La semana pasada, la Cámara de Diputados del Brasil aprobó la reforma laboral propuesta por el presidente Michel Temer, que ahora deberá pasar a la Cámara del Senado, donde la respectiva Comisión ya dio su recomendación favorable. La reforma plantea, entre otras cuestiones: posibilidad de incrementar la jornada a 12 horas diarias en acuerdo con […]
La semana pasada, la Cámara de Diputados del Brasil aprobó la reforma laboral propuesta por el presidente Michel Temer, que ahora deberá pasar a la Cámara del Senado, donde la respectiva Comisión ya dio su recomendación favorable.
La reforma plantea, entre otras cuestiones: posibilidad de incrementar la jornada a 12 horas diarias en acuerdo con el trabajador; despedir, sin indemnización, a trabajadores que podrán ser reemplazados por otros bajo menores salarios y beneficios; rescisión del contrato laboral por parte del empleador sin requerir consentimiento; contratos en forma discontinua y por tiempo determinado; trabajo de mujeres embarazadas en ambientes insalubres bastando un certificado médico que lo faculte; vacaciones anuales divididas hasta en 3 veces; fin de la contribución sindical obligatoria; y lo acordado entre patronos y trabajadores prevalece por sobre la ley.
En contraste, en Alemania, Martin Schulz, candidato del PSD (Partido Social Demócrata) a canciller para las elecciones de septiembre, propone recuperar a la izquierda y ofrece, entre otras reformas: incrementar el pago por desempleo e introducir una nueva «pensión solidaria»; reducir los contratos de horario limitado; extender la participación de los trabajadores en los nombramientos de las empresas; proteger contra los despidos a los trabajadores que organicen comités de empresa; recuperar salarios; respetar la legislación laboral.
En ambos casos se argumenta que se busca solucionar el desempleo, promover la economía y mejorar la sociedad. Pero están en juego dos proyectos distintos de capitalismo: en Brasil, ese capitalismo salvaje que recién fue superado con la era «populista» de Getulio Vargas (1930-1945), quien impuso al Estado moderno y la legislación social contra el dominio oligárquico; en Alemania, el reimpulso del capitalismo social, venido a menos en la era «neoliberal» de Angela Merkel.
En Ecuador, dado el atraso conceptual en que viven nuestras élites económicas, lo de Temer es un pálido reflejo de lo que aquí ellas proponen, aprovechando del «diálogo» planteado por el presidente Lenín Moreno. Bajo el supuesto modernizante y de fomento del empleo, cuestionan el principio prooperario, plantean revisar el Código del Trabajo; retornar al trabajo por horas y al tercerizado; flexibilizar las normas sobre indemnizaciones, despidos, sindicatos y huelgas; introducir el contrato temporal; privilegiar el acuerdo entre patronos y trabajadores.
Como complemento, esos mismos sectores abogan por que el mercado libre y la empresa privada vuelvan a ser los ejes «naturales» de la economía; el ingreso sin límites del capital extranjero; tratado de libre comercio con EE.UU.; alianzas público-privadas con eje en los negocios y no en el interés nacional; revivir privatizaciones; retirar al Estado de la economía; suprimir o aliviar impuestos directos como el de la renta.
Todo ello demuestra que en Ecuador hay una élite incapaz de plantear una modernización por lo menos socialdemócrata. No piensa en un capitalismo social, sino en el puro y simple capitalismo salvaje. (O)
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/capitalismo-salvaje-o-capitalismo-social