“Jugar de modo seguro, sin sufrir riesgos, es un atajo para la pobreza” (Jordan Belfort, El lobo de Wall street)
Desde la AGENCIA PACO URONDO venimos realizando una cobertura sobre cómo el desarrollo de las criptomonedas viene generando un desafío para el sistema económico global.
Al mejor estilo lobo de Wall street, Leonardo Cositorto ¿el zorro de Villa María? montó un clásico esquema piramidal de retorno en dólares, que no sería novedad si no fuera porque incluyó su propia moneda virtual. ¿Llegó el momento de discutir en profundidad el criptomercado?
Una vez expandida la pandemia en 2020, las criptomonedas experimentaron una revalorización extrema, que estuvo impulsada por la digitalización de la sociedad en varios niveles y también por la emisión monetaria que realizaron casi todos los países (EEUU y el Banco Central europeo a la cabeza) para palear los efectos de los confinamientos.
Ya durante el 2021 comenzaron las fluctuaciones que encendieron las alarmas de todos los bancos centrales del mundo (incluido el de la Argentina). Las caídas en un 50% de su valor, generaron comunicados de las instituciones financieras sobre la volatilidad de las inversiones en el mundo cripto. Por caso, China, el gran minador de criptomonedas hasta ese momento, las prohibió por los efectos negativos que comenzaba a tener en su economía. La financiarización de las cripto, y lo que algunos comparan directamente con los juegos de azar, comenzó a golpear a la economía real.
La criptorrevolución
Las criptomonedas nacieron como consecuencia directa o indirecta, dependiendo de la perspectiva de análisis, de la crisis económica de las hipotecas subprime, una burbuja financiera generada por una excesiva inyección de liquidez de los grandes bancos y fondos internacionales al mercado crediticio. Justamente las criptomonedas fueron la contracultura a la mayor reserva de valor del mundo, que en ese momento volaba por los aires: el dólar.
Ningún Banco Central, o en el caso de Estados Unidos la Reserva Federal (la FED) podrían digitar la valorización de la nueva moneda digital. Ni la FED ni los fondos de Wall street. Un nuevo mundo financiero descentralizado nacía, acompañado con el acceso masivo a internet y avances tecnocientíficos (redes, algoritmos, almacenamiento y procesamiento de alto volumen de datos, etc.) Ellos mismos se hacían llamar criptopunks.
Posturas cruzadas
Las respuestas actuales de los Estados nacionales ante la expansión del fenómeno de la bancarización virtual, que acerca la posibilidad de invertir en criptomonedas, han sido variadas. Desde el prohibicionismo de China a la legalización y aceptación de las monedas virtuales como curso legal de El Salvador de Bukele, pasando por una incipiente regulación de España, por ejemplo, que a partir de este año obliga a los tenedores a declarar sus criptoactivos.
En el amplio espectro de la regulación aparece la disyuntiva de regular la tenencia o las transacciones, o de si estos activos deben considerarse una divisa como el dólar o el euro (por ejemplo, en la Argentina). Son todos escenarios que forman parte del debate. Mientras tanto, el criptomercado se continúa ampliando en un universo de vacíos y lagunas legales.
El tímido comunicado que emitió el Banco Central de la República Argentina el año pasado simplemente advierte a los inversores sobre las monedas virtuales y recalca que el organismo no las regula y, por lo tanto, no hay responsabilidades civiles y contractuales a ser respetadas como las que debe tener un banco radicado en la Argentina. En ese sentido, la Comisión Nacional de Valores adhirió al comunicado y lo hizo extensivo a su competencia en torno a las cotizaciones en los mercados de capitales.
La cuestión social
Muchos especialistas se han abocado a estudiar el fenómeno social de las cripto, es decir, a quién seduce este universo que promete ganancias sustanciosas, además de contextualizarse en un momento de un claro tecno-optimismo producto de la pandemia y la incorporación absoluta de las redes sociales a la vida en comunidad.
