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Capitalismo, ese potente alucinógeno

Fuentes: Impresiones mías/Rebelión

 De todas las drogas alucinógenas conocidas, incluso me atrevo a aventurar que, de todas las drogas alucinógenas por conocer, el Capitalismo es, con diferencia abrumadora, la más destructiva y adictiva. Entre los principales efectos que el Capitalismo causa en el sistema nervioso, se encuentran: alteraciones en el estado de ánimo y alteraciones en la percepción […]

 De todas las drogas alucinógenas conocidas, incluso me atrevo a aventurar que, de todas las drogas alucinógenas por conocer, el Capitalismo es, con diferencia abrumadora, la más destructiva y adictiva.

Entre los principales efectos que el Capitalismo causa en el sistema nervioso, se encuentran: alteraciones en el estado de ánimo y alteraciones en la percepción sensorial.

La alteración tipo en el estado de ánimo lleva a la víctima a experimentar un sentimiento de insatisfacción si no consigue aumentar su patrimonio constantemente, aunque sea en detrimento de la justicia social. En ocasiones, el individuo siente la misma insatisfacción si pasan interminables periodos de tiempo cercanos a un día, sin adquirir productos o servicios completamente innecesarios a precios completamente inasumibles. En el momento de la mencionada adquisición, el estado de ánimo del adicto se viene arriba durante unos deliciosos  y felices minutos, tras los cuales la insatisfacción vuelve a ser el sentimiento dominante.

El Capitalismo, como las demás drogas, subyuga, idiotiza y embrutece. Bajo sus efectos, las personas ven alterada también su percepción de la justicia, llevando más allá de la casa del vecino las lindes que dividen y median entre los terrenos del bien y los del mal.

El Capitalismo altera la concepción de la realidad de forma sibilina, mostrándonos como héroes a los que acumulan una riqueza con la que podrían vivir dignamente miles y miles de personas que, en vez de ello, tienen el hambre forzoso como forma de vida.

Gracias a esos aclamados héroes, la tan reclamada justicia y equidad para la distribución de la riqueza no ha alcanzado, por desgracia, el mismo éxito que la distribución de la pobreza, de la que miles de millones de personas tienen, gracias al Capitalismo, un concepto y un impacto muy similar, igual de intenso, íntimo, destructivo y duradero.

El Capitalismo lleva a situaciones ridículas, como por ejemplo la que ha tenido lugar recientemente en Lisboa, donde 180 personas han sido repatriadas y 42 detenidas en el marco de la celebración de la cumbre que la OTAN ha realizado en esa ciudad. Para asombro de muchos, ninguna de las personalidades invitadas a la cumbre se encontraba entre las 222 personas afectadas por estas excepcionales medidas policiales.

Pero no es la única situación esperpéntica en los últimos días. En Dublín se ha dado otra similar, en la que se han omitido iguales repatriaciones y detenciones entre los responsables del FMI durante su viaje de coacción y rapiña financiera al pueblo irlandés.

La experiencia hace unos meses de Grecia y la más reciente de Irlanda demuestran que el Capitalismo posee armas de expoliación masiva por lo que debería ser objetivo indiscutible e inmediato de la justicia.

La dependencia de esta droga alucinógena genera en el individuo serios problemas de percepción de la realidad, que le pueden llevar a los límites mismos de la crueldad, cuando no traspasarlos e incluso dejarlos muy atrás. Valgan como ejemplo sencillo pero extremadamente cruel los 215 millones de niños que en el tercer mundo realizan diariamente algún tipo de trabajo, la mayoría peligroso y remunerado de forma esclavista.

Parecerá una ironía, pero supongo que cuando llegue el día en que los Derechos Humanos sean rentables, serán objeto de privatización y no todo el mundo tendrá derecho a respetarlos sin pagar por ello.

Este es uno de los efectos más perversos del alucinógeno Capitalismo, el que lleva al individuo a pensar que bajo la forma de «persona jurídica» se disfruta de un extra de impunidad que permite expropiar, expoliar, explotar, exprimir y exterminar todo rastro de justicia y humanidad, sin tener que rendir cuentas a nadie.

Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que si las personas físicas nos dejáramos llevar por los mismos instintos que las personas jurídicas y actuásemos utilizando sus mismas técnicas, no habría en el mundo policías suficientes para contener tal despliegue de actitudes y actividades delictivas.

En resumen, el Capitalismo es democracia para 4 y dictadura para 96.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.