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Entrevista a Andrés Piqueras sobre "La opción reformista: entre el despotismo y la revolución. Una explicación del capitalismo de las luchas de la clase" (y III)

«China ha comenzado su propia globalización e intenta una especie de «keynesianismo sin fronteras»

Fuentes: Rebelión

Profesor titular de Sociología en la Universidad Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras es autor y/o director de numerosos estudios sobre migraciones, mundialización, identidades e intervención de los sujetos colectivos en el ámbito social y político. Entre sus libros más recientes cabe destacar Capital, migraciones e identidades (2007) y la obra colectiva del Observatorio Internacional […]

Profesor titular de Sociología en la Universidad Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras es autor y/o director de numerosos estudios sobre migraciones, mundialización, identidades e intervención de los sujetos colectivos en el ámbito social y político. Entre sus libros más recientes cabe destacar Capital, migraciones e identidades (2007) y la obra colectiva del Observatorio Internacional de la Crisis (OIC), del cual es miembro, El colapso de la globalización (2011). Nuestra conversación se centra en su último libro publicado por Anthropos en su colección Cuadernos A .
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-Estábamos en China. ¿Dónde ubicarla «en este tinglado»?

-Ante el deterioro del trimotor de la globalización capitalista (EE.UU., UE y Japón), China ha comenzado a lanzar su propia globalización. De momento, ejerce una indiscutible hegemonía en los BRICS (estos que las potencias centrales llaman «países emergentes»). Es el único de ellos, por ahora, con geoestrategia global propia.

En ese sentido, en septiembre de 2012 se produjo el Gran Cambio para la geoestrategia mundial. China y Rusia acuerdan intercambios comerciales en sus respectivas monedas, así como la explotación conjunta de reservas y el intercambio de recursos energéticos estratégicos.

Así pues, de septiembre de 2001 a septiembre de 2012, EE.UU., su geoestrategia global y su posición dominante en el mundo viven dos enormes conmociones, a pesar del silencio informativo que en esta última fecha rodeó a ese acontecimiento de alcance planetario.

Además, Xi Jinping acaba de presentar oficialmente la nueva «Ruta de la Seda», frente a dieciséis Jefes de Estado o de Gobierno y más de cien ministros de los 65 países que se encuentran en el camino, por tierra o por mar, de esta nueva ruta comercial. Por su parte, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, creado por China, cuanta ya con la adhesión de 52 países participantes, entre ellos las nueve principales economías europeas.

La forma en que los países europeos han convergido en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras confirma la posibilidad de un reequilibrio hacia Eurasia del vínculo transatlántico.

Frente a todo ello a EE.UU. le quedan dos opciones: a) unirse al nuevo mundo multipolar; b) hacer la guerra (de diversas formas) a los posibles poderes del siglo XXI. De momento se está decantando por la reapertura de la «Guerra Fría» con Rusia. Pero si gasta el escaso capital real que le queda en guerras de un tipo u otro, eso quiere decir que sacrificará aún más el bienestar de su población. Lo que llevaría pronto a ese país a generalizar los estados de excepción y la toma militar de ciudades, como ya estamos viendo.

-¿Y la UE, hacia dónde va la UE?

-Sin energía, con unas economías en recesión cuando no en retroceso, hacer seguidismo de EE.UU. o dejarse dar también por él el «abrazo del oso» a través del TTIP (El Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión) es un suicidio. Simplemente continuar con las sanciones a Rusia por imperativo norteamericano es una locura que contribuirá a hundir más a Europa. Por otra parte, el demencial proyecto alemán, que todavía juega al expansionismo estatal clásico, propio de la época de capitalismo de Estado (cuando la acumulación se realizaba a escala «nacional»), está descuartizando el resto de economías que no están directamente incluidas en su anillo territorial como Holanda o Dinamarca e incluso la propia Austria, que pasan a ser algo así como «provincias» suyas. A las economías de la periferia europea las obligó a endeudarse con los Bancos alemanes, entre otros, y ahora las obliga a desmontar todo el Estado Social (ése que se llamó de «Bienestar»), para que sigan pagando dinero a aquellos Bancos. Ante ello, cunden las reacciones de indignación y protesta… Las menguantes clases medias se hacen más medrosas y cicateras, y buscan una salida para sí mismas, que consiste en intentar blindar el Estado Social para ellas.

