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Capitalismo de elite frente a capitalismo de masas

Fuentes: Rebelión

Pudiera entenderse la pandemia, que sirve de disculpa para tratar de justificar todo tipo de fracasos políticos y económicos, como la ocasión para que las masas hicieran una llamada de atención al dueño del dinero y pusieran freno a su espíritu depredador. Ya que ha quedado claro que, si afloja el consumo, las empresas tiemblan y el sistema capitalista cruje. Pero no ha resultado ser así.

Habría que puntualizar al respecto que es posible que parte del empresariado, especialmente el que no se adapta a los tiempos que corren, marcha camino de la quiebra, pero en forma alguna el capitalismo, porque está vacunado contra todos los virus presentes y futuros. Por otra parte, ya es sabido que lo que no se consume por un lado se acaba consumiendo por otro, solo basta con que las empresas se lo propongan y creen necesidades artificiales entre el equipo consumista. En definitiva, sería ilusorio pensar que, a raíz de esta experiencia, el capitalismo se verá significativamente afectado.

Evidente que el consumismo en estos momentos ya no juega su papel al ritmo de los buenos tiempos y que se ha puesto difícil desmontar el ahorro de las masas, para que en forma alguna resulten competidoras para el sistema. En el escenario de las sociedades ricas, el ahorro de muchos favorecidos se ha disparado y ya no saben qué hacer con el dinero, quizás por eso se hayan parado a pensar que son algo más que siervos del sistema y deseen cobrar protagonismo. Sin embargo, olvidan que a lo largo del tiempo el capitalismo ha dado muestras de habilidad, y lo que se le escapa del mercado lo recupera instrumentando crisis periódicas que dejan ese ahorro en poca cosa. Por otro lado, la inestimable colaboración del poder político hace su labor e incrementa continuamente la vía expropiatoria al amparo de la creación de nuevas atribuciones, que se traducen en impuestos, siempre diseñadas para aumentar su poder sobre la ciudadanía, que crece sin cesar invadiendo las zonas de intimidad personal que dice proteger con ese arsenal de derechos individuales, y solo son puro formalismo a nivel político. Difícilmente las masas, en general faltas de ilustración, como lo demuestra el consumismo y la total entrega al mundo virtual, pueden llegar a competir con el capitalismo de elite, si no superan su estado. Y es difícil que lo mejoren.

Siempre ha estado claro que la ideología capitalista se ha entregado desde sus inicios al elitismo para dirigir el sistema, mientras las masas han venido asumiendo su papel de elemento a explotar para crear capital. El argumento es fácil de entender, dada la más eficaz probabilidad de control desde unos pocos que desde la mayoría. Y la elite del poder económico, los grandes tenedores del dinero como representación material del capitalismo, tampoco está en disposición de dejarse arrebatar el poder que otorga ese estatus. En definitiva, las masas asumen su papel de comparsas y no están preparadas para renunciar a él. Eso pudiera ser que sucediera hasta ahora, porque resulta que alguien ha dicho que las masas pueden ser algo más que simples consumidoras, algunos se lo han creído y han querido hacerse notar jugando una partida al más alto nivel. El asunto es que han pretendido de forma puntual enfrentarse al capitalismo especulativo en su propio terreno de juego, la Bolsa de New York. Este es el caso irrelevante, pese al bombo que se da al asunto, de esas empresas animadas circunstancialmente por un nutrido grupo de blogueros que probablemente pretendía más que enfrentarse al capitalismo especulativo llamar la atención. Tampoco hay que excluir que la jugada se gestara en la trastienda del propio alto empresariado, para dejar bien claro que, cuando fracase la ocurrencia, quede demostrado que solamente es la elite del dinero la que gobierna el mundo

Esta pequeña escaramuza puntual en el terreno del dinero especulativo y reservada al de lo anecdótico, para llegar a ser significativa requeriría cohesión, constancia y sin moverse a tenor de intereses de líderes de masas ocasionales. Esto no sería posible porque las masas no se mueven sin que las empujen. Siguen necesitando nuevos conductores para guiarlas a todos los niveles, de ahí que a cada paso emerjanlos que podrían llamarse influenciadores y animadores del rebaño.

En el terreno de las hipótesis, si las masas despertaran del adormecimiento profundo al que han sido conducidas por la sociedad consumista y se coordinaran en la acción, al margen de dirigentes de circunstancias, el elitismo económico tendría perdida la batalla por el control del capitalismo, pero esa posibilidad es tan lejana que no puede contemplarse ni como utopía blochiana. El asunto neoyorquino sería mejor dejarlo en el terreno de las curiosidades o, si se quiere, como noticia mediática, pensada para desempolvarla cuando no hay otra cosa que contar. Cabría otra posibilidad, y es que sirviera para que el anticapitalismo pueda contar la anécdota de que un día las masas también jugaron en el terreno del capitalismo y perdieron el encuentro por goleada. Finalmente, siempre quedará ese intento de combatir el capitalismo dominante de forma realista desde dentro del capitalismo, dejando definitivamente aparcados discursos electoralistas, rótulos comerciales o políticas progresistas de corte anticapitalista, pero diseñadas, aunque parezca un contrasentido, para animar el mercado empresarial.