El referéndum presidencial revocatorio del próximo día 15 en Venezuela está acalorando los ánimos políticos no sólo en Caracas sino en muchas partes de América Latina, de Estados Unidos, de España e incluso de Galicia por haber sido aquel país, durante decenios, generosa tierra de acogida para emigrantes gallegos. Desde que ganó sus primeras elecciones, […]
El referéndum presidencial revocatorio del próximo día 15 en Venezuela está acalorando los ánimos políticos no sólo en Caracas sino en muchas partes de América Latina, de Estados Unidos, de España e incluso de Galicia por haber sido aquel país, durante decenios, generosa tierra de acogida para emigrantes gallegos.
Desde que ganó sus primeras elecciones, el 6 de diciembre de 1998, el presidente Hugo Chávez desencadena pasiones. Elegido de modo democrático, llegó al poder en un contexto de desmoronamiento de la arquitectura política corroída por la corrupción. Llegó también con un programa de reformas para cambiar un país muy paradójico y muy injusto, pues la mayoría de su población (negra o india) seguía sumida en la pobreza cuando posee riquezas fabulosas, entre otras petróleo, del que es uno de los primeros exportadores mundiales y segundo proveedor de Estados Unidos.
El fracaso de los dos partidos tradicionales, que habían gobernado en alternancia durante cuarenta años, fue tan estrepitoso, y sus políticas, alineadas sobre los dogmas de la globalización neoliberal, tan impopulares, que, al principio, una buena parte de la burguesía apoyó a Chávez. Aunque no se fiaban del todo de él, pensaban que este oficial de origen humilde les protegería contra una más peligrosa explosión de rabia popular. Creían que este comandante, como tantos otros en América Latina, acabaría por dejarse corromper y se olvidaría de su programa.
En todo se equivocaron. Hugo Chávez no se dejó comprar, ni renegó de su compromiso con las clases necesitadas. Conocedor al dedillo de la obra de Bolívar y de los demás libertadores de América, se mantuvo fiel a su proyecto democrático de transformación social. No cedió en su exigente concepción de la soberanía nacional, mantuvo sus buenas relaciones con Cuba y siguió siendo un pilar determinante en el seno de la OPEP. Propuso una nueva Constitución aprobada por referéndum el 15 de diciembre de 1999. Y se sometió de nuevo al voto popular, siendo reelegido el 30 de julio del 2000.
A pesar de estas repetidas muestras de indiscutible talante democrático, la minoría rica propietaria de todo el país útil (latifundios, bancos, empresas, periódicos, televisiones) lanzó una feroz campaña de calumnias contra él. Que encontraron el apoyo de la administración Bush, del ex presidente Aznar y -más insólito- de una parte de la socialdemocracia internacional gracias a las redes de influencia tejidas a base de millones de dólares por el ex mandatario Carlos Andrés Pérez, muy amigo, entre otros, de Felipe González. Todo eso condujo al golpe de Estado del 11 de abril de 2002, a la dictadura de 47 horas del empresario Carmona, a su lamentable fracaso y al retorno triunfal del presidente Chávez.
En los casi seis años que lleva en el poder, su gobierno ha entregado miles de hectáreas a campesinos sin tierra, ha alfabetizado a millones de niños y adultos, ha creado, por primera vez, dispensarios médicos en los barrios marginados y en todos los rincones del país. Y aunque no hay ningún tipo de censura, ni ningún detenido político, la oposición sigue tratando al presidente, vía unos medios mentirosos, de dictador o de tirano. El propio referéndum revocatorio del día 15 es una idea democrática de Hugo Chávez, inscrita en la Constitución bolivariana, lo que ningún otro país del mundo ha hecho. Y el presidente ha repetido que acatará el resultado. Todo indica que lo va a ganar. Pero aun si lo perdiera, habría, unas semanas después, una nueva elección presidencial. A la que Chávez, como es obvio, se presentaría. Y las encuestas revelan que la volvería a ganar.
Conclusión: como lo reclaman los venezolanos humildes, Chávez no se va.