial sobre el Clima que fueran sostenibles y no consumieran servicios sexuales -del todo legales allí- durante su estancia en la ciudad, como era de esperar en una localidad que tiene por símbolo a una atractiva cuanto frustrante sirenita que luce sus […]
Necesité que la alcaldesa de Copenhague solicitara a los delegados de la Cumbre Mundial sobre el Clima que fueran sostenibles y no consumieran servicios sexuales -del todo legales allí- durante su estancia en la ciudad, como era de esperar en una localidad que tiene por símbolo a una atractiva cuanto frustrante sirenita que luce sus gracias que alimentan fantasiosas clintonianas apetencias, pero deja al resto de mentes calenturientas a dos velas… para entender el verdadero significado del reiterado «calentamiento global» y por qué la progresía lo afirma con tanto entusiasmo cuanto los neocones se afanan en negarlo. Por un momento llegué a creer que se trataba de un asunto científico que escapaba a mi conocimiento y del que debía tomar partido para estar en la onda, o que aludía al aumento constante de conflictos armados en todo el mundo. Pero ahora, ya sé en qué consiste. Es un tema sexual, sin tratamiento en el «Kama Sutra».
Me pareció una auténtica putada que la mujer más pública de Copenhague, en lugar de potenciar, publicitar, y ensalzar los productos, los servicios y la industria de la ciudad que la ha puesto al frente de sus intereses, actuase desde su cargo contra sus propias ciudadanas y contra un gremio que, se ha de recordar, allí es del todo legal y, por consiguiente, paga impuestos como cualquier otra actividad. Pero, como no hay mal que por bien no venga, la reacción de las sacerdotisas del placer me pareció de puta madre, y toda una lección magistral de dominio cívico-liberal que rige el mercado capitalista, frente al despotismo político que aspira a monopolizarlo, un impecable aprovechamiento de los recursos ajenos para agenciarse una campaña publicitaria gratuita y todo un modelo de ironía, crítica, denuncia y bufa de la hipocresía que nos rodea. Porque esa genial oferta de «sexo gratis» para quienes acreditasen ser delegados de la Cumbre de Copenhague ciertamente dio un sentido más inteligible a la expresión «calentamiento global». Bajo esta nueva perspectiva uno empieza a apreciar en la izquierda cierto fetichismo conservador por la naturaleza, renegando con ello de su ingenua confianza en el hombre y, por contra, un indisimulado comportamiento libertino y transgresor en la derecha, entregada como nunca al feliz desarrollo antropológico, sin miedo a escatologías y catastrofismos venideros a los que tan férreamente parecía adscrita en el pasado. También se comprende mucho mejor la relación sadomasoquista de amor-odio establecida en Occidente entre las multinacionales que esclavizan a nuestros semejantes esquilmando el planeta, contribuyendo a su destrucción, pero que nos aportan bienes de consumo de fácil acceso y sencillo dispendio, y una ciudadanía esquizoide que reniega de todo ello de palabra, mientras contribuye a ello consumiendo con su boca productos Nestlé, Coca-Cola, Philip Morris, poniendo en su depósito carburante de BP, Shell, o Repsol, vistiendo marcas Nike, Gup, etcétera financiando con su bolsillo el desastre contra el que se pronuncia en las encuestas, contra el que se manifiesta en la calle, pero que a la hora de la verdad queda sólo en un calentón global que se enfría más rápido que el casquete polar se derrite en los océanos. ¡Vaya! Ahora también entiendo lo del casquete… No, si al final vamos a acabar todos como aquél pidiendo ¡organización, joder!
http://www.gara.net/paperezkoa/20091223/173570/es/Calentamiento-global