Querido compañero Alberte: me explica Alexandre, nuestro amigo común, que tú y otros compañeros estáis abriendo un proceso de reflexión sobre lo que debe entenderse por partido, y lo que deben considerarse que son sus tareas. Creo que estáis leyendo a Antonio Gramsci. Es lo mejor que podíais hacer para reflexionar al respecto. Antes de […]
Querido compañero Alberte: me explica Alexandre, nuestro amigo común, que tú y otros compañeros estáis abriendo un proceso de reflexión sobre lo que debe entenderse por partido, y lo que deben considerarse que son sus tareas. Creo que estáis leyendo a Antonio Gramsci. Es lo mejor que podíais hacer para reflexionar al respecto.
Antes de entrar a referirme a algún concepto gramsciano, permitidme que os proponga la reflexión sobre las dos primeras páginas del capítulo 2 de El Manifiesto Comunista. Me atrevo a ello porque, una vez la experiencia política nos ha conducido a sentirnos en un callejón sin salida, y solo entonces -de me fabula narratur-, estas páginas adquieren un sentido antes nunca entendido. Porque son, precisamente -y solo entonces se comprenden- la teorización del «anti partido de vanguardia». Recordemos:
En la tercera línea: «Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros (…) No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario».
Al final de la página y comienzo de la siguiente -de mi edición-: «Las tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos«.
O sea, «esa» lucha de clases «existente»; no la metafórica o la imaginada, sino la que se da, si se da y en la medida en que se da. Y lo mismo respecto del movimiento: el que está ahí, en el nivel que sea, y si existe.
El movimiento, el sujeto, la clase, no es un cuerpo místico, que existe al conjuro de las palabras que lo convocan; existe si está organizado, si se moviliza empíricamente. La clase existe si se organiza, y por eso, y vuelvo a la primera página, los clásicos afirman que la tarea de los comunistas, justo la misma que la de los demás partidos proletarios, es: «constitución del proletariado en clase». Construirlo como clase, dado que es algo que no es, que no se da per se.
Hacia el final del capítulo, y tras ese rechazo de que el movimiento necesite que se lo dirija desde unos grupos de personas que son adecuadas para ello dado que poseen saber, saber teórico, económico, hay otra frase notable. Sobreviene justo detrás de una sobre la que siempre hemos reparado y que ha ocasionado mucho ruido: «…violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción…».
La frase que deseo someter a vuestra consideración es la que aparece a continuación, y no puede ser que no la hayáis leído en consecuencia -yo la había leído infinidad de veces-. Dice así: los proletarios harán lo que reza la frase anterior que acabo de copiar: «… por la adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas….»
O sea que, desde la teoría económica, desde la economía, ese hacer verdaderamente revolucionario, es incomprensible. No es la ciencia económica la que guía el proceso. Ni la teorización económica.
Me explico: «insostenibles»; son insostenibles para los economistas las medidas adoptadas porque bloquean y desbaratan la dinámica de la realidad económica capitalista, que es lo que estudia la economía, dado que ésta es una ciencia; y una ciencia no fantasea realidades; estudia y explica lo que hay. Tampoco predice el futuro, solo explica lo que hay. Y si aceptamos que las condiciones económicas de lo que hay van a ser las del futuro, se van a mantener, entonces sus enunciados científicos explicativos, puesto que son válidos para el presente, pueden serlo grosso modo, para ese futuro que se reproduce bajo las mismas condiciones económicas de posibilidad.
Por ello, y en contrapartida, las variaciones introducidas en la realidad productiva por el movimiento revolucionario, les resultan «insostenibles».
Y, por su parte, para el revolucionario que ha pensado qué es lo que hay que eliminar para que ya no exista el capital: la propiedad privada, tal cosa, tal otra, esto, lo otro, etc, esas medidas que va deliberando e imponiendo el movimiento resultan «insuficientes»; lo son porque no cumplen las expectativas del dirigente político.
La elite dirigente del partido, compuesta por los cuadros con más formación teórica, elaboran un programa concienzudo sobre la socialización de la tierra, que en sus papeles, debe pasar a estar bajo el control de los soviets -«Tesis de Abril»-. Pero van los campesinos del 1917 y exigen el lote de tierra familiar – no individual; sino la propiedad familiar o reparto negro-, que es la distribución igualitaria posible desde su cultura de vida y su organización real, que incluyen la organización de la actividad productiva o relaciones técnicas de producción. La única factible en la realidad, en consecuencia, dada la verdadera, operativa, razón práctica, esto es dada la verdadera capacidad real de autoprotagonizar su trabajo y la verdadera experiencia real de los productores, si es que se quería favorecer el protagonismo del campesino sobre su actividad, el desarrollo de la razón práctica. Cualquiera otra forma de organizar la producción, los anulaba como protagonistas de su actividad. Por ello, Lenin, que asume el proyecto, explica que los cambios posibles en lo futuro deberían ser consecuencia de modificaciones en la cultura de vida del campesinado, y no de meras decisiones administrativas.
El elemento base para comprender esto, y también lo que está en Gramsci, es que estamos ante la filosofía de la praxis. Y esta filosofía tiene una casilla teórica que no tiene el positivismo, el neopositivismo, la filosofía analítica, el estructuralismo ni los pensamientos posmodernos etc. Es la casilla de «pensamiento practico» o Razón práctica», que está en la mente de la «subjetividad», o sea, en la mente y capacidades de todo quisque.
