PARTE II 3. EE.UU.: la guerra como política y como mecanismo privilegiado de crecimiento agónico Ante la mera posibilidad de un nuevo entramado mundial productivo-energético que, paradójicamente, podría prolongar la propia vida del capitalismo, la territorialidad política del hegemón en declive opone una tenaz resistencia. EE.UU. no parece dispuesto a dejarse relevar sin destruir. Su […]
PARTE II
3. EE.UU.: la guerra como política y como mecanismo privilegiado de crecimiento agónico
Ante la mera posibilidad de un nuevo entramado mundial productivo-energético que, paradójicamente, podría prolongar la propia vida del capitalismo, la territorialidad política del hegemón en declive opone una tenaz resistencia. EE.UU. no parece dispuesto a dejarse relevar sin destruir. Su peligrosidad es mayor si tenemos en cuenta que su zona de seguridad energética (y la de sus subordinados imperiales) está precisamente en Asia Centro-Occidental. Allí está en estos momentos el nudo gordiano entre sus intereses y los del «cinturón» de conexión mundial chino («Un Cinturón, una Ruta»).
La capacidad de destrucción de EE.UU. es varias veces planetaria. Tiene alrededor de un cuarto de millón de efectivos del Ejército, la Marina y las Fuerzas Aéreas, en el 70% de los países del mundo, con más de 450 bases militares extraterritoriales[1]. Con más de 600.000 millones de $ de presupuesto militar declarado, ha llegado a sumar casi tanto como el gasto militar de todo el resto del mundo junto.
Es por eso que a la «zona de estabilidad» multipolar chino-rusa (que sus respectivos mandatarios llaman de «estabilidad estratégica»), EE.UU. (y sus aliados) le ha opuesto desde el principio una política de caos y desestabilización. Ha sido EE.UU. quien bajo la llamada «guerra contra el terrorismo» ha arruinado países y destrozado sociedades enteras desde hace más de dos décadas: Afganistán, Somalia, Irak, Libia, Siria… Además, esa especial guerra perdura y se extiende hoy por más de 60 países, principalmente a través de operaciones secretas y ya se ha cebado en la propia Europa a través de la destrucción de Yugoslavia[2]. De hecho, se ha convertido en la forma en que la principal potencia tiende a implantar su particular visión de un «dominio total» («Full-spectrum dominance», como fue definido en el clave informe del Pentágono titulado Joint Vision 2020). Es su estrategia para devastar territorios, hacerlos ingobernables, agujeros negros de caos, sin autoridad central, y así sabotear la zona de estabilidad chino-rusa, poniendo socavones en la autopista de la seda. Destrucción y barbarización social[3] es lo que queda de los lugares donde interviene militarmente EE.UU., sea sólo o acompañado por la OTAN.