El capitalismo ha sido calificado como el brutal reino de la asimetría. Todos, menos los poderosos, son culpables, responsables, ignorantes, mañosos, traidores… y merecen el más severo castigo y la más atroz de las suertes. Si hay que buscar causantes de guerras destructivas, los medios y dirigentes de las grandes potencias siempre se las arreglan […]
El capitalismo ha sido calificado como el brutal reino de la asimetría. Todos, menos los poderosos, son culpables, responsables, ignorantes, mañosos, traidores… y merecen el más severo castigo y la más atroz de las suertes. Si hay que buscar causantes de guerras destructivas, los medios y dirigentes de las grandes potencias siempre se las arreglan para culpar a otros. Si se trata de destrucción del hábitat global, nadie levante la vista hacia los polos desarrollados. Si se buscan terroristas, radican siempre en los más dispersos y oscuros rincones del orbe, nunca entre los rascacielos y el oropel.
Si se habla de progreso, nadie se atreva a decir que el planeta asimétrico en el cual vivimos proviene de la explotación de los mayoritarios empobrecidos por los exiguos multimillonarios.
En dicha «lógica» es de esperar entonces que similar receta se aplique cuando se debate en torno al acceso y el uso de los conocimientos, la educación o la protección de la mano de obra calificada y de la riqueza intelectual.
Tal caso declara como lícito, según nuestros acaudalados interlocutores, citar el monopolio de la información científico-técnica implantada por los ricos, o el saqueo de inteligencias que se impone a nuestras naciones.
Se prefieren y privilegian los análisis inocuos, como si se hablara de categorías asépticas que flotan sobre las realidades sociales, económicas y políticas del mundo o, sencillamente, permanecen guardadas en inviolables campanas de cristal.
Sin embargo, lo cierto es que tales elementos son tremendamente manipulados en nuestros días y, quien lo ignore, nunca dará con la verdad.
En la más reciente Cumbre Iberoamericana, celebrada en Portugal y que trató precisamente esos asuntos, la delegación cubana recordaba cómo en nuestro mundo el 85 por ciento de las publicaciones, el 90 de las patentes y el 75 por ciento de los usuarios de Internet, radican en las grandes potencias.
También que el 80 por ciento de las firmas dedicadas a la investigación y el desarrollo se aposentan en ese propio polo geográfico y económico.
Se trata del gran monopolio de la innovación y el conocimiento por naciones que, además, atraen con sus lujos y posibilidades a quienes entre los empobrecidos destacan por su capacidad e inteligencia.
Desde 1961 hasta el 2002, un millón 200 mil especialistas latinoamericanos y del Caribe emigraron hacia los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, para ponerse a la orden de las grandes transnacionales en perjuicio de sus naciones de origen. En términos monetarios: se trata de una pérdida de 30 mil millones de dólares.
De ahí que no habrá progreso real si no hay justicia internacional y social. Si no existe solidaridad y apoyo a los saqueados. Si no hay paz y seguridad en vez de amenazas, bases militares y despliegues de flotas imperiales de guerra contra los pueblos de nuestra área.
En pocas palabras, que en el análisis serio, objetivo y certero de la realidad global, no pueden ser pasadas por alto tales verdades.
Fuente:http://www.visionesalternativas.com/index.php?option=com_content&task=view&id=46011&Itemid=1