La ciencia existe desde hace ¿2000 años?, ¿desde Galileo -500-? Pues la humanidad ha existido desde bastante antes. Y ha estado siempre auto creándose activamente, desde, pongamos, hace un millón de años, desde su razón práctica y al margen de la ciencia, de la religión -¿últimos 6000 años?-, el arte y la propia filosofía. La actividad, la praxis se dirige desde dentro de sí misma por el pensamiento práctico.
No existe ciencia de la realidad humana antes de que esta haya sido puesta; y es puesta por la actividad -y las luchas, la explotación etc-. Una vez emerge esa realidad, los que la dirigen, puede ser que decidan dotarse de técnicos para mejorar su dominio. Pero no fue el clérigo el que crea el feudalismo. Ni el economista el que ordena crear el capitalismo; primero son los grandes capitalistas agrarios del XVlll francés, y después, ellos crean el cuerpo de sabios que se dedican a la economía.
Lo mismo sirve para las nuevas luchas. Dependen de la razón práctica
De hecho en Ideología alemana -cito textos de nuestros clásicos procedentes de los años 40, pero estas ideas se pueden seguir encontrando en el Marx que ya ha escrito El Capital, cartas a Vollmar a ..etc- Marx y Engels escriben: «nosotros llamamos comunismo al movimiento real [recalcado] que anula y supera el estado de cosas actual» (Ed Grijalbo, pag 37, hacia el final).
La razón práctica. Esta es por tanto una primera y radical diferencia. No se trata de decirles a los subalternos lo que han de hacer; y, aún menos, de decirles solo que nos voten y que ya haremos nosotros. Sino que se trata de que se genere una actividad organizada de vida y de lucha.
Es la actividad, que no puede darse sin organización para deliberar y hacer, la que genera las capacidades y facultades nuevas que permiten controlar la actividad -el control sobre la actividad que produce la vida es «poder», poder es capacidad de control sobre la actividad-. Y es la actividad y la experiencia de lo que se va pudiendo hacer en concreto la que pone en marcha la imaginación práctica, y crea nuevos objetivos. Nuestra misión es convencer a las personas para que se organicen establemente y actúen. Porque eso es lo que crea un nuevo sujeto individual y colectivo, un nuevo bloque social de personas que están en posesión de nuevas capacidades y facultades, nuevo saber hacer. Nuevo control sobre la vida, que permite cosas antes insospechables. La filosofía de la praxis, el marxismo, parte de esta antropología filosófica.
Por eso escribe Antonio Gramsci:
«…durante la elaboración del «plan» las premisas necesariamente cambian, porque, si es verdad que un cierto fin presupone ciertas premisas, es verdad también que, durante la elaboración real de la actividad dada, las premisas son necesariamente cambiadas y transformadas y la consciencia del fin, ensanchándose y concretándose retroactúa sobre las premisas «conformándolas» cada vez más (…) si los fines comienzan a realizarse progresivamente, por el hecho de tal realización, de la efectividad alcanzada, cambian necesariamente las premisas iniciales, que entretanto han dejado de ser ya…iniciales y, en consecuencia, cambian también los fines pensables y así sucesivamente» ( Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Volume terzo, Ed Einaudi, Torino, 2001, pp. 2259, 2260.)
Fijaos que la obra teórica de Marx, se subtitula siempre «crítica». La
denominamos «economía», pero él expresa que es «crítica de la economía», crítica de las ideas que justifican, como natural, o como justa, la explotación.
En la obra teórica de Marx no hay elaboración de medidas económicas a
llevar a fin desde las instituciones. No es esa su concepción del
hacer teórico. En su obra crítica sí puede haber elementos concretos de elaboración científica; de explicación sobre cuál es el funcionamiento real del capital, para denunciar su verdadero carácter; pero no recetas de ingeniería económica.
El segundo elemento importante y diferenciador es que estamos tratando de cambiar la totalidad de la vida, o sea la totalidad de la cultura o ethos. Y que partimos de una concepción de lo que es Estado que no es la liberal: aparatos de estado. Sino la clásica: estado es ethos +nomos; o, como dice Gramsci, sociedad polítca + sociedad civil.
Es más, un «estado-constitución- burocracia» nuevo, sobre un ethos viejo, implota, se hunde, es destruido. Por eso se trata de crear «antes» una hegemonía cultural o cultura de vida cotidiana que ya apunta a otra forma de vivir. Hegemonía hace referencia a esto, no a propaganda o lucha ideológica.
A partir de estas dos ideas es fácil concluir cosas sobre el partido: llamamos partido a todo instrumento organizativo que permite organizarse directamente a la gente para actuar y tomar el protagonismo de su praxis. Es el conjunto de la urdimbre o entramado que organice a la gente para que ella protagonice su hacer, experimente, desarrolle su práctica y sus capacidades, piense nuevos fines en consonancia con su nueva y verdadera capacidad de hacer -no fantaseados por el liderato del secretario general…-. Este entramado es el nuestro si organiza a los subalternos y los organiza para protagonizase. Ese conjunto de organizaciones puede no estar unido bajo unas mismas siglas -para Gramsci, el partido republicano francés era uno sólo, a pesar de ser muchos «partidos» con denominaciones diversas. Todos ellos organizaban a la gente.
No es partido lo que frena la organización.
Y el partido debe generar vida cotidiana nueva, cultura de vida nueva, que exija un nuevo orden político «constitucional»
Creo que estas ideas os pueden ser interesantes.
Recibid un fuerte abrazo.
Y como decía un viejo camarada mío: «al toro, que es una mona» -bueno, qué más quisiéramos que fuera una mona…