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Discípulo de Buñuel, yerno de Chaplín y uno de los directores más prestigiosos del cine europeo

Carlos Saura, punto final

Fuentes: El cohete a la luna

Mi amiga Lilian Ivachow está segura de que fue en el Canal 11, el viejo Canal 11. Yo tengo mis dudas, creo que podría haber sido en el viejo Canal 13 cuando allá por los años ‘80 la televisión argentina pasaba películas españolas. En ese entonces la oferta televisiva era muy escasa (había tan sólo cuatro o cinco canales), y por eso cuando se pasaba una película lo más probable era que muchos coincidiéramos en verla. Suena ilógico ahora, pero una película en la tele podía ser una experiencia colectiva.

Fue la primera vez que vimos desnudos en pantalla, además siempre había niños, y los adultos se mostraban frágiles y vulnerables. En esos personajes que nos mostraban directores como José Luis Garci, Víctor Erice, Pilar Miró y sobre todo Carlos Saura había un dejo de angustia, de temor, algo familiar que como éramos muy pequeños nos llevó un tiempo entender. Se reflejaban en ellos los años de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, una feroz coincidencia con lo que atravesaban nuestros propios padres en la Argentina, que inauguraba su nueva democracia. Saura falleció hace unos pocos días, punto final para una filmografía que consta de más de 40 películas que, si bien fue bastante irregular, permanecerá inalterable en el recuerdo que nos dejó a mi amiga Lilian, a mí y supongo que a muchos de los que estuvieron frente al televisor del viejo Canal 11.

Carlos Saura nació en 1931 en Huesca, Aragón, la misma comunidad natal de Luis Buñuel, de quien aspiraba a ser algo así como su discípulo. Buñuel lo acogió como tal, aceptó hacer el papel de un verdugo en su segundo film Llanto por un bandido (1964) y cuando a los 68 años emprendió la que sería su última cinta, La vía láctea (1969), dejó asentado en el contrato que en caso de que su frágil salud le impidiese continuar todo debería quedar en manos de su joven paisano y amigo.

Luis Buñuel y Carlos Saura. Maestro y discípulo.

Peppermint frappé (1967), el cuarto film de Saura, está terminantemente dedicado a Buñuel. Los tambores de Calanda que el gran genio aragonés solía tocar desde su infancia resuenan ahora en manos de Geraldine Chaplin, pareja, inspiradora y socia creativa en la etapa más virtuosa de Saura. Ellos se conocieron en el Festival de Berlín, cuando Carlos recibió su primer premio internacional como director gracias a la estupenda La caza (1966). Lo que siguió fue una convivencia de 11 años y un repertorio de nueve películas inolvidables, entre ellas Ana y los lobos (1972), Cría cuervos (de 1975, con la recordad canción Porque te vas en la voz de Jeannette), Elisa, vida mía (1976) y Mamá cumple cien años (1979). Fundamental en esta etapa fue su alianza con Elías Querejeta, un ex futbolista vasco que supo convertirse en el gran productor del cine español. Ambos entendieron que la carrera de Saura, casado con la hija de una leyenda del cine y habilitado a filmar en donde se le diera la gana, estaba en España contando las historias de su gente. En tan solo unos años Carlos Saura había pasado de ser el discípulo de Buñuel a ser el yerno de Chaplin, y además uno de los directores más prestigiosos del cine europeo.

Geraldine Chaplin y los tambores de Calanda en Peppermint Frappé, homenaje de Saura a Buñuel.

Pese a ser una especie de rara avis dentro de su filmografía, Deprisa, deprisa (1981) es para muchos la mejor película de Saura. En ese momento estaba en boga el llamado cine quinqui, legendario y fugaz subgénero exclusivo de España sobre jóvenes que vivían en los barrios marginales flirteando con las drogas y la delincuencia, mayoritariamente protagonizados por celebridades de las crónicas policiales españolas cuyas vidas reales eran idénticas a las de la ficción. En este espacio, Saura –que venía precedido de sus refinados dramas intrafamiliares de clase media– parecía todo un intruso, y aun así logró una pieza insuperable del cine quinqui.

Los muchachos quinqui de Deprisa, deprisa, la legendaria película sobre la juventud española de la periferia madrileña post franquista.

Dolorosa, piadosa, poética, en Deprisa… expuso las consecuencias de años de desatención hacia las multitudes que se agolpaban en los suburbios de las grandes ciudades. Sin horizontes ni proyectos, los chicos se refugian en pequeños grupos y sólo cuentan con el compañerismo y el amor para enfrentarse a una vida que les juega con el mazo trampeado. Entre atracos y escapadas brota una hermosa historia de amor entre Ángela y Sebas, interpretados por dos jóvenes sin ninguna experiencia actoral. “Me llevó mucho tiempo descubrirlos, y al final fue más fácil trabajar con ellos que con actores profesionales”, contaba Saura. Ambos se convirtieron en rostros icónicos del cine español de los ‘80.

