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A propósito del foro “Emancipación e Igualdad” de Buenos Aires

Carta abierta a los intelectuales de izquierda

Fuentes: Rebelión

Intelectuales del mundo han firmado recientemente un manifiesto titulado «Última llamada» en el que reconocen que estamos ante la urgencia de un cambio profundo en un modelo de consumo que nos está conduciendo a un «colapso de la civilización». Sin embargo, contradiciendo los principios que aparentemente sustentan a nivel global, algunos de ellos han convalidado […]

Intelectuales del mundo han firmado recientemente un manifiesto titulado «Última llamada» en el que reconocen que estamos ante la urgencia de un cambio profundo en un modelo de consumo que nos está conduciendo a un «colapso de la civilización». Sin embargo, contradiciendo los principios que aparentemente sustentan a nivel global, algunos de ellos han convalidado con su asistencia y su palabra situaciones gubernamentales que en sus discursos aparentan responder a ese objetivo pero que en los hechos y a lo largo de décadas proceden claramente en un sentido totalmente contrario.

Y me estoy refiriendo concretamente a quienes invitados por el Gobierno asistieron al Foro titulado «Emancipación e Igualdad» convocado por el ministerio de Cultura argentino y que se desarrolló entre el 12 y el 14 del corriente mes de marzo, a sala llena, en el teatro Cervantes, uno de los teatros más hermosos de Buenos Aires. Figuras como Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Gianni Vatimo, Emir Sader, Piedad Córdoba, Leonardo Boff, entre los más destacados, pasaron por su escenario transmitiendo sus conocimientos, reflexiones y experiencias a un auditorio en su mayor parte joven, atento y entusiasta. Pero lo verdaderamente sorprendente es que no hubo la menor posibilidad de cotejar ese conjunto de ideas que trascienden lo nacional con aportes genuinos de nuestra intelectualidad vernácula, ya que quienes participaron a nivel local y en su mayoría solo en calidad de coordinadores fueron únicamente funcionarios rentados del Gobierno nacional. Es decir, que el pensamiento argentino, el de nuestra izquierda progresista, brilló por su ausencia y fue imposible contar con una visión genuina y directa de nuestra propia problemática.

Nada de esto en realidad debería sorprender a quienes compartimos un país que en ningún instante ha dejado de estar sometido a intereses que no coinciden con los de la mayoría de sus habitantes y que en esta última década ha dado a luz a una nueva clase dominante centrada en » un esquema productivo primario-exportador impulsado por el Estado, el capital transnacional y sus socios locales con profunda dependencia de los mercados globales» y más recientemente en la insaciable necesidad de materias primas del coloso chino. Un esquema que ha venido consolidándose a partir de la enajenación de la tierra mediante la expulsión del pequeño y mediano productor y su ocupación por los llamados «pools» de siembra o agronegocios, basados en la incorporación masiva de las semillas transgénicas (Monsanto) y la deforestación masiva, cuyas graves consecuencias se agigantan día a día (copiosas lluvias que ya no penetran lentamente en los suelos sino que se escurren por superficies impermeabilizadas inundando pueblos y ciudades y generando irreparables pérdidas humanas y materiales).

Todo esto ligado a la fumigación con pesticidas que ya se encuentran en nuestros propios alimentos y son causa del incremento de enfermedades como el cáncer en los llamados » pueblos fumigados «, sumado a la irresponsable proliferación de las actividades mineras a cielo abierto que contaminan el aire, el suelo y el agua con cianuro y sodio y sobre las que, gracias a escandalosas prebendas, el Estado no ejerce ningún control y contra las que los habitantes de las zonas involucradas se manifiestan heroicamente a pesar del permanente acoso y represión de los que son objeto.

