Recomiendo:
0

Capitalismo y alienación

Fuentes: International Socialist Review

El capitalismo ha creado una sociedad que priva a la mayor parte de las personas de desarrollar su potencial creativo. Estoy seguro de que no pasa muy a menudo que las ideas de Karl Marx se discutan en las prestigiosas páginas del British Journal of Dermatology. pero en el número de enero de 2008 de […]

El capitalismo ha creado una sociedad que priva a la mayor parte de las personas de desarrollar su potencial creativo. Estoy seguro de que no pasa muy a menudo que las ideas de Karl Marx se discutan en las prestigiosas páginas del British Journal of Dermatology. pero en el número de enero de 2008 de esta revista, un artículo trataba de explicar no sólo las enfermedades que sufría Marx, sino también las consecuencias que su salud tuvo en su punto de vista sobre el mundo.

Según el autor del artículo, Stephen Shuster, un profesor de dermatología de la Universidad de East Anglia, Inglaterra, hay pruebas médicas que sugieren que Marx sufría una enfermedad llamada hidradenitis supurativa, en la que las glándulas apocrinas -que se localizan principalmente en axilas e inguinales- se obstruyen y luego se inflaman. Según Shuster, los forúnculos espantosos de los que se quejaba a menudo Marx eran manifestaciones de esta enfermedad crónica de la piel.

Hasta aquí, todo está bien, y quizás se ha resuelto un misterio médico. Pero Shuster no se detiene aquí, sino que a continuación añade que «Además de reducir su capacidad de trabajo -lo cual contribuyó, a su vez, a su penosa pobreza-, la enfermedad mermó mucho su autoestima. Esto explicaría el desprecio por sí mismo y la alienación que sentía, sentimientos que quedan reflejados en la alienación que trató en sus obras».

Bueno, yo creo que he leído muchas obras de Marx, y estas afirmaciones me parecieron un poco sonadas. Ciertamente, Marx le dijo a Engels en 1876 que «Los burgueses se acordarán de mis forúnculos hasta su último día». Pero, mientras que he apreciado en sus páginas mucha repulsión por la explotación, la pobreza y la opresión, no he sido capaz de encontrar el «desprecio por sí mismo» del que habla Shuster. En cuanto a la alienación, concepto que Marx desarrolla extensamente en sus primeros escritos, creo que todo lo que Marx dijo sobre este punto es iluminador, y ofrece un análisis profundo de uno de los problemas centrales de la sociedad moderna que aún perdura, más de un siglo después de su muerte.

El capitalismo es un sistema que promete constantemente hacer de la gente personas felices y autorealizadas. En Estados Unidos incluso se le ha dado un nombre a la idea: el sueño americano. Pero cuando miramos lo que nos rodea, la realidad no llega en absoluto al sueño, y esto se ve claramente reflejado en los elevados índices de divorcio, abusos a menores, violencia doméstica, alcoholismo, abuso de sustancias, estrés, enfermedades mentales, y en los sentimientos genéricos de aislamiento y de frustración que experimentan muchas personas.

En lugar de disfrutar de esta vida llena de significado y de autorrealización, algunas personas sufren en mayor o menor medida la alienación, y aquellos que no la experimentan, probablemente se dejan llevar por un autoengaño, quizá a través de una percepción del sentido de las cosas y una autovaloración que sólo se sostienen a base de ilusiones sobre sí mismos y sus circunstancias.

Muchos pensadores, entre ellos los filósofos existencialistas Jean-Paul Sartre y Albert Camus, afirmaban que la alienación es un rasgo característico de la condición humana, pero este no es el punto de vista que Marx defendía. Por el contrario, Marx decía que la alienación era, en gran parte, un producto de la sociedad de clases en general y del capitalismo en particular, y añadía que podríamos acabar con una sociedad en la que la alienación es la norma si reorganizáramos de manera radical el sistema económico.