La película fue filmada en las afueras de Madrid e incluyó una polémica producción: se llegó a acusar a Saura de explotar a sus actores y propiciar el consumo de drogas durante las jornadas. Algunos de estos muchachos fueron incluso detenidos durante el rodaje por diferentes hechos delictivos y dos de ellos, José Antonio Valdelomar y Jesús Aranzeque, fallecieron muy tempranamente. Deprisa… coincidió con la separación de Saura y Geraldine Chaplin y fue el fin de sus producciones con Elías Querejeta. El círculo se cerró con un nuevo reconocimiento internacional en el Festival de Berlín, ahora como mejor película.

De un mismo modo que la canción Porque te vas, de Cría cuervosMe quedo contigo de Los Chunguitos se convirtió en un himno generacional y quedó para siempre asociada a la obra de Saura, evidencia de su esmero por sumar al cine otras vertientes del arte como la música, la fotografía y el dibujo. Era un tenaz dibujante que le dedicaba mucho tiempo a los bocetos de sus películas y, según él mismo contaba, a veces los seguía corrigiendo ya con el film acabado y estrenado, como si la película fuera apenas una etapa de sus ilustraciones.

De su fascinación por la danza surgió la notable trilogía protagonizada por el bailarín Antonio Gades: Bodas de sangre (1981, inspirada en García Lorca), Carmen (1983) y El amor brujo (1986, versión de la obra de Manuel de Falla). El éxito internacional de estas películas ayudó mucho a difundir a otros enormes artistas españoles como las bailarinas Cristina Hoyos, Laura del Sol, el guitarrista Paco de Lucía y el cantaor José Mercé.

Paco de Lucía, sonido e imagen de Carmen.

De las tres, es Carmen la que mejor expresa su búsqueda de nuevos caminos estéticos y narrativos. Planteada como un ensayo a puertas abiertas, Saura acopla la obra de Marimeé y Bizet a la complejidad emocional y física que demanda toda empresa artística, sublimada por la expresividad extrema del flamenco. El set en donde conviven técnicos e intérpretes está poblado de espejos y paneles, que volverán a estar presentes en sus siguientes películas dedicadas a la danza y la música, ahora en formato documental.

Antonio Gades y Carlos Saura rubricaron una magnifica trilogía que renovó el modo de llevar la danza a la pantalla grande.

En 1992 se le encargó para la Exposición Internacional de Sevilla una película representativa de la ciudad sede. Allí concibió Sevillanas, el primero de una serie de documentales al que pertenece Flamenco (1995), con su recorrido por figuras legendarias como Agujetas, Manolo Sanlúcar y Carmen Amaya, y emergentes del género como Tomatito, Ketama y Manzanita. En tiempos en donde los videoclips eran cada vez más sofisticados y prácticamente eclipsaban el desempeño natural de los artistas, Saura apostó a todo lo contrario con una puesta sobria y elegante, iluminada magistralmente por el maestro Vittorio Storaro. Luego vendrían otras películas como Iberia (2005), Fados (2007), Flamenco, flamenco (2010), con la increíble Sara Baras, y dos producciones en la Argentina: Tango (1998, que representó en los Oscar a nuestro país tras una muy polémica elección) y Zonda (2015).

Flamenco, 1995, en su máxima expresión. El más logrado de los documentales sobre danza y música de Saura.

Es cierto que en esta serie Saura agotó hasta la irritación una propuesta en principio original y competente, pero también decantó en su último gran film de ficción, la tan cuestionada como celebrada Goya en Burdeos (1999), con Paco Rabal desandando los últimos años en la vida del pintor español exiliado en Francia, alejado de su país que alguna vez lo reconoció como un gran maestro. Saura continuó activo por varios años dibujando, haciendo fotos, viajando, cosechando homenajes y reconocimientos. También haciendo películas como buen artista porfiado e inconforme, pero ya sin la frescura y la audacia de antaño. Por eso no somos pocos los que vemos en aquel otoñal retrato de Goya un mensaje de despedida anticipado para quien fue uno de los directores más importantes de las últimas décadas, el amigo de Buñuel, el yerno de Chaplin, el que nos mostró lo que sucedía con nuestros padres en la Argentina de la nueva democracia.

Uno de los últimos papeles de Paco Rabal. Goya en Burdeos, el otoño de un gran artista y por qué no la despedida anticipada de Carlos Saura.

Acaso como una rebeldía propia de un genio, un último episodio pareciera quedar inconcluso cuando Saura partió a sus 91 años, un día antes de que en su propio país se disponían a honrar su trayectoria con un premio honorífico, una estatuilla con la imagen de Goya.

Título original: Carmen / España / 1983 / Duración: 102 minutos / Color / Dirección: Carlos Saura / Guión: Carlos Saura y Antonio Gades, basado en la obra de Prosper Merimeé/ Música: Paco de Lucía / Fotografía: Teodoro Escamilla / Reparto: Antonio Gades, Laura del Sol, Cristina Hoyas, Pepa Flore, Paco de Lucía.

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/carlos-saura-punto-final/