Antes de las históricas movilizaciones del 20 de abril tenía una corazonada, un presentimiento. Incomprendido desde fuera de Canarias, con algunas voces que hablan de “un nuevo 15M”, nuestro archipiélago tiene su propia tradición de movilizaciones, y en los momentos previos a esta se intuía algo de lo que se vio en 2002 en la manifestación contra la Torretas de Vilaflor o en 2004 con la manifestación contra el Puerto de Granadilla (esta última con derrota del movimiento social y la constatación de que teníamos razón en lo que decíamos, pues actualmente el puerto está prácticamente vacío, sin uso, y no hay nada de los miles de puestos de trabajo que supuestamente iba a generar).
Efectivamente, las manifestaciones tuvieron una afluencia masiva de personas de todas las edades, especialmente en Tenerife donde llegó a formarse un tapón en todas las calles que daban acceso al punto de partida de la convocatoria.
Vivimos muchos años ya insertos e insertas en un modelo de desarrollo turístico que tan sólo da beneficios sustanciosos a unos pocos, eso sin contar con que parte de los beneficios generados por esta actividad se van fuera de las islas. Con los altos costes tanto sociales como medioambientales que genera, con cifras récord de afluencia turística, Canarias sigue siendo de los territorios con índices de pobreza más altos de todo el Estado. Podría decirse que, más que Canarias vivir del turismo, el turismo vive de Canarias.
No es cuestión aquí de repetir las múltiples razones de esta convocatoria, donde se aúna la cuestión social y, sí, de clase, con la medioambiental, pero sí manifestar la esperanza de que se puede estar abriendo un nuevo ciclo de movilizaciones en este archipiélago. Y no es que estos años hayan sido precisamente de silencio, recordemos las personas que acamparon contra el hotel de la Tejita, o las movilizaciones el pasado año en La Palma contra el campo de golf de La Pavona. Pero podemos estar hablando de un nuevo “Espíritu de Vilaflor” o, como algunas personas han denominado, una “primavera canaria”, esta vez organizado en todas las islas.
Recordemos que al año siguiente de la manifestación contra las torretas de Vilaflor tuvieron lugar las manifestaciones contra la Guerra de Irak (esta vez una movilización internacional, pero existía el ambiente propicio para que en Canarias fuesen masivas) y al siguiente las movilizaciones contra el Puerto de Granadilla y otras movilizaciones contra determinados planes generales de ordenación.
Como ejemplo de lo que quiero expresar, al día siguiente del 20A tuvo lugar en La Laguna una manifestación en solidaridad con el pueblo palestino que, sin ser obviamente tan masiva con la del día anterior, sí fue el síntoma de que el 20 no fue un fenómeno aislado.
Pero también debe llevarnos a reflexionar acerca de una perogrullada, las manifestaciones no son un fin por sí mismas, y desgraciadamente, hablando en concreto sobre la solidaridad con Palestina, una sola manifestación no va a acabar la barbarie del genocidio, pero esperamos que pueda contribuir a hacer presión sobre los cómplices del mismo. Y fíjense que acabo de poner de ejemplo dos movilizaciones con motivaciones muy distintas, aunque muchas de las personas que acudimos a las del día 21 también estuvimos en las del día 20. Se trata de la concepción de la participación política de la ciudadanía mucho más allá de lo exclusivamente institucional (sin rechazar esa vía), de un modo directo.
Porque, además de las manifestaciones en sí, hay gente que está organizada en el día a día, y lo vimos con la huelga de hambre de varios y varias activistas estos días. La conciencia cambia y avanza en el marco de la propia acción, con dos frentes, uno más centrado en un discurso, unas propuestas e incluso una estética más acorde con los sentimientos y demandas compartidas de una parte importante de la población, y otro frente que presente propuestas, proyectos, ideas, que quizás resulten más chocantes en un primer momento, sean inicialmente minoritarios, pero que con su exposición e introducción en el debate político pueden en un futuro hacerse mayoritarios.
Esperemos que este 20-A no quede en una sola manifestación, ni siquiera en una “Primavera Canarias”, sino que se abra un nuevo ciclo político en Canarias donde capas amplias de la población cuestionen este modelo económico que se nos ha impuesto y donde puedan elaborarse propuestas de cambio, pues nos va el futuro en ello. Desde una visión autocentrada en Canarias, pero contextualizada en un mundo, superando episodios en los que la movilización social se basó en modelos importados y cuyo ámbito de referencia era el Estado español. Un nuevo espíritu de Vilaflor que podríamos denominar Espíritu del 20-A.
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