I El desencanto adviene, aliñado con despedidas nihilista: la apelación a un Chávez nietzscheano tiene el talante de una reconversión a punta de supuestos, para nada probables. Después de todo, no hay discurso político del desencanto que no sea a la vez un pensamiento de la destrucción: «Para poder levantar un santuario, hay que destruir […]
I
El desencanto adviene, aliñado con despedidas nihilista: la apelación a un Chávez nietzscheano tiene el talante de una reconversión a punta de supuestos, para nada probables.
Después de todo, no hay discurso político del desencanto que no sea a la vez un pensamiento de la destrucción: «Para poder levantar un santuario, hay que destruir un santuario; esta es la ley. Muéstreseme un solo caso en que no se haya cumplido.» Nietzsche.
¿Entonces, hay que preguntarse por el alcance de la destrucción que propone la idea de un Chávez modelado por el nihilismo? Si de Nietzsche se trata, demoler un santuario significa la destrucción de los valores, de la civilización occidental, pautada por este principio central de su anti-filosofía, «…el hombre prefiere querer la nada antes que nada querer…».
En ese sentido preciso ¿Qué significa la crítica nietzscheana de la revolución?
Denota cierta idea de revolución verdadera. Esto es: que la civilización occidental no significa la revolución, la revolución nunca fue, no aconteció ni acontece.
En ese lugar, de la revolución que no ha sido, se ha buscado, con exceso de generosidad, la verdad de la revolución. Incluso, a contrapelo del mismo Nietzsche, para nada igualitario, exageradamente anti-democrático; de ningún modo anarquista, o socialista: nada de eso. Habría que preguntar ¿Por qué esa deriva de política que se auto-supone y anuncia como crítica y radical?
Como la civilización occidental no es la verdadera revolución, en Nietzsche, topamos con la voluntad o el poder de la nada, el nihilismo pasivo que simboliza la decadencia del poder del espíritu; y el activo o el poder del espíritu que vanamente pretende hacer efectiva la revolución.
En esa encrucijada, la salida del anti-filósofo de la destrucción, es el superhombre: «…aceptar la dimensión de la nada, de la falta de objetivos y de sentidos como esencia de la vida terrenal…»
Los aforismos de Nietzsche son explícitos: «La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre»; «Los que más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño. Han exigido de él lo imposible»; «Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes»
II
Efectivamente, el Comandante Chávez lee a Nietzsche, en su búsqueda para dotarse de un pensamiento de izquierda radical. Después de todo, Nietzsche significa una devastadora crítica de la civilización occidental. Empero, de ese acercamiento no se impone la proximidad, la deducción lógica del Chávez nietzscheano: de esta manera, nadie se transforma en comunista por haber leído El Capital y el Manifiesto. El punto de fractura entre Chávez y Nietzsche se decida en dos cuestiones:
1.- En la ética de la responsabilidad política de Chávez. En el «Por Ahora» y su idea de que lo «importante no es lo que hemos, sino lo que nos falta por hacer» de Chávez, y la sentencia de Nietzsche «Nadie es responsable de sus actos, nadie lo es de su ser«: está prescripto más que un abismo político.
2.- Y en la radical diferencia entre lo que podemos denominar «decisionismo político democrático» de Chávez, y la ética individualista nietzscheana. . No existe medida que emplace relación alguna entre el filósofo por excelencia de «Más allá del bien y el mal», del pensamiento elitista, cuya ética consiste «en vivir desde uno mismo» y el legado-búsqueda a lo Chávez.
El legado de Chávez está en otro lugar, y exige un compromiso militante que no está mediado por un Nietzsche edulcorado, «vaselinado». Mostramos el punto:
1.- «Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la más grave exigencia que se haya hecho, me parece indispensable decir quién soy. En el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de dar testimonio de mí. Más la desproporción de mí grandeza y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni me han visto siquiera…La última cosa que yo pretendería sería mejorar la humanidad…Derribar ídolos (tal es mi palabra para decir ideales), eso sí forma parte de mi oficio…» Prólogo de Nietzsche a Ecco Homo.
Está planteada la encrucijada. Descartada la alternativa de «mejorar la humanidad». De un lado la retoma liberal y la conservadora-posmodernista de Nietzsche: las diversas interpretaciones, que se desentiende de la relación entre la vida política y la anti-filosofía «grandiosa e intocable».
