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Calificación de la cosecha del cine español 2008: Pésima

Fuentes: Rebelión

Hoy fallan los Premios Goya. Si no fuera por la cosa publicitaria, mal remedo de los Célebres Óscar, podían ahorrárselos. No hace falta ser un académico para percatarse de que la última temporada no resiste el análisis, ni de un enólogo ni de cualquiera que minimamente se lo haya tragado. Entre estos bebedores casi abstemios […]

Hoy fallan los Premios Goya. Si no fuera por la cosa publicitaria, mal remedo de los Célebres Óscar, podían ahorrárselos. No hace falta ser un académico para percatarse de que la última temporada no resiste el análisis, ni de un enólogo ni de cualquiera que minimamente se lo haya tragado. Entre estos bebedores casi abstemios de cine español me encuentro. No me gustan los tópicos que corren sobre el cine nacional. Ni que es un peñazo y por eso nadie acude a las salas ni que está viviendo un boom, como algunos paniaguados o paniaguadas nos tratan de vender, año tras año, cada vez de forma más patética. Lo primero porque existe un circulo vicioso difícil de evitar: Los exhibidores, ya se sabe, por preferencia o bien por obligación contractual colocan los más sólidos productos de Hollywood, con lo que las pelis hechas aquí o funcionan bien desde el primer día o son desocupadas atendiendo al poderoso principio de Arquímedes (que únicamente conoce la excepción francesa). Veinte millones de espectadores ha perdido el cine español en el último año.
En mi caso personal, al revés, procuro no perderme las producciones españolas -sea el director, actores, etc., españoles o no- a priori más interesantes.
Por cantidad no es tan mediocre nuestro cine. En los últimos años se han estrenado un buen número, tal vez excesivo http://www.mcu.es/cine/CE/Actualidad/Estrenos.html.
Las posibilidades de grabación digital hacen posible la realización de muchos filmes apenas sin medios. Otra cosa es el número de copias que lleguen a alcanzar.
Según otro principio, de la cantidad sale la calidad. Como no es el caso, la situación resulta más penosa. Landa en su nada remilgadas Memorias lo explica sin tapujos: «es muy fácil echarle la culpa al empedrado». Se hacen muchas películas por un sistema de financiación más bien corrupto. Nos enteramos por la prensa de que el productor de una película es «de un 15 por ciento declarado, con independencia de que llegue o no llegue a estrenarse en salas comerciales o de lo que recaude en ellas». ¿Como lo consigue? Con no demasiados enchufes, según explica el excelente actor, pueden conseguir una subvención del ICAA, dependiente del Ministerio de Cultura, «del 33% del presupuesto a condición de que recuperes en taquilla trescientos mil euros». Luego es cosa de «hinchar la burra» -Landa siempre tan expresivo- en cuanto a costes. En resumidas cuentas, que más lo que consigan de las televisiones (están obligadas a invertir el 5% de su facturación en un fondo de ayuda al cine español), de distribuidores y del ICO, ¡las cuentas cuadran! Queda un escollo: la taquilla. ¿Cómo se recaudan esos 50 kilos en 2 semanas, que es la media de lo que duran los estrenos? «Pues muy fácil, aunque haya gente que no se lo crea: comprando las entradas». Yo si me lo creo don Alfredo.
Por calidad, puede que se salve la de Javier Fesser, Camino, y ninguna más. Es loable su denuncia del Opus, algo de lo que no conozco antecedentes filmográficos, pese al enorme peso de «La Obra». Aunque el director de Mortadelo y Filemón vuelve a lucirse en la realización plástica (apenas puede contar con rivales en nuestro cine), en mi opinión ese paralelismo onírico que le da pie, alarga el metraje más de lo debido.
José Luis Cuerda es otro director de acreditada solvencia. El bosque animado o Amanece que no es poco avalaron una propuesta en principio arriesgada. La adaptación junto a Rafael Azcona de El lenguaje de las mariposas me pareció mucho más afortunada que esta última de Los girasoles ciegos. No considero una boutade lo que pienso de ella: Que lo mejor que se puede decir es que ha dejado abierto, casi intacto, el campo para nuevas adaptaciones de los sobresalientes relatos de Alberto Méndez. El probado buen hacer de Cuerda-Azcona se centra por desgracia en la sempiterna historia española, subespecie cura conoce viuda, y para su tragedia, falsa viuda. Los relatos desechados ofrecen otros imaginarios, menos visitados por nuestro cine, en los que se funden, como pocas veces, la belleza formal con los contenidos más sobrecogedores. Precisamente, ahí está una de las paradojas de lo bello: su materia es lo más feo de nuestra condición humana.
Entre ese cine que ha pasado desapercibido rescato dos títulos:
La buena nueva («Otra película sobre la Guerra Civil: académica, rancia, maniquea y movida por la inercia» (Jordi Costa: Diario El País).
La vida en rojo («Lo que queda: un producto acartonado, seudoliterario, añejo y, para colmo, maniqueo» (Javier Ocaña, El País).
Joder, con las casualidades de los analistas de El País. Para ellos semánticamente el rojo es rancio y maniqueo por sistema.
Todo un buen aviso para navegantes: aflojen la carga ideológica tal como el reseñado diario viene haciendo. En la Buena nueva, ¡otra peli con cura!, supone una mirada desde la sensibilidad actual («la figura de ese sacerdote protagonista con una precoz, anacrónica conciencia de lo que hoy llamamos memoria histórica»). He leído el libro, «No me avergoncé del Evangelio» reeditado en Navarra, y tiene razón en ese aspecto. Escrito en Argentina en los años 50 no recoge esa memoria/prematura, profética, como la película en algún instante recoge. Es, con todo, una desacostumbrada denuncia, escrita por un ex-sacedorte de una excepcional talla humana e intelectual: Don Marino_Ayerra, cura de Alsasua desde la misma víspera del 18 de julio, tío de la directora, Helena Taberna Ayerra.
De La Vida en Rojo, Juan de Mairena, podría decir de ella, que no hay nada que sea absolutamente inempeorable, aunque su realización es difícil hacerla peor. Es una lástima porque está basada en otro libro estupendo El vano ayer de Isaac Rosa (título machadiano, por cierto). Lo cual no obsta para sorprenderse por estos modernos crítico aludidos. Lo rojo, repito, para ellos es sinónimo de añejo y maniqueo. Por gusto personal o inducido, les debe gustar más la plasmación light y «acartonada» de la realidad, en este caso de nuestro reciente pasado, que es precisamente, lo que el brillante escritor Isaac Rosa denunciaba en su novela.

Del resto, salvo alguna pequeña excepción que se me haya podido pasar, mejor no hablemos.
La cosecha del 2009 con el regreso de nuestros directores más internacionales: Isabel Coixet (Map of the sounds of Tokio), Almodóvar, Aménabar, o algún invitado como Glez. Iñarritu servirá para esos paniaguados y paniaguadas que mencionaba antes en la promoción venidera del estupendo cine español.