Las clases dominantes europeas, por su parte, llevan tiempo generando diversos modelos de «salidas regeneracionistas» a su crisis de legitimidad y gobernabilidad. Algunas están conectadas al populismo de derecha o ultraderecha y otras pasan o se hacen pasar por un «populismo de izquierdas»; hay incluso formas populistas «de centro». Este último es precisamente el que apela a las «clases medias» (aprovechando la ideología de la clase media universal, que impregnó las sociedades de capitalismo avanzado), para posibilitar por fin una «clase media para sí». Estas salidas emparentadas con las versiones más negativas del populismo, requieren además de líderes a los que se confía o delega la misión regeneracionista. Un delegacionismo profundamente arraigado, por otra parte, en la «democracia capitalista», que hace desentenderse a las grandes mayorías de la participación en los asuntos públicos.

Por su parte, la promoción y auge de la extrema derecha puede servir como amenaza a las poblaciones ante posibles movilizaciones de protesta; puede ser también precursor del tipo de capitalismo que nos viene a partir de ahora. La nueva forma que va a adquirir: un capitalismo cada vez más despótico.

El que la UE se vaya decantando hacia unas u otras vías, dependerá mucho de las luchas inmediatas de nuestros pueblos, pero también de la propia pugna inter-capitalista entre los sectores más globalistas, interesados en una suerte de «gobernanza mundial» acorde con las nuevas modalidades de explotación, y los sectores del capital ligados a las tradicionales expresiones imperial-nacionales. Alemania es en Europa el lugar donde esas tendencias están librando una gran batalla.

-¿Cuáles son las perspectivas de futuro inmediato? ¿Hay peligro de otro crack financiero? ¿Hay peligro de una Guerra Mundial?

Esta vez tengo que contestar con sendas afirmaciones a ambas cuestiones. Desgraciadamente, hay peligro en los dos casos. Al que tiene que ver con la segunda de ellas creo que me referí un par de preguntas antes.

Respecto de la primera, pensemos que todo el entramado crediticio de deuda y del actual crecimiento ficticio financiero hunde sus bases en dos razones:

1) Va a seguir habiendo energía en abundancia para mantener el crecimiento en el futuro.

Fijémonos en que por un lado el funcionamiento económico depende cada vez más del endeudamiento masivo de instituciones, empresas y familias. Por otra parte, ese mismo proceso de endeudamiento hace que la cantidad de intereses totales que se deben mundialmente cada año crezca de manera exponencial. Contradictoriamente, la obligación de servir esos intereses retrae cada vez más recursos de la economía productiva, lo que obliga a seguir creciendo con un mayor apalancamiento. Para acabar, toda la pirámide de deudas acumuladas sobre deudas, toda la espiral especulativa del mundo actual, se basa a su vez en que en el futuro habrá suficiente crecimiento como para que aquéllas, con sus intereses, sean devueltas. Pero ¿cuánto crecimiento haría falta para ajustar la colosal exposición a la deuda de nuestros sistemas financieros, bancarios y de inversión?; ¿cuánta energía se requeriría para equilibrar una deuda y acompasar un «capital ficticio» generado en torno a ella que pudiera superar cuanto menos más de 15 veces el PIB mundial?

2) Las economía dichas «emergentes» van a seguir creciendo y manteniendo la economía real, lo que permitirá a la economía especulativa financiera seguir apostando a futuros.

Pero las economías «emergentes» enfrentan serios problemas en su sistema financiero, déficits por cuenta corriente y comerciales, caída de sus reservas de divisas, reducción de la cobertura para sus importaciones y empréstitos a corto plazo combinada con una todavía alta dependencia de financiación externa, fuerte apalancamiento de sus grandes empresas, así como deficiencias estructurales de sus mercados internos, con enormes desigualdades sociales y la consiguiente incapacidad de generar una demanda solvente generalizada. De todas ellas la parcial excepción es China, pero las posibilidades de que entre en su propio círculo de sobreacumulación empiezan a crecer alarmantemente. Por eso ha comenzado su propia globalización e intenta una especie de «keynesianismo sin fronteras». Una carrera contra reloj frente al agotamiento de recursos.

Hablar de los retos de China (y por extensión, del futuro del capitalismo global) nos llevaría un libro entero. Pero al menos creo que estas reflexiones pueden dejar más o menos claro que vivimos una coyuntura de gran incertidumbre. Una encrucijada de las grandes en la evolución humana.

-Gracias, muchas gracias. No abuso más.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.