El texto en el que Marx discute más detalladamente la alienación es Manuscritos de economía y filosofía, que escribió en 1844, pero que no fue publicado hasta los años treinta del siglo XX. En esta obra, Marx se centra en lo que él llama «trabajo alienado» ya que, según su punto de vista, la alienación laboral era la forma central de enajenación. Para afirmar esto, Marx asumía que la necesidad de dedicarse a un trabajo creativo y realizado libremente es una parte esencial de la naturaleza humana. Es precisamente porque el capitalismo frustra sistemáticamente esta necesidad, que es un sistema alienador.

Una de las afirmaciones principales de Marx en los Manuscritos de 1844 es que, para la mayoría de personas, y durante la mayor parte del tiempo, el trabajo es una experiencia frustrante y desagradable. Casi todos estaríamos de acuerdo con esto. De hecho, es algo bien sabido que hay numerosas canciones populares sobre el deseo común que llegue el fin de semana o la noche del sábado. Incluso hay una cadena de restaurantes nacional (es decir, en EE.UU.; su nombre es TGI Friday’s) cuyo nombre ilustra la sensación de alivio de la gente al final de la semana laboral. (Por el contrario, nadie ha probado de abrir un restaurante que se llame «TGI Monday’s»).

Cuando Marx escribía durante la década de 1840, pensaba básicamente en la monotonía brutal del trabajo en las fábricas. Pero lo que Marx escribió de los obreros a mediados del siglo XIX sigue siendo válido para la mayor parte del trabajo que se hace en las oficinas y en el sector de los servicios a inicios del siglo XXI. En su libro El americano agotado (The Overworked American), la socióloga Juliet Schor afirma lo siguiente:

«El treinta por ciento de las personas adultas [de EE.UU.] dicen que experimentan altos niveles de estrés casi cada día, y un porcentaje aún más alto dicen que experimentan un estrés elevado al menos una o dos veces a la semana … La población de EE.UU. se está matando, literalmente, a base de trabajar en exceso, lo que se ve claramente en el papel adyuvante del trabajo en desarrollar patologías cardíacas, hipertensión, problemas gástricos, depresión, agotamiento y otras patologías muy diversas».

Mucha gente piensa que estas cosas son necesarias e inevitables, porque el trabajo es intrínsecamente desagradable. Pero la idea de Marx era que no necesariamente debe ser así. El trabajo puede ser -o podría ser- creativo, un medio de expresión personal y algo que tuviera sentido para el trabajador. Y si fuera así durante la mayor parte del tiempo para todos nosotros, entonces nuestras vidas podrían hacernos sentir realizados y satisfechos.

El problema es que en el capitalismo, el trabajo, para la gran mayoría de la gente, no tiene estas características. Marx ponía énfasis en dos razones por las que el capitalismo «roba todo el contenido vital a los trabajadores». La primera es que se trata de un sistema económico que acentúa la división del trabajo, rompiendo la producción en una serie de tareas cada vez más pequeñas y especializadas, cada una realizada por un tipo diferente de trabajador ya que de esta manera se incrementan los beneficios. Por todo resultado, «los trabajadores individuales ven como su tarea única se apropia de ellos, y acabarán quedando en ella ligados para siempre», privándoles de una variedad amplia de poderes y de actividades que es necesaria para que las personas se realicen.

La segunda razón por la que el capitalismo genera alienación es que es un sistema económico en el que una minoría pequeña controla los medios de producción, y en el que la mayor parte de la gente sólo puede sobrevivir si vende su propia fuerza de trabajo. Las personas trabajadoras, en el capitalismo, deben trabajar para otro. A consecuencia de ello, Marx decía que el trabajo tiene poco o nada de valor intrínseco para el trabajador. En sus palabras, «[El trabajo] no satisface una necesidad, sino que se trata meramente de un medio para satisfacer otras necesidades ajenas al trabajo».