Del otro: la alternativa de la izquierda radical, ya por cuenta propia, a contrapelo de los contenidos nietzscheanos, de lo que Nietzsche significa como verdadera revolución.
2.- A la derecha liberal como a esa variante posmoderna de naturaleza conservadora, les encanta el anti-filósofo lucido y preclaro, que a finales del siglo XIX expone ya la debacle del socialismo, el fin de los «meta-relatos y las utopías salvacionistas»:
» El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi agonizante, cuya herencia quiere recoger; es decir, sus esfuerzos son, en definitiva, reaccionarios, pues reivindica un Poder supremo como lo tuvo el despotismo; más aún, supera a todo despotismo pasado por el hecho de que tiende a la destrucción del individuo, que le parece un lujo ilícito de la Naturaleza y a quien pretende convertir en un «órgano útil de la colectividad» […] Desea (y eventualmente promueve) el Estado cesarista de fuerza de nuestro siglo, porque, como queda dicho, quiere recoger su herencia.» Nietzsche, «Humano, demasiado humano» (párrafo 473).
Esa es la cuestión que se valida, cuando se mira con desdén que Nietzsche sea una referencia legitimadora del discurso nazi. Cierta izquierda es así, vacaciona en la filosofía de Heidegger y la anti-filosofía de Nietzsche, a pesar de sus comprobadas filiaciones nazi.
III
Herbert Marcuse evidencia, el procedimiento de verdad que se exige a la izquierda radical:
28 de agosto, de 1947,
Querido señor Heidegger:
He reflexionado largamente sobre las palabras que usted me dijo en mi visita… y deseo escribirle abiertamente sobre ellas. Usted me decía que desde 1934 se había distanciado completamente del régimen nazi; que usted en sus clases y conferencias realizaba contra él especiales observaciones críticas e, incluso, usted se lamentaba de ser «vigilado» por la Gestapo. No quiero dudar de sus palabras, pero los hechos están ahí: usted se identificó tanto con el régimen nazi que todavía hoy es considerado a los ojos de muchos como uno de los más firmes apoyos espirituales que tuvo el nazismo. Algunas de sus manifestaciones, escritos y acciones en ese tiempo son la prueba de lo que digo. Usted nunca se ha retractado de ello abiertamente, tampoco después de 1945. Usted nunca ha explicado abiertamente que ha llegado a otro pensamiento diferente de aquel que en 1933-34 ha declarado y realizado en sus acciones.
Permaneció después de 1934 en Alemania, a pesar de que usted antes que otros habría encontrado un lugar de trabajo. Usted no ha denunciado públicamente jamás los hechos ni la ideología del régimen. Por todas estas circunstancias, todavía hoy se le continúa identificando con el régimen nazi. Muchos de nosotros hemos esperado una palabra de usted, una palabra con la que pudiese liberarse clara y definitivamente de esa identificación con el régimen nazi; una palabra que expresara su actitud real y actual frente al pasado. No ha pronunciado esa palabra -y si lo ha hecho no ha salido de la esfera privada-.
Yo y muchos otros que lo hemos apreciado como filósofo y hemos aprendido muchísimo de usted, no podemos, sin embargo, hacer una separación entre el filósofo Heidegger y el hombre Heidegger-ello contradice su propia filosofía-. Un filósofo se puede confundir en política y puede mostrar su error públicamente, pero él no se puede confundir sobre un régimen que ha asesinado a millones de judíos sólo porque ellos eran judíos, que ha hecho del terror un estado normal, y todo lo que estaba realmente vinculado con el concepto de espíritu, libertad y verdad lo ha vuelto en sus contrarios sangrientos. Un régimen que en cualquier caso fue la caricatura mortal de aquella tradición occidental que usted mismo tan penetrantemente ha mirado y defendido. Y si el régimen nazi no era la caricatura sino la encarnación real de ésa tradición -tampoco cabían engaños, pues-, tenía usted necesariamente que condenar toda esa tradición y abjurar de ella…
¿Debería usted realmente entrar así en la historia del espíritu? Cualquier intento para luchar contra esa confusión cósmica, fracasa en la resistencia general si se enfrenta seriamente con un ideólogo nazi. El sentido común (también el del espíritu) que manifiesta esa resistencia se niega a ver en usted un filósofo porque considera incompatible filosofía y nazismo.
