Recomiendo:
0

A la atención de D. Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española

Carta desde Helsinki

Fuentes: republicainternet.com

Excmo. Señor, Llevo unos días agitado. Le cuento, aunque poco que Vd. no sepa. Estamos en plena celebración del cuarto centenario de la publicación del Quijote, y aquí en Helsinki, la Embajada de España en Finlandia ha organizado una lectura pública en la librería de más renombre el día 26 del presente. La hora del […]

Excmo. Señor,

Llevo unos días agitado. Le cuento, aunque poco que Vd. no sepa. Estamos en plena celebración del cuarto centenario de la publicación del Quijote, y aquí en Helsinki, la Embajada de España en Finlandia ha organizado una lectura pública en la librería de más renombre el día 26 del presente. La hora del evento es horrorosa, en pleno, pleno, pleno horario laboral, pero voy a hacer lo posible por escaparme y estar allí leyendo unas líneas.

El problema es que si lo pienso con la cabeza fría, sin agitación o emoción que me afecte el juicio, se me quitan las ganas de ir. De ir, del Quijote, y de leer.

Fíjese, me disponía nada menos que a participar en un evento cuya finalidad es explotar una creación intelectual, para incrementar un hábito de consumo, cuyas consecuencias incluyen la recaudación de una cantidad entre la población consumidora, debido a la existencia de una serie de derechos de propiedad intelectual sobre dicha creación.

No se escandalice. Esos términos no me los inventé yo, los utiliza el Ministerio de Cultura. Sí, según ese ministerio, a partir de ahora uno ya no lee poesía, sino que consume un producto literario, uno no escucha la ópera «Aída» sino que utiliza la propiedad intelectual del señor Verdi, un creador; a ir al teatro se le denomina «hábito», a ir a una biblioteca también; la dedicación lectora (ahora «capacidad de consumo literario») de cada uno se mide en tiempos medios diarios, y a nuestros amigos los libros se les llama «equipamientos culturales».

Usan el mismo vocabulario que uso yo para hablar del tabaco, de los centros comerciales o de tractores arando.

Para más inri, dicho ministerio no distingue calidades. Según él, tan artista es Falla como María Jesús y su instrumento, tan creador es Perez Galdós como una señora que se llama Ana y nombre de flor y cuyas obras, perdón, «creaciones sujetas a la propiedad intelectual» son sospechosas de ser plagios. Si me apura, hasta escribir esta parodia tan cursi me califica como «creador». Yo, que nunca he hecho nada.

Se me abren las carnes. Hasta el punto que, como internauta que soy, atravesé la red de redes y fui derecho al sitio de internet de la Real Academia Española (www.rae.es) en busca de árnica, que por supuesto encontré. Por ejemplo pude leer lo siguiente:

«La biblioteca particular de don Dámaso Alonso, cedida a la Academia en 1998 por disposición testamentaria, contiene importantes fondos de filología y literaturas románicas, con el interés añadido de que muchas de las obras contienen anotaciones del propio don Dámaso. Hay, además, manuscritos autógrafos, abundante documentación y una rica correspondencia con escritores e hispanistas de reconocido prestigio.(…)»

Biblioteca, Dámaso Alonso, fondos de filología y literatura románica, anotaciones, manuscritos autógrafos, abundante documentación, correspondencia con escritores e hispanistas… tras leerlo, por un momento me llegué a sentír como más académico. Sepa que lo encontré reconfortante, porque ya le digo que esto no tiene aguante.

Entonces es cuando me di cuenta de que entre los agradecimientos del sitio no figura el Ministerio de Cultura, y caí en la explicación: Vd. pese a presidir el primer y último bastión de la defensa de la lengua hispana tiene poco que agradecerles, más bien lo contrario.

La situación es todavía peor. Por lo que se ve, el ministerio es hasta contrario a que los españoles se lean tres mil libros, si antes no han pasado por caja. Qué tendrá que ver la caja cuando los autores llevan siglos enterrados, o a ver dónde encontramos una caja lo suficientemente grande para meter lo que valen tres mil libros. Además, yo no sé Vd. pero si a mí me aseguran que todos los españoles se leen la tercera parte, me pongo a llorar de alegría y exijo la disolución de dicho ministerio por innecesario, o por lo menos su traslado a una ubicación más pequeña.

Tengo mil historias que contarle. Como la de una persona a la que nunca he visto que me dijo como poner un botón en mi navegador (acepción que dentro de poco no echaremos en falta, lo sé), que me permite consultar ese maravilloso dicccionario que Vds. editan que llamamos abreviadamente DRAE y que está disponible en la internet. Como que hay 6000 personas que se encargan de repasar sin reconocimiento automático de caracteres para extraer el corpus textual, para que cualquiera pueda leer centenares de libros que de otra manera desaparecerán para siempre. Como que en uno de esos libros aparece la palabra «tianguis» y que gracias a que el diccionario está en linea, gracias al botón de mi navegador y gracias a esa persona que nunca he visto sé, que tianguis es una palabra que viene de la lengua nahua que es la que hablaban los indios mexicanos y que significa mercado. Hasta esta semana yo llamaba a eso amor por la Cultura, ahora me aterra la idea de estar en peligro de extinción.

Es por ello, y por algún que otro insulto, que hasta el momento cuatro mil ochocientas cincuenta y una (por mí) personas, que no conozco y que no he visto en mi vida, hemos mostrado nuestra adhesión a un escrito titulado «Manifiesto por la Liberación de la Cultura«. Sé que es un atrevimiento por mi parte pedirle su adhesión, aun acompañándola de la coletilla «si le parece oportuno», pero no me privo de acompañar esta carta con una copia de éste. Si su lectura y la situación actual despiertan en Vd. algún sentimiento, ya sabe que seremos cuatro mil ochocientas cincuenta y dos.

Atentamente,

Juan Carlos Borrás. Helsinki, 11 de abril de 2005.

Nota informativa: A las 12,00 del 12 de abril, con la carta ya en España, se ha superado la cifra de 6000 firmantes.