De una manera más general, vemos que nuestras vidas las dominan poderes impersonales, desde burocracias laberínticas hasta fuerzas económicas que no somos capaces de controlar, aunque son, en definitiva, creaciones humanas. En La ideología alemana, Marx y Engels describen la alienación como «el posicionamiento de la actividad social, la consolidación de nuestros productos como un poder real que queda por encima de nosotros, y que cada vez está más lejos de nuestro control». El capital describe las condiciones del trabajo asalariado como «algo alienado del trabajo, con el que se confronta de manera independiente», y del capital, dice que «es una fuerza social alienada e independiente, que se eleva sobre la sociedad como algo material».

Pero si pudiéramos abolir el capitalismo y sustituirlo por una sociedad en la que los trabajadores, de manera colectiva y democrática, controlaran la producción, entonces el trabajo podría transformarse en una actividad que nos recompensaría por sí misma. Se convertiría en un medio de ejercitar nuestra creatividad individual y nuestros talentos, y de contribuir al bien común, y «no sólo una manera de ganarse la vida, sino la necesidad básica de la vida», como decía Marx en El capital.

Mientras continúe el capitalismo, sin embargo, el trabajo seguirá siendo alienado. En los Manuscritos económicos y filosóficos, Marx discutía diferentes aspectos de esta alienación. Primero, decía que los trabajadores están alienados de su producto. Lo que producen no les pertenece, y las características concretas de los bienes producidos no tienen ninguna importancia para ellos. Lo único que les importa es que les paguen un salario. Segundo, los trabajadores, en el capitalismo, están alienados de su propia actividad productiva. En general no tienen ningún control sobre la actividad, la cual no expresa ninguno de sus objetivos o proyectos.

En tercer lugar, los trabajadores están alienados de lo que Marx llama (siguiendo a Feuerbach) su «ser genérico», o dicho de otro modo, de aquellas cualidades que los distinguen como humanos. Lo que diferencia al ser humano de otras especies es su capacidad de dedicarse a tareas creativas, conscientes y libres. El trabajo alienado, por el contrario, reduce la especie humana al nivel de los animales.

Los filósofos anteriores a Marx consideraban que la característica distintiva de los humanos era su capacidad de pensar racionalmente. Pero, para Marx, lo que nos distingue de las otras especies es la aplicación del pensamiento racional y consciente en la actividad productiva. Tal como decía en La ideología alemana, «Las personas se pueden diferenciar de los animales por la conciencia, por la religión y por muchas cosas similares. Pero cuando realmente se diferencian de los animales es cuando empiezan a producir sus medios de subsistencia «.

A diferencia de otras especies, podemos dejar de realizar la actividad que nos permite mantenernos vivos (nuestra «actividad vital»), evaluarla de manera consciente y mejorarla. Como dice Marx, «El animal y su actividad vital están unidos indisolublemente, de forma que el primero no puede distinguirse de la segunda». Por el contrario, la actividad de un ser humano «no es algo predeterminado con lo que la persona se fusiona de manera inmediata». A diferencia de otros animales, «el ser humano convierte su actividad vital en un objeto de su voluntad y de su conciencia».

Pero en el capitalismo no encontramos en el trabajo ninguna oportunidad de ejercer esta habilidad humana que nos distingue. Este es el motivo por el que Marx afirma que «en sus funciones humanas [por ejemplo el trabajo] [la persona] no es más que un animal». Añade, también, que el trabajo alienado aleja la persona de su propio cuerpo, de la naturaleza tal como existe a su alrededor, de su esencia espiritual, de su existencia humana».

El aspecto último del trabajo alienado es que, como consecuencia de estas otras formas de alienación, las personas trabajadoras están alienadas las unas de las otras. Marx escribió: «La idea de que las personas están alejadas de su ser genérico quiere decir que cada persona está alejada de las otras, y que todas las personas están alejadas de la esencia humana».