Con esa convicción estoy de acuerdo. En otras palabras: usted puede sólo luchar contra la identificación de su persona y de su obra con el nazismo (y con ello contra la extinción de su filosofía) si usted hace una confesión pública de su cambio y conversión (y sólo así podemos luchar nosotros contra esa identificación).
Le he enviado esta semana un paquete. Mis amigos estaban contra usted y me han reprochado: que yo ayudo a un hombre que se ha identificado con un régimen que ha enviado a millones de compañeros de creencias a las cámaras de gas (para evitar confusiones deseo observarle que yo era anti-nazi desde el principio no sólo por ser judío sino también por razones políticas, sociales e intelectuales, también hubiera sido de esa convicción aunque perteneciese a los Vollarier -ario de tercera generación-). Contra ese «reproche» (argumentado) nada hay que decir. Me disculpo por eso ante mi conciencia y le envío un paquete al hombre con el que he aprendido filosofía de 1928 a 1932. Yo mismo soy consciente de que esto es una pésima excusa. El filósofo de 1933-34 no puede ser completamente otro que el de antes de 1933, tanto menos cuando usted ha fundamentado filosóficamente y ha dado expresión con su defensa entusiasta del Estado nazi y del dictador. HERBERT MARCUSE
IV
Nietzsche sostiene que «Tan sólo a partir de mí habrá en la Tierra una gran política…soy un destino». Y la pregunta es: ¿Una gran política de izquierda nietzscheana? Sabemos que el anti-filósofo caustico y ácido despierta empatías y simpatías, que se permite escribir «la felicidad es para las vacas y los ingleses». Empero, la recepción efusiva, respetuosa y propagandística, no puede obviar que:
1.- En Nietzsche, el destino de la civilización occidental (con esta noción deja en las sombras, absolutamente, al capitalismo, ese no es su cuestión o la cosa) desde el nihilismo, está emplazado por el último hombre desapasionado y desintegrado de lo común, «Un poco de veneno de vez en cuando: esto hace los sueños más agradables. Y mucho veneno al final, para una muerte agradable. Ellos tienen sus pequeños placeres para el día a día, y sus pequeños placeres de la noche, pero tienen un sentido para la salud. «Hemos descubierto la felicidad,» – dicen los últimos hombres, y parpadean».
Ese es el Nietzsche que cierto conservadurismo intelectual y político celebra como «el crepúsculo del deber», la «cultura sin deber», o el post-nihilismo: el Nietzsche de fuertes y consistentes nexos con Heidegger.
2.- La verdad es una perspectiva, la auténtica revolución es una posibilidad, hasta aquí Nietzsche. La teoría luchadora que reafirma el procedimiento de verdad de la Causa-Revolución, es imposible desde la totalidad de su obra e inaccesible en sus contenidos parciales.
V
Nicolás Alberto González Valera, en su libro «Nietzsche contra la democracia», nos presenta como bate el cobre la «Unidad Política reaccionaria de Nietzsche». Referenciamos extensamente a González Varela, las citas de Nietzsche, van en cursivas:
«¿Quién garantizará que la moderna Democracia, el todavía más moderno anarquismo y, de manera especial, aquella tendencia hacia la Comuna… no significa esencialmente un gigantesco contragolpe y que la Raza de los Señores, la de los Arios, no está incluso sucumbiendo fisiológicamente?» (Fragmento IV (1877-79)…
Así, sin cortapisas ni metáforas, se expresa Nietzsche en su etapa más madura. Un recuerdo queda marcado a fuego en su pensamiento: esa disposición horrenda hacia la Comuna de Paris…En todo momento su radicalismo aristocrático…interpreta la historia universal como un combate a muerte, «una lucha entre estamentos y clases» …Nietzsche legitima (el) golpe de estado desde el punto de vista de la superioridad natural de un Amo y Señor: Napoleón III, a quién llama «una esperanza para los pobres y campesinos de Francia«, (y) tiene «derecho» de apoderarse del estado para evitar que caiga en«las manos indignas» de la canalla: republicanos y socialistas…Al Nietzsche castrado que hay que leer «como se escucha música» según la infeliz frase… le oponemos el Nietzsche real… apasionado por la historia y la política de su tiempo…
