“López Obrador se asemeja al expresidente brasileño Lula da Silva, que en un inicio fue retratado como un hombre que asustaba y era un radical, pero al final fue un buen gobernante” (Paul Krugman, premio Nobel de Economía)
En el primer ciclo de gobiernos progresistas de Latinoamérica, el gran ausente fue México. El país que recibió en la década de los 50-70 a gran parte de la intelectualidad latinoamericana e incluso de países europeos, no pudo con el lastre dejado por los últimos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la oposición hecha gobierno. Su ausencia fue notoria en los proyectos para conformar el Banco del Sur (intento fallido) y de los BRICS que conforman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, o sea los llamados países emergentes (que también se han enfriado), de los cuales México se excluyó por pertenecer a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ODCE) fundada en 1961. En el caso de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), México sirvió de anfitrión para su creación en la Cumbre de la Unidad de América Latina en 2010, pero fue en Caracas, Venezuela, donde se constituyó en forma definitiva en diciembre de 2011.
No obstante, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) primero e Ignacio Lula da Silva en Brasil recién, genera gran expectativa en los países latinoamericanos, en su mayoría con nuevas agendas de cambio progresista y modelos de desarrollo alternativos al neoliberalismo, pero condicionados por la crisis financiera internacional generada por la guerra de Rusia-Ucrania y secuelas del Covid-19 que todavía persisten. Se habla de un nuevo MERCOSUR con objetivos y metas compartidas que posibilite una integración regional más efectiva en temas de comercio, cambio climático, pobreza, seguridad alimentaria, innovación, políticas económicas menos ortodoxas y gobernanza interna. Se espera un fortalecimiento del Grupo de Río, no solo en la periodicidad de las reuniones (deberían ser semestrales y no anuales), sino también en el uso de propuestas y acciones compartidas en temas de seguridad y soberanía nacional y regional, relaciones de cooperación externa con los Organismos Financieros Internacionales (OFIs), EEUU, UE, NNUU.
En el caso de los países centroamericanos, y Honduras en particular, se abre un espacio de colaboración más amplio, tanto en la concreción de grandes proyectos de desarrollo en sectores claves como agroalimentario, energético, ambiental, infraestructura y turismo, pero también en la canalización de Inversión Extranjera Directa (IED) de empresas de estos países en la región. Los países del Triángulo Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala), ya tienen un Plan y Estrategia para combatir la pobreza, desigualdades económicas y sociales, corrupción y débil institucionalidad, como factores causales que explican la migración masiva a EEUU, que fue elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), pero que se ha congelado por las iniciativas y propuestas del gobierno de Joe Biden y Kamala Harris, donde se cree que este problema será solucionado con la instalación de empresas extranjeras en estos países, especialmente en el rubro de maquilas, construcción, turismo y agronoegocios, más la ayuda directa a los gobiernos en el combate de la corrupción y narcotráfico, sin aprobar remiendos o renunciar a las políticas económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial.
En el caso del presidente electo Ignacio Lula, por lo menos para Honduras, ya tenía una agenda de colaboración con el gobierno del expresidente Manual Zelaya Rosales que quedó inconclusa, sobre todo el apoyo financiero de Brasil y de ciertas empresas para que el país desarrollara megapoyectos de generación de energía renovable, producción de etanol y biodiesel, exploraciones de petróleo, bancos de leche y modernización pecuaria, e infraestructura económica. También cabe destacar los logros obtenidos por su gobierno (2002-2010) en la reducción de la pobreza, con los programas “Hambre Cero” y Bolsa Familia, estrategias complementarias a la entrega de bonos a familias en situación de pobreza extrema afectadas por las políticas de estabilización económica y ajuste estructural. Destaca el apoyo a la producción alimentaria y acceso de la población a los bienes básicos, y también a los activos para producirlos, caso de la tierra, crédito y tecnología.
En el marco del Plan Bicentenario de Gobierno 2022-2026, la presidente Xiomara Castro ya tiene en marcha un Plan de Lucha contra el Hambre, por lo que estas experiencias, que serán retomadas por el presidente Lula da Silva, pueden ser de mucha ayuda para Honduras y gobiernos de la Región, con intervenciones de mayor plazo al entrar en vigencia el Plan Nacional para la Refundación de Honduras (PNRH) en proceso de construcción con los actores sociales.
En el ámbito internacional, ambos gobiernos y líderes regionales pueden incidir en las políticas de “tambores” de guerra y promover acciones para la paz internacional, no solo por sus relaciones de cooperación y acercamiento con Rusia, China, UE y EEUU, sino también porque sus economías representan juntas el 62% % del PIB regional con una población de más de 245 millones de personas. En una agenda conjunta de ambos, a la cual se sumarían- a no dudarlo-países como Argentina, Chile, Colombia y Perú, que han estado ausentes de propuestas favorables a la paz y el desarrollo. Un tema central sería la búsqueda y vigencia de mecanismos regionales y Extra regionales compatibles con una solución pacífica al conflicto bélico entre Rusia-Ucrania.
La cooperación bilateral entre países y gobiernos en fundamental para Centroamérica y Honduras en particular. En la región hay evidencia de un aumento de la cooperación multilateral (más endeudamiento externo) y un debilitamiento de la cooperación bilateral. A ello se debe la mayor erosión de los ingresos fiscales que se destina al pago del servicio de la deuda ( mucha de ella ilegítima) y la ausencia de proyectos económicos, sociales y ambientales que beneficien directamente a la población de menores recursos, ya que con la cooperación multilateral se privilegian los grandes proyectos en sectores claves que son parte de la agenda de organismos como el Banco Mundial y BID, con un fuerte sesgo a favor de actores privados sin que los montos de la IED sean los requeridos. México y Brasil pueden liderar un proceso de cooperación regional entre grupos de países para reducir asimetrías y combatir las inequidades sociales.
No cabe duda de que tanto México como Brasil enfrentan problemas endógenos que ameritan acciones inmediatas en la búsqueda de soluciones de consenso. Se espera que el PIB de México crezca1.9% en 2022 y de Brasil a 1.6%, por debajo de la media Latinoamericana de 2.6% (CEPAL: 2021). A ello se suma el problema del endeudamiento externo y aumento de la inflación que los orilla por mandado del credo monetarista neoliberal a contraer demanda interna aumentando la Tasa de Política Monetaria (TPM). En Brasil está la división y polarización política e ideológica que demanda un gran acuerdo nacional y la inclusión en las políticas del Estado de amplios sectores de la población y actores económicos, sociales y religiosos. En México, el tema de gestión de la problemática de los migrantes demanda mayor compromiso de las autoridades y una agenda de trabajo menos supeditada a los dictados de Washington.
Hay países como Honduras que en el pasado mantuvieron una estrecha colaboración con el gobierno de Lula da Silva, sobre todo el apoyo de éste al gobierno de Manuel Zelaya Rosales sacado del poder con un golpe de Estado. Igual, sucede con AMLO y sus relaciones de colaboración con el resto de los gobiernos de la región más allá de las cuestiones políticas y las acciones tomadas por Washington en contra, caso del El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Un espacio “neutro” pueden ser los mecanismos de integración de la región centroamericana que deberían aprovecharse para conformar una agenda de trabajo conjunta con ambos gobiernos, donde uno de los puntos es la vigencia de un TLC de Centroamérica con Mercosur, en el marco del Sistema de integración Centroamericano (SICA), propuesto por Lula da Silva en su visita a Honduras en 2007.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.