Nada de esto es novedoso y lo sabemos todos los ciudadanos que hemos visto crecer a pasos gigantescos nuestras villas miseria, insertas en la trama misma del tejido urbano, sin infraestructura de servicios, sin viviendas mínimamente aceptables, con subsidios sociales misérrimos que nada resuelven y solo intentan ocultar el desempleo y la precariedad y donde por el contrario prolifera la venta y el consumo de drogas (con decenas de aeropuertos clandestinos e intimidantes «narcomafias» al mejor estilo de algunos otros países hermanos suramericanos, cada vez más, acosados por este flagelo). Problemas todos para los que no existen políticas públicas ni asignaciones presupuestarias que tiendan a resolverlos ni planes de inversión que generen empleos estables y genuinos y que permitan a su vez la iniciación y la continuidad laboral o estimulen las actividades cooperativas y apoyen y fortalezcan las tan valiosas y ejemplares fábricas recuperadas.

Un Gobierno que se ha negado a impulsar una auditoria de la deuda como hizo Ecuador, sin embargo con la colaboración de expertos argentinos y que pese a pregonar falazmente el desendeudamiento sigue incrementando nuestra deuda externa, en dólares, en yuanes o en lo que sea.

El abandono, o lo que es peor, la agresividad consentida hacia las comunidades autóctonas, acosadas por la voracidad «sojera», es una muestra más del desprecio al que están sometidas esas comunidades en las zonas más alejadas del país y cuyos derechos legalmente establecidos no son fácticamente reconocidos como pudo haberlo comprobado cualquiera de los asistentes al Foro, puesto que a pocas cuadras del teatro Cervantes estaba y está aún instalado un campamento de indígenas Qom esperando a ser recibidos y escuchados por alguna autoridad nacional.

Hay demasiadas cosas pendientes de solución que un Gobierno «nacional y popular» no debería ignorar, por no citar sino algunas tan serias como la investigación de hechos delictivos de enorme envergadura como fueron los atentados a la organización judía AMIA y a la embajada de Israel, mantenidos en la impunidad desde hace más de 20 años y que han culminado recientemente con la muerte de un fiscal responsable de la causa que ha puesto al desnudo la oscura trama de relaciones existentes en los servicios de inteligencia locales y extranjeros y entre ellos.

Podría seguir enumerando problemas, pero a quienes tengan verdadero interés en conocerlos no les será difícil encontrar interlocutores locales verdaderamente preocupados por situaciones que vienen prolongándose y agravándose en el tiempo sin encontrar más que promesas electorales que no solo no se cumplen sino que, lo que es peor aún, se contrarían.

Me pregunto, ¿cómo es posible que las más destacadas figuras del quehacer filosófico-político de nuestro tiempo y de ambos continentes no estén informadas de las características demagógicas y de agudización del neoliberalismo en nuestro país? ¿Quién conociendo este somero panorama cometerá el equívoco de imaginar siquiera la existencia de un Gobierno de izquierda en la Argentina? En consecuencia creo que la presencia de los reconocidos intelectuales que asistieron a las tres jornadas ha sembrado entre el gran público una gran confusión. La concurrencia convocada en su totalidad por el oficialismo aplaudió calurosamente a los representantes latinoamericanos y europeos, especialmente a aquéllos que se referían a los logros sociales y económicos de sus países, como Ecuador y Bolivia, porque encendían un esperanzado entusiasmo y transmitían un falso sentido de identificación que en nuestro caso es absolutamente ilusorio y apenas para los que residen en Buenos Aires o en las cercanías del poder y todavía gozan de ciertas ventajas o privilegios.

¿No resulta contradictorio que un foro de izquierda como se suponía, sobre todo por quienes estuvieron invitados, no contara con uno solo de nuestros más destacados intelectuales ya que todos los panelistas locales, coordinadores de los diferentes grupos de expositores, eran funcionarios del Gobierno y no hubo un solo representante de nuestra izquierda vernácula?

Y por último y el mayor tema de mi preocupación, los asistentes extranjeros (todos de los más altos niveles), ¿no sabían de qué se trataba? ¿O es que para detentar el poder, el prestigio y el reconocimiento internacional no importa donde sea, con quién sea y a quién beneficie, aunque sea al neoliberalismo más desenfadado? Y puede que pase por ingenua pero… ¡Me intriga y me duele!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.