…la insurrección popular que estalló en París el 18 de marzo de 1871 fue un «acontecimiento» nunca antes visto en la historia de Europa… Marx habló entonces de «la magnífica revolución de París»…la Comuna…»
…La Comuna desató en su momento (y después) una abundante contra-propaganda reaccionaria… La idea grotesca que era un putsch de la chusma envidiosa…una conjuración criminal manipulada por una asociación terrorista llamada la Internacional…»no sólo en Francia sino en toda Europa, el suelo de la civilización occidental tiembla» (Tocqueville)… «… Aunque el orden ha sido restaurado en Francia no hay que olvidarse que la enfermedad sigue en el organismo» (Jacob Burckhardt)…Los ministros de los tres imperios más reaccionarios (Alemania, Austria-Hungría y Rusia) se reunieron en Salzburgo con un único punto en la agenda: la Internacional como enemigo principal y acciones para anular sus actividades…
… ¿Y cómo repercutía en Nietzsche el primer asalto al cielo de los trabajadores europeos?…
Von Gersdorff le escribe a inicios de abril de 1871, a una semana de la proclamación de la Comuna: «Todavía no se puede ver el final de esta confusión. ¿Dónde está el hombre de acción que tiene el conocimiento y los medios para poner aquí un freno perdurable al movimiento de los ‘Rojos’ y se gane a todo el mundo civilizado, ahora que el poder está tomado con tan loca imprudencia?… La Comuna es simplemente una manifestación, una ulceración superficial de una enfermedad profunda, epocal y terminal que hay que combatir…». Nietzsche responde el 21 de junio de 1871:
«Si hay algo que puede subsistir para nosotros tras este bárbaro período de guerra, es el espíritu heroico y al mismo tiempo reflexivo de nuestro ejército alemán… Sobre esta base se puede construir: ¡Nuestra misión alemana aún no ha acabado! Estoy más animado que nunca, porque no todo ha quedado destruido… Todavía hay valentía, y valentía alemana. Más allá del conflicto de las naciones, nos ha dejado aterrorizados, por lo terrible e imprevista, la sublevación de la Hidra Internacional presagio de muchas otras luchas futura…»
Ésta es la comprensión máxima (de) Nietzsche…No es casualidad el uso…de la figura mítica de la Hidra…un despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala… y aliento venenoso que Hércules mató en uno de sus doce trabajos…
…La Comuna provocó además una crisis existencial profunda: Nietzsche quedó golpeado emocionalmente…reconoce que la primera vez que lloró de impotencia y rabia fue durante los sucesos de la Comuna (KSA, VIII, 583)…No hay una palabra en su obra o en su correspondencia sobre la masacre y los fusilamientos de masa… por eso Nietzsche no duda de dónde está su enemigo y lanza la invectiva… observa la lucha de clases (adquiere) en la Comuna «la «configuración madura de las luchas venideras«… en fragmentos póstumos escribirá que la historia es «lucha de estamentos y clases» …
…La Internacional desembarca en Basilea: (tres de los cuatro congresos, hasta la Comuna, tienen por sede Suiza)…
Se hace un acto central en la plaza principal…con discursos y música festiva. El congreso…delibera durante toda una semana, con sesiones públicas a puertas abiertas, en el Café Nacional, a decena de metros de la entrada principal de la Universidad de Basilea, por el portal en el cual ingresan los profesores, incluido el joven filólogo Nietzsche…» (Fin de la cita)
VI
Nietzsche no permanece indiferente, desde sus primeras obras combate el peligro democrático, socialista y anarquista. Exactamente a la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Entonces, un Chávez modelado por Nietzsche, no tiene el sentido de una intervención política tremendista: es el asunto espinoso de una política desencantada. ¡Ya sin el ángel del chavismo!
En el intento, para apropiarse de Nietzsche, mora la ceguera constitutiva de un pensamiento (una política), frente a la cual es demasiado el desencanto, el fastidio y el retiro.
En la Causa Revolución: si es suficiente en la teoría, es suficiente en la práctica.
Fuente original: http://www.aporrea.org/ideologia/a215458.html