Marx creía que la alienación era un rasgo no sólo del capitalismo, sino también de todas las sociedades anteriores, incluso antes de que emergieran las clases sociales. Incluso en las sociedades sin clases más tempranas, los humanos estaban dominados por fuerzas externas. Por otra parte, en todas las sociedades de clases, los productores directos están bajo el control de una clase dirigente que los explota.

Pero Marx también decía que la alienación es peor en el capitalismo. En los Grundrisse (los cuadernos que escribió mientras preparaba El capital) podemos leer: «En las primeras etapas del desarrollo [humano], la persona individual parece más completa, ya que aún no ha elaborado la totalidad de sus relaciones, ni las ha establecido como poderes que se oponen a ella». Sin embargo, sigue así: «Es tan ridículo desear volver a aquella abundancia primitiva como creer en la necesidad continuada de agotar por completo. El punto de vista de los burgueses nunca ha ido más allá de la oposición a esta perspectiva romántica, y es por eso que no se desharán nunca, y les acompañará, como una antítesis legítima, hasta el día de su santo final».

Es así como Marx rechazaba, por un lado, el punto de vista romántico del retorno a una época pasada de supuesta tranquilidad, y por otro la idea burguesa de que la gente por naturaleza siempre querrá más y nunca estará satisfecha.

Marx pensaba que las personas están mucho más alienadas en el capitalismo, porque la distancia entre la realidad y lo potencial es mucho mayor actualmente que en las sociedades tempranas. El capitalismo ha creado la riqueza y la tecnología que necesitaban para permitir que todo el mundo disfrute de vidas satisfactorias y realizadas. Nos deja entrever, pues, cómo podrían ser nuestras vidas, no en nuestra imaginación, sino en la realidad. Al mismo tiempo, impide que la mayoría llegue a experimentar este tipo de vida. La solución no pasa por retornar al pasado, lo que de todos modos no es posible, sino para realizar el potencial de transformar la sociedad, potencial que actualmente tenemos al alcance.

Habitualmente, las personas experimentan la alienación como un problema individual. En los últimos tiempos se ha desarrollado una industria multimillonaria dedicada a la autoayuda, y que se dedica a ofrecer soluciones individuales. Incluso los libros que ubican la alienación y la infelicidad en un contexto social más amplio, como Affluenza, del psicólogo británico Oliver James, acaban ofreciendo el mismo tipo consejos de carácter individual.

James ataca lo que él llama «capitalismo egoísta» que, según él, habría creado el «virus affluenza» (juego de palabras con «influenza», nombre con el que se designa en los países de habla inglesa el virus de la gripe). Este virus sería «un conjunto de valores que incrementa la vulnerabilidad de las personas al sufrimiento emocional. Los afectados dan un gran valor a la adquisición de dinero y de posesiones materiales, a tener una imagen atractiva de cara a las otras personas y a ser famosos «. Pero las soluciones que ofrece James comportan, en todos los casos, cambios de estilo de vida que están más allá de las posibilidades de la mayoría de personas. A las madres que sufren estrés, por ejemplo, les aconseja que contraten una canguro en vez de llevar los niños a la guardería.

La verdad es que no hay ninguna solución individual para el problema de la alienación que sea útil a largo plazo. La felicidad de las personas, el bienestar y la individualidad sólo podrán realizarse plenamente en una sociedad libre de explotación y de opresión, y una sociedad así sólo se conseguirá a través de una lucha colectiva para impulsar todos los cambios necesarios. Sólo el hecho de participar en esta lucha puede ayudar a disminuir el grado alienación en nuestras vidas. Sin embargo, la alienación sólo será completamente abolida en una sociedad en la que «el desarrollo libre de cada persona» se convierta en «la condición para el desarrollo libre de todos».

Phil Gasper es el editor de The Communist Manifesto: A Road Map to History’s Most Important Document (Haymarket Books, 2005) y miembro del consejo editorial del International Socialist Review (EEUU).

Artículo publicado en el International Socialist Review, revista de la International Socialist Organisation.

Traducción del inglés: Alba Dedeu

Fuente: