Unos hablan de filtrar. Otros, de «sanear». Otros de censura y violación de los derechos de autor. Hablamos de Estados Unidos, de cine, de compañías que proponen la defensa de «valores familiares» y de una ley firmada en abril por el presidente George Bush que, a la vez que convierte en crimen federal el pirateo, […]
Unos hablan de filtrar. Otros, de «sanear». Otros de censura y violación de los derechos de autor. Hablamos de Estados Unidos, de cine, de compañías que proponen la defensa de «valores familiares» y de una ley firmada en abril por el presidente George Bush que, a la vez que convierte en crimen federal el pirateo, ampara a empresas que alteran las películas.
La norma que ha indignado a cineastas como Steven Soderbergh, vicepresidente de la Unión de Directores, está incluida dentro de la Ley de Entretenimiento Familiar y Copyright. Fue propuesta por un republicano tejano, Lamar Smith, que compara la libertad de unos padres para saltarse escenas de una película con la de saltarse pasajes en un libro.
Lo que ha conseguido su norma es proteger de demandas de Hollywood a compañías que ofrecen «filtros» para saltarse o silenciar imágenes o secuencias o, en algunos casos, directamente cortar el material que consideran «inapropiado». Por ejemplo, estas empresas han eliminado de La lista de Schindler víctimas desnudas del Holocausto, han borrado sangre de Salvar al soldado Ryan y han llegado a alertar de la sensualidad, la violencia o los «vestidos reveladores» de Los increíbles.
La pionera de estas compañías fue Clean Flicks, empresa fundada en Utah por Ray Lines después de que un vecino le pidiera que «borrara» de Titanic una escena en la que se veía el pecho a Kate Winslet. «Es una cuestión de opciones», ha dicho Lines, un mormón que ha conseguido colocar sus películas censuradas en 70 tiendas de todo el país. «Hollywood hace películas para gente a la que le gusta la violencia, el lenguaje profano y el sexo –añade–. ¿Qué pasa con quienes no disfrutan con eso? ¿No deben ver la película? Para mí esa no es una opción».
Otra importante compañía del sector es Clear Play, también de Utah, que usa filtros asociados con cada película y que tiene ya un millar de títulos en su catálogo (el último Mar adentro, el más antiguo Lawrence de Arabia y el que da más opciones de filtros, Training day). «Nuestros profesionales ven cada cinta e identifican contenidos que normalmente entran en las categorías de violencia gráfica, contenido sexual y lenguaje», explica la compañía, que ofrece la posibilidad de combinar hasta 14 filtros. Otras compañías compran el DVD, eliminan el material que juzgan inapropiado y venden o alquilan la nueva película. Para Family Flix los motivos que pueden llevar a editar una película incluyen «valores familiares no tradicionales: homosexualidad, perversiones y cohabitación». Esta empresa también elimina «besos intensos entre no casados».
Uno de los argumentos que defienden los responsables de estas empresas –que suprimen cualquier palabra relacionada con la religión usada «fuera de contexto»— es que la edición de sus películas es similar a la que se hace para televisión o para proyecciones en los aviones. Sin embargo, los críticos recuerdan que el pasajero es espectador forzoso y que en esas versiones el cineasta tiene poder de decisión.
Mike Budd, director del Programa de Cine y Vídeo en Florida, pone sobre la mesa otro aspecto: la Motion Picture Association, representante de los grandes estudios, apoyó tácitamente la ley. Argumentaron que la causa fue la lucha contra la piratería, pero, según Budd, «se trata de burdos cálculos comerciales. Los estudios son comerciantes y huelen un nuevo y enorme mercado».