El perfil de los inversores varía desde ya, pero tiene particularidades como las que señaló Mariana Gutiérrez en una entrevista para esta agencia. “Es gente joven, autodidacta, que por ahí tienen muchos empleos, que proviene de diferentes disciplinas. Y si le sumas el componente de que son personas que provienen también de países que quizás tienen inflación o que hay cierta incertidumbre económica, como puede ser en estos países, se torna muy atractivo el entrar a ver de qué se trata y ver si hay algún rédito económico que se pueda sacar”, destacó la doctoranda en Ciencia Política y magíster en Sociología por la Universidad de Córdoba.
“Esto atrae mucho a la juventud latinoamericana”, remarcó Adriano Rugani, abogado especializado en derecho informático por la Universidad de Buenos Aires. “Tiene un boom muy grande porque muchos lo ven dentro del ámbito del trading, de una forma de hacer plata fácil o rápida, pero, a su vez, lo que están haciendo es apostar”, remarcó en otra entrevista sobre la temática en la agencia.
Las crisis cambiarias constantes, basadas en una bimonetarización estructural, y la inflación, con aceleraciones y desaceleraciones, hacen de la Argentina un territorio fértil para “minar” el criptomercado.
El caso Generación Zoe (o El zorro de Villa María)
La falta de regulación en el criptomercado genera que haya muchos vacíos legales. Entre ellos, el principal son las criptomonedas “basura” (del inglés shitcoins) que en muy poco tiempo pueden dar ganancias extraordinarias. Muchos actores del universo cripto, como Bitcoin o Etherum, monedas virtuales más establecidas, han criticado estas monedas basura porque consideran que afectan su credibilidad y la de la blockchain, el protocolo que utilizan las cripto, al que muchos consideran un cambio de época como en su momento lo fue la aparición del protocolo internet.
Por esto, se suceden denuncias del propio sistema cripto hacia otros actores que, ellos consideran, afectan su desarrollo. Tal es el caso de la criptomoneda Zoe Cash, que impulsó el grupo de coaching financiero Generación Zoe. La propia ONG Bitcoin Argentina denunció a Zoe ante la PROCELAC (Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos).
«Es necesario que la justicia actué porque esta gente hizo caso omiso a las autoridades regulatorias”, señalaron desde Bitcoin Argentina. “La justicia tiene que investigar qué es lo que verdaderamente está ocurriendo y se realizará una denuncia en el foro penal, a no ser que ya haya otra denuncia en curso que es posible», apuntaron sobre la monedad virtual Zoe Cash, al momento de formalizar la denuncia.
«Uno de nuestros objetivos como organización es promover el desarrollo saludable de una industria que tiene un potencial enorme para el país y los argentinos, como es el de las criptomonedas y la tecnología blockchain», concluyeron desde la entidad.
La Justicia deberá determinar con exactitud cuánto hay de estafa y cómo operaba el esquema piramidal de Generación Zoe. Inclusive con la posibilidad de descubrir delitos más graves como el lavado de activos y la evasión impositiva. Pero más allá de la estructura ponzi de grandes retornos en dólares, que tiene varios antecedentes en la Argentina, quizás el más notorio y cercano el de Hope Funds de Enrique Blaksley (el “Madoff” argentino), en este caso se introduce la particularidad de una criptomoneda. Y esta situación es posible por el vacío legal que opera en este mercado.
El tecno optimismo reinante también fomenta que haya un deseo de pertenecer sin conocer la letra chica de, por ejemplo, tener una billetera virtual con Zoe Cash (estimaciones hablan de, por lo menos, 30.000 usuarios).
Esta punta de iceberg, que se abre con el caso Generación Zoe, acelera el debate en torno a la regulación de las criptomonedas y a un debate más profundo que involucre a todas las aéreas relacionadas del Estado, a los actores del criptomercado, que en este caso se involucraron directamente (como Bitcoin Argentina), y a la sociedad en general, con información certera y un abierto debate público.