En este mundo tan cambiante, es difícil asimilar la realidad del momento en su conjunto. Y es difícil intentándolo, no digamos ya, viviendo al margen de toda esa vorágine de datos, sucesos, previsiones y acontecimientos. Pero hay algo que debe recibir una denominación a la que no alcanzo, un diagnóstico diferencial y que serviría para […]
En este mundo tan cambiante, es difícil asimilar la realidad del momento en su conjunto. Y es difícil intentándolo, no digamos ya, viviendo al margen de toda esa vorágine de datos, sucesos, previsiones y acontecimientos. Pero hay algo que debe recibir una denominación a la que no alcanzo, un diagnóstico diferencial y que serviría para definir el comportamiento neutro o incluso estúpido de aquel, que viendo cómo le están cavando una zanja bajo su existencia, ni tan siquiera hace el esfuerzo de escapar del área de inminente colapso.
Tenemos una capacidad de adaptación a la injusticia digna de estudio. Parece que de nada ha servido en muchos casos, ver recortados los derechos sociales y laborales que tanto hubo que luchar y a los que les esperan próximas y peores sacudidas. Parece también que queremos creer que era necesario adoptar esas medidas, porque los «expertos», vestidos ellos de razón y dignidad, explican a neófitos en un lenguaje críptico, todas las razones que aconsejan los reajustes.
Lo verdaderamente curioso, es que aún se les conceda credibilidad a todos esos expertos que fueron incapaces de pronosticar la crisis (y nunca se invite a los que sí la previeron y anunciaron), y mucho más curioso si cabe, que nadie objete sobre el tipo de medidas a adoptar ¿sólo hundiendo al ciudadano común, se puede salir de la crisis que han creado los poderosos? Y ¿por qué si hay crisis, las financieras y grandes empresas están arrojando en sus balances contables beneficios récord?
Creemos lo que queremos creer, y queremos creer que hay justicia y bondad, que hay responsabilidad y sensatez, e integridad. Y que pese a que algunos políticos han cometido deslices humanos, y que aunque quizá la política no viva su momento de mayor esplendor, en general son personas dedicadas y serias.
Pues pese a que nos demuestren lo contrario con hechos, preferimos negar la mayor, ya que de aceptarlo deberíamos responsabilizarnos de nuestra vida e implicarnos en el cambio… y son muchos años obedeciendo sólo a quien nos paga por movernos (Empresa, Estado, Cliente), como para actuar de forma autónoma sin un beneficio clásico.
Cuestión de perspectiva.
Puede que no se prevea un beneficio al implicarse en la transformación de un sistema podrido, y puede que incluso al hacerlo se precipiten acontecimientos. Es posible. Pero no creamos que por no participar ahora, no lo haremos de forma pasiva pronto.
El caballo se ha desbocado en forma de aparente caos económico tras dos años de vaivenes, con familiares de riesgo de esos que dicen que vienen a pasar el fin de semana y se quedan todo el verano. Con juegos de poli bueno y poli malo entre Barack O $ ama y Hu ¥ intao de los que seremos espectadores a partir de este próximo lunes como si de un culebrón macabro se tratara. Con cifras de rescates y «elevaciones» de techo de deuda que hace sólo diez años no hubiéramos creído, y en un dinero más falso que el del Monopoly, pero de cuyas migajas efectivas dependen nuestras vidas. Con diferencias abismales dentro del mismo «marco» Europeo, y con Trichet avisando a los periféricos de lo mal que lo van a pasar (indirectamente lo hace cuando de su boca sale la palabra inflación) y todo esto, y lo que queda por venir -basándonos en los hechos y los resultados-, para favorecer la concentración de poder económico absoluto en manos de unos pocos (comprobad el número de fusiones empresariales y financieras a nivel mundial de los dos últimos años)
Y al ritmo de este frenopático global del egoísmo, vemos en lo local, como una Constitución de circunstancias, mucho más franquista que demócrata, es además mancillada en aquellos capítulos que la hacían merecedora de algún respeto.
En los últimos meses se han vulnerado la mayoría de artículos del Título Preliminar y del Título I. Desde los concernientes a la Soberanía, pasando por los Partidos políticos, Libertad e igualdad, Derechos de la persona, Derecho de reunión, Libertad de circulación, etc, etc, etc. Y con el mayor descaro e impunidad -una impunidad de la que sólo el propio poder goza-.
¿Cómo es posible que pese a todo la población siga participando de esta farsa? Pues porque los que imparten la información son los mismos que violan las leyes y mienten. Porque el altavoz, el megáfono, es suyo, y lo es en forma de emisoras de radio y televisión… de todas esas emisoras nacionales y casi todas las autonómicas bajo poder accionarial o gubernamental de los señores o siervos.
Ante este panorama, se hace complicado mantener la esperanza, pero no nos queda otra, hay que seguir caminando. Y hay que intentarlo todo, y por nuestro propio bien, siguiendo unas reglas del juego, que ellos como buenos tahúres se saltan en esta partida desigual. Debemos mantener el ímpetu y la sangre fría, porque la fuerza de la razón es lo único que logrará que aquellos que aún no han querido abrir la puerta a la realidad y el compromiso, se planteen hacerlo.
Dicen en el 15-M que «vamos despacio porque vamos lejos», y yo les/nos diría que «vamos despacio porque no nos queda más remedio», pero lo verdaderamente importante es el punto en común, que no es otro que «ir».
Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
http://iniciativadebate.wordpress.com/2011/08/06/caminante-